En el mes de marzo de 1989, Diario de los andes incorporaba a su nómina de profesionales de la comunicación social a una bella dama que antes había realizado pasantías en ese medio, su nombre Iraida “Yayi” Jiménez.
Justamente ese año la iglesia católica celebró la Semana Santa del 20 al 26 de ese mismo mes y año, la que transcurrió con normalidad, hasta que el sábado santo corrió en toda Valera el rumor sobre un supuesto milagro ocurrido en el templo de “San Pedro”, señalando que la imagen del “Santo Sepulcro” manaba “aceite bendito”.
En el periódico tocó su cobertura a “Yayi” y a quien escribe, de inmediato nos trasladamos al lugar donde somos recibidos por el sacerdote Pedro J. Juárez, una vez que pasamos al interior del recinto éste cierra la puerta con tanta fuerza que origina un alboroto entre la gran cantidad de palomas caseras que allí habitan, en medio de esta algarabía una de las aves defecó sobre el rostro y la sotana del cura quien se incomodó tanto, que soltó esta expresión: “Ahora sí me jodí, viejo, obsoleto, periclitado, de paso ahora por una paloma he sido cagao”, para de inmediato desenfundar un revólver calibre 38 de cinco tiros, de los que sin mucha puntería descargó contra las palomas, dando al blanco de forma casual en la imagen representativa de San Juan el Bautista, santo patrono de la ciudad, parte del santoral de este bautisterio, desmembrándole el meñique de la mano derecha que siempre mantiene erguido, asumido por la feligresía católica como el símbolo de su identidad, -ese fue el día que San Juan el Bautista “agachó el deo”-, pasado el susto, retomamos el tema, y al final de la conversa el sacerdote nos manifestó que luego de un examen detallado en la sagrada imagen se comprobó que no había sucedido tal milagro, este levita fue un hombre consagrado a Dios, pero también fue un hombre al que no se le enfriaba el guarapo.
Es Importante destacar que el padre Pedro José Juárez Ojeda nació en Sabana Libre el 5 de febrero de 1908 y predicó el evangelio en el Templo Dulce Nombre de Jesús de Escuque y toda su área de influencia, antes de su arribo al Templo San Pedro de Valera en 1951, donde permaneció hasta el día de su muerte acaecida el 4 de abril de 1992, aquí mismo fue sepultado.
Este relato forma parte de la historia contemporánea poco conocida de Valera.