EL ‘DILEMA DE EUTIFRON’…¿EXISTEN PRINCIPIOS ÉTICOS OBJETIVOS UNIVERSALES? | Por: Ernesto Rodríguez

 

Ernesto Rodríguez (ernestorodri49@gmail.com)

 El gran filósofo griego Platón (427-347 A. de C.) en su obra titulada: ‘Eutifrón’ refiere un diálogo entre el filósofo griego Sócrates (469-399 A. de C.) y un ciudadano griego llamado Eutifrón.

En el diálogo se plantea un dilema extraordinariamente importante para la ética porque Sócrates le pregunta a Eutifrón: “¿Qué es el bien?”. Entonces Eutifrón le responde que el bien es lo que los dioses digan que es el bien. Entonces Sócrates le pregunta a Eutifrón: “¿Es algo bueno porque los dioses dicen que es bueno?…. ¿O los dioses dicen que es bueno porque en realidad es bueno?”…..He expuesto el Dilema de Eutifrón de una manera más sencilla y didáctica que en el diálogo Platónico original, pero lo he hecho siguiendo a muchos autores.

El dilema solamente tiene dos respuestas posibles. Una es lo que se podría denominar una “ética autoritaria” porque los dioses deciden lo que es bueno o malo. La segunda respuesta implica que lo bueno es bueno independientemente de lo que digan los dioses, es decir, lo bueno adquiere un carácter autonómico.

Por ejemplo, si los dioses dijeran que hay que torturar a un niño, la segunda respuesta implicaría que hay que rechazar esa sugerencia aunque la hayan ordenado los dioses, porque torturar a un niño es algo condenable de manera objetiva independientemente de que alguien lo apruebe o rechace.

Precisamente la posibilidad de algunos principios éticos muy básicos que sean objetivos y universales ha sido planteada por algunos autores evolucionistas Darwinistas. Por ejemplo, Steven Pinker (nac. 1954) es uno de los más importantes psicólogos darwinistas en la actualidad, y en su ensayo titulado ‘Evolución y Ética’ (1) hace el siguiente planteamiento. Comienza diciendo que muchas personas religiosas le tienen temor a la teoría evolutiva darwinista porque piensan que la moral se derrumbaría si tal teoría fuera aceptada por todos. Pero Pinker señala que eso es un prejuicio equivocado. En su ensayo plantea que los principios morales fundamentales pueden considerarse como una parte objetiva de la realidad, y que, en consecuencia, si en otra parte del universo surgen seres racionales, entonces también tendrían los mismos principios morales básicos que el humano. Comienza aseverando que es innegable que el humano tiene un sentido moral innato y que por eso niños de un año y medio son capaces de ayudar a otros niños y tratan de consolar a otros niños o adultos que se sientan mal de una manera muy visible. Luego prosigue señalando que los pueblos de todas las culturas distinguen entre lo correcto y lo incorrecto, tienen un sentido de la equidad, se ayudan mutuamente, imponen derechos y obligaciones, creen que el comportamiento incorrecto debe ser superado y prohíben la violación, el asesinato y otras formas de violencia (al menos las prohíben dentro de su propio grupo).

Una persona puede ayudar a otra persona por diversos motivos resultantes de una evolución darwiniana. En primer lugar puede ocurrir que tengan parentesco y compartan genes: por ejemplo una madre que cuide a sus hijos o un hermano que ayude a un hermano, y entonces ese comportamiento conocido como “Altruismo de Afines” ayuda a transmitir esos genes compartidos a las siguientes generaciones. Pero también puede suceder que personas que no tengan ningún parentesco se ayuden mutuamente. Entonces hay la posibilidad de un “Altruismo Recíproco” que puede ser el resultado de una evolución Darwiniana porque las personas que cooperan entre sí, se benefician mutuamente y se desenvuelven mejor en la vida que los ermitaños o los misántropos. Por supuesto, para que se desarrolle un Altruismo Recíproco es muy importante detectar a los que engañan y pretenden aprovecharse sin dar nada a cambio. Por eso en todos los grupos humanos se habla de los demás y se detecta quién es cooperador y quién sólo busca engañar y aprovecharse de los demás. Entonces muchas personas en el grupo humano tratan de mantener una buena “reputación moral” y eso les inhibe de comportarse mal.

