El día que Venezuela eligió la democracia | Por: David Uzcategui

 

El 23 de enero de 1958 marcó un antes y un después en la historia de Venezuela. Ese día, con la partida de Marcos Pérez Jiménez, los ciudadanos entendieron que los ciclos históricos deben ser atendidos y que cuando toca el fin de uno y la llegada de otro, nada se puede hacer para evitarlo. Este acontecimiento simboliza el inicio de un período de profundos cambios políticos, sociales y económicos en el país.

El gobierno perezjimenista, que comenzó formalmente en 1952, se caracterizó por un enfoque en el desarrollo material del país, lo cual fue su sello de identidad. Durante su mandato, se impulsaron grandes obras de infraestructura, como el teleférico del Ávila, la Ciudad Universitaria de Caracas y la autopista Caracas-La Guaira. Muchos recuerdan y resaltan este periodo histórico por la enorme cantidad de obras de infraestructura, ejecutadas de tal manera que han trascendido el tiempo y las podemos ver hasta el día de hoy, a más de 7 décadas de haber sido realizadas.

Sin embargo, estas iniciativas no lograron ocultar otras carencias, como el abandono del interior del país, la enorme deuda en carencia de salud y educación y otros asuntos que fueron  desatendidos por mantener una fachada de progreso que muchas veces dejaba de un lado a indicadores de un progreso sólido y consistente.

Lo cierto es que la popularidad de la que pudiera haber gozado en algún momento, se fue desvaneciendo entre las profundas contradicciones del rostro ambiguo de esa administración, llena de claroscuros que hacían ruido a la colectividad nacional.

La reprobación de aquel liderazgo creció de manera significativa en los meses previos a enero de 1958. Los partidos políticos, sindicatos, estudiantes y otros actores sociales fueron los depositarios del malestar de la gente, que quería bastante más que simple obra física. La circunstancia demostró la capacidad de unidad entre sectores anteriormente enfrentados. Este periodo sentó las bases para la transición hacia la siguiente etapa política que vendría después.

El detonante final fue la paralización del país en enero de 1958. Esta acción, respaldada por diversos sectores claves, fue la gota que colmó el vaso. La presión popular y la falta de apoyo interno obligaron a Pérez a abandonar el poder. En la madrugada del 23 de enero, salió a República Dominicana a bordo del famoso «Vaca Sagrada», el avión más recordado de la historia de Venezuela.

El 23 de enero fue un momento de esperanza y reconstrucción. Venezuela entró en un proceso de transición que, aunque criticado por algunos sectores, permitió una paz y estabilidad relativas durante las siguientes décadas.

Como el niño que aprende a caminar, no estuvimos exentos de traspiés, caídas y golpes; pero también fueron tiempos de establecer cimientos para una sociedad más consciente de sí misma y de sus derechos. Al igual que los pequeños, tampoco nos dimos cuenta de nuestro propio crecimiento mientras se iba produciendo.

El legado del 23 de enero también deja lecciones importantes. Una de las principales es que la democracia requiere constante vigilancia y participación ciudadana. Si bien el movimiento que desembocó en el 23 de enero demostró la fuerza de la unidad popular, también dejó en evidencia que los desafíos no terminan en un día. Muchas tareas quedaron por emprenderse en la nueva etapa que se le abría a Venezuela. Altos y bajos esperaban en el camino de una nación tenaz y terca en la decisión de darle forma a su propio destino.

Otra lección clave es la importancia de la inclusión y el consenso en los procesos políticos. Si bien aquel famoso y recordado Pacto de Punto Fijo logró estabilizar al país, su exclusión de ciertos sectores políticos generó resentimientos que más tarde contribuyeron a divisiones profundas en la sociedad venezolana. La historia del 23 de enero nos recuerda que una democracia verdadera debe ser representativa y participativa, garantizando espacio para todas las voces.

En este sentido, el 23 de enero de 1958 no debe ser solo una fecha para rememorar, sino un llamado a la reflexión sobre el papel de la sociedad en la construcción y preservación de la democracia. La unidad, la participación ciudadana y el compromiso con los valores democráticos son fundamentales para evitar repetir los errores del pasado y avanzar hacia un futuro más justo y equitativo.

El espíritu del 23 de enero sigue vivo en las aspiraciones de los venezolanos por un país mejor. A pesar de los obstáculos, este día histórico nos recuerda que el cambio es posible cuando la voluntad colectiva se une en torno a un objetivo común. Ese día fue una victoria de la valentía y la determinación del pueblo venezolano, y su legado debe seguir inspirando a las nuevas generaciones en su lucha por la libertad y la justicia.

 

 

 


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