Barcelona, 25 may (EFE).- El Espanyol selló la permanencia en la última jornada liguera contra Las Palmas (2-0), un cierre de curso convulso a una temporada igualmente delicada, cargada con altibajos e incertidumbre, que se cierra, pese al sufrimiento de los periquitos, con 42 puntos y un decimocuarto puesto en la tabla.
Las once victorias, nueve empates y dieciocho derrotas esconden una montaña rusa de resultados y emociones en el cuadro catalán. El mal inicio de la campaña condenó a los blanquiazules a convivir con la zona roja de clasificación. Salió del descenso tras derrotar al Real Madrid (1-0) en la vigesimosegunda jornada, en febrero.
La segunda vuelta dio alas al vestuario del entrenador Manolo González, muy cuestionado hasta que el equipo levantó el vuelo. Tras el parón navideño, la cara del Espanyol fue otra, solventando todas sus asignaturas pendientes de golpe: mejoró fuera de casa, afiló su puntería y construyó una defensa rocosa.
El mes de abril fue clave para las aspiraciones blanquiazules. Los catalanes empataron contra el Atlético de Madrid (1-1) y ganaron, de forma consecutiva, a Rayo Vallecano (0-4), Celta (0-2) y Getafe (1-0). Después, firmaron un empate ante el Valencia (1-1). El equipo tenía 39 puntos y la salvación era, o parecía, hecha.
Las matemáticas, de todos modos, se chocaron con la peor racha de los blanquiazules en todo el curso. Fueron cinco derrotas seguidas: Villarreal (1-0), Betis (1-2), Leganés (3-2), Barcelona (0-2) y Osasuna (2-0). La calculadora volvió a ser la protagonista del tramo final de temporada.
En la última jornada, las cuentas eran tan sencillas como peliagudas. Si el Espanyol ganaba a Las Palmas, como finalmente ocurrió (2-0), seguía en Primera. En caso contrario, incluso con empate ya que tenía el golaveraje perdido, debía esperar a que el Leganés no venciera al Valladolid. Algo que también sucedió (3-0).
Hasta que Puado no marcó el penalti contra Las Palmas, en el minuto 65, el Espanyol era virtualmente equipo de Segunda. Después del gol del capitán, todo cambió. El segundo, de Pere Milla, calmó y encendió el RCDE Stadium. El club periquito, tras otra jornada de infarto, era de Primera. Seguía siendo de Primera.
Vivir en el alambre parece ser el hábitat natural del Espanyol en los últimos años. Tras volver a Primera División en la 2023-24 en la final del torneo de ascenso, en casa, contra el Oviedo, en la presente campaña el cuadro blanquiazul ha alargado el suspense también hasta la última jornada.
El portero Joan García resumía el sentir de los periquitos después del encuentro: «Si no sufrimos, no somos el Espanyol». El entrenador Manolo González, ya más en frío, pidió más estabilidad deportiva de cara a las siguientes campañas para consolidar el proyecto blanquiazul en la máxima categoría.
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