El diálogo ocupa y copa espacios políticos, económicos, sociales, culturales y hasta domésticos. La anhelada salida política racional y calculada, ha pasado a ser un ámbito de dudas, desesperanza y desgaste.
El ansiado y cacareado diálogo ha sido sometido a un proceso de deterioro que se expresa en la erosión de las negociaciones cupulares; en el agotamiento del discurso culto y el reduccionismo argumental elitesco; en el desgaste de los relatos mediáticos bélicos polarizantes, aunado a la pérdida de legitimidad del discurso radical proveniente de los polos políticos. Aun cuando, en estos extremos impera una percepción diferencial de las causas de la crisis multidimensional, la profundización y duración de la misma, ha penalizado la gestión de Gobierno. La sumatoria de todas estas expresiones de desgaste es, a la vez, causa y efecto del progresivo declive que experimenta la radicalización y polarización política.
Curiosamente, de la desesperanza y desilusión; de la pasividad, impotencia y desamparo; de la resignación e indefensión emerge en la sociedad la creencia de que “sí hay salida”. Paradójicamente la propia crisis engendra un proceso gradual de transformación y cambio en las reglas de juego. Un proceso social que conduce o empuja hacia un “centro político” despolarizado más no despolitizado. Fenómeno político espontáneo de reencuentro en un centro de expulsados y expulsadas por la radicalización y polarización imperante. Espacio que no supone un destierro, desarraigo o extrañamiento. Allí, la solución no reside en la radicalización ni en la eliminación del adversario, tampoco en los partidos políticos. La solución descansa en el reencuentro y reconocimiento del otro; en la configuración de nuevas relaciones sociales y en la búsqueda de consensos; en la constitución de un nuevo tejido social y, especialmente, en un proceso de exploración de negociaciones pragmáticas a nivel local para enfrentar la crisis multidimensional. Emergen entonces nuevos actores sociales; brotan nuevas relaciones socio-económicas en la procura de solventar problemas tales como la producción, el desabastecimiento de alimentos, la crisis eléctrica…
Se construyen espacios despolarizados de micro diálogo, desde donde se inicia un largo camino hacia la consolidación de la democracia popular y protagónica.