Igualmente hay casos de personas que se sacrifican de manera voluntaria y desinteresada por los demás. Ya Charles Darwin (1809-1882) en su importante obra: ‘La Descendencia del Hombre’ (1871) planteó una “Selección de Grupo” para explicar el origen de la moral. Según Darwin los grupos integrados por individuos más capaces de sacrificarse por los demás miembros del grupo, eran seleccionados favorablemente, mientras los grupos integrados por individuos desleales eran seleccionados desfavorablemente. Esta idea de Darwin ha sido muy valorada recientemente por importantes autores evolucionistas.

Por otro lado, Pinker señala que en cualquier parte del universo en que se formen seres racionales ocurrirá que 2 + 1 = 3, es decir, los números forman parte objetiva de la realidad. De manera similar, asevera que en cualquier parte del Universo en que se formen seres racionales, cualquiera entenderá como algo racional que si no quiere ser perjudicado por un prójimo, entonces tampoco debe perjudicar a ese prójimo. Eso es lo que se conoce como el “Principio del punto de vista intercambiable”, es decir, toda persona es capaz de ponerse en el lugar de cualquier otra al hacer una consideración de tipo moral. De ahí la llamada ‘Regla de Oro de la Moral’. En efecto, es bien conocido que aunque las costumbres culturales de los pueblos pueden variar mucho, algunas normas morales fundamentales son muy similares. Por ejemplo, todos los pueblos del planeta tienen muy arraigado el sentido de lo que es justo y equitativo en las relaciones interpersonales. Esa ‘Regla de Oro de la Moral’ ha sido enunciada de varias maneras en distintas épocas por autores de diversas culturas. Veamos algunos ejemplos ilustrativos.

En el Antiguo Testamento la encontramos en Levítico: “…amarás a tu prójimo como a ti mismo” (19:18). Asimismo, la encontramos en las ‘Analectas’ del filósofo chino Confucio (551-479 A.de.C.). Cuando Tzu-hung le preguntó: “¿Hay una palabra que pueda servir como el principio rector para la conducta en la vida?”, Confucio respondió: “Quizá es la palabra “shu”. No hagas a los demás lo que no quieras que te hagan” (Analectas, Libro XV:24). La palabra “shu” se traduce como la capacidad de ponerse en el lugar del otro (2).

La mencionada regla también fue enunciada por el gran filósofo griego Aristóteles (384-322 A.de.C.). El biógrafo griego Diógenes Laercio (siglo III), en su obra titulada: ‘Vidas de los filósofos eminentes’, en el capítulo sobre Aristóteles, refiere que una vez le preguntaron: “¿Cómo deberíamos comportarnos con los amigos?”, y el notable filósofo respondió: “Como desearíamos que ellos se comporten con nosotros” (Libro V: 21-22).

Igualmente, en el poema épico hindú ‘Mahabarata’ (aprox. 350 A.de.C.) encontramos la misma regla: “El resumen de todo lo verdaderamente correcto: trata a los demás como tú desearías ser tratado. No hagas a tu prójimo lo que no quieras que te hagan” (3). También encontramos esa regla moral en el Nuevo Testamento, en San Mateo: “Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos” (7:12). También en San Lucas: “Y como queráis que hagan los hombres con vosotros, así también haced vosotros con ellos” (6:31).

Podríamos seguir citando muchos otros casos de enunciación de dicha regla, pero ya resulta muy obvio que se trata de un principio universal transcultural. Entonces, algunos autores piensan que esa universalidad de la Regla de Oro de la Moral, refleja algo muy importante: La especie ‘Homo sapiens’ posee un sentido moral básico que probablemente se desarrolló por evolución biológica en nuestros ancestros homínidos y contribuyó a la convivencia en grupo. Ese sentimiento moral es tan normal que precisamente su ausencia resalta en los individuos considerados psicópatas (4). En conclusión la Regla de Oro de la Moral ha sido y será fundamental en cualquier tipo de sociedad humana para la buena convivencia.

NOTAS: (1): Steven Pinker (2006) ‘Evolution and Ethics’. pp. 142-152 en John Brockman (Ed.) ‘Intelligent Thought’. Vintage Books.   (2) Pag. 135 en ‘Confucius. The Analects’. Translated by D.C. Lau. Penguin Books. (3) Pag. 288 en George Seldes (1996) ‘The Great Thoughts’.  Ballantine Books. New York. (4) Pag. 188 en Steven Pinker (2002) ‘The Blank Slate’. Viking Penguin. USA.

 

 

 

 

 

 

 

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