«Nuestra gente sufre y clama por justicia, atención, acompañamiento y libertad. Ha crecido el empobrecimiento de todos los sectores del país y la hiperinflación unida a la casi desaparición de nuestro signo monetario hacen perder la capacidad de los venezolanos para producir, adquirir y sostenerse dignamente».
Conferencia Episcopal de Venezuela
Por: Luis A. Villarreal P.
Todos sabemos qué es y para qué sirve el diálogo, sea porque tengamos o no los pies sobre la tierra. Para unos, tal vez pensando en diálogos de otros procesos históricos, con variables diferentes y con líderes de cualidades distintas, es como repetir una película con un final feliz. Muchos —tal vez de buena fe e ilusionados— han puesto su ‘paciencia’ en este surrealismo; participando incluso en elecciones sin garantías de respeto al voto digno.
Para otros, el diálogo es un incómodo y arduo camino por andar para satisfacer los canales regulares de civilidad política y complacer a los ‘amantes’ de la tolerancia, la paz y el amor entre semejantes, pero indiferentes al sufrimiento de millones y millones.
El diálogo si acaso incomoda a quienes no quieren desprenderse del poder que usufructúan. Grandes intereses políticos y económicos —internos y externos— tampoco soltarán la presa que somos, porque privilegia y robustece sus apetencias.
El Movimiento Opositor insistirá en el diálogo pese a su escepticismo; cargará ese pesado fardo para que sus resultados —cualesquiera que sean— les brinde otras opciones. No avizoran su éxito, e imaginan que su intento tendrá un alto precio. Aún así, no gestiona tenazmente la aplicación de la normativa internacional, aunque dependa de la anuencia de quienes no están conscientes o determinados a actuar según los tratados y acuerdos multilaterales, en concordancia con el principio y jurisprudencia de Pacta Sunt Servanda. Esta indecisión y desuso de las normas debilitan el imperio de la ley y la justicia universales.
Las sombras del poder geopolítico ruso y chino son plácemes para quienes detentan el poder cuestionado; y un fermento para los pseudo socialismos, intérpretes de pobreza y sufrimiento. Desdicen también el supuesto adelanto político y humanitario de esas potencias encubridoras de regímenes autoritarios causantes de ruina y dolor.
Nuestro bienestar y progreso dependen de centros de poder que sí han manifestado lamento y consternación por la aciaga situación venezolana, pero no han tenido el momento oportuno —tal vez por Covid-19 — ni la voluntad política para detenerla.
El Frente Amplio Venezuela Libre en su programa de intercambio de ideas —concurrido ya por los gremios de salud y educación universitaria— sigue su proceso unitario.
La Comitiva que gestiona en el exterior, encabezada por Gerardo Blyde, está haciendo su discreto trabajo dentro del Acuerdo de Salvación Nacional. Es parte de la ofensiva democrática que se realiza, según decir de Delsa Solórzano, y en la que participan: López, Borges, Vecchio, Tarre, entre otros.
Wendy Sherman, subsecretaria del Departamento de Estado, habiéndose reunido con una delegación de Guaidó, informó que Joe Biden instó a ‘que se realicen negociaciones amplias y con plazos concretos’ para lograr que en Venezuela haya elecciones libres y justas. En iguales términos declaró Julie Chung, subsecretaria interina para Asuntos del Hemisferio Occidental. Esto coincide con los encuentros de EEUU y UE, entre sus funcionarios Blinken y Borrell respectivamente, quienes de ofrecimientos a exigencias, señalan que la solución debe partir del pueblo venezolano.
Un regio detalle que era esperado y por tanto no pasó desapercibido, provino de la Iglesia Católica venezolana —en la ponderada persona del cardenal Baltazar Porras Cardozo— que ofreció sus buenos oficios como facilitadora del diálogo. El Mensaje difundido por la Conferencia Episcopal de Venezuela, con motivo del bicentenario de la Batalla de Carabobo, expuso la precariedad que vive nuestro país. Y el Movimiento Estudiantil protestó, al grito de libertad, evocando la efeméride.
Se dan los pasos para aglutinar e insistir en una sola dirección: nuestra Salvación Nacional.