• Trujillo
  • Táchira
  • Mérida
  • Andes Legales
  • Revista Andina
miércoles, 3 septiembre 2025
Diario de Los Andes
  • Inicio
  • Actualidad
    • Entretenimiento
    • Bienestar
  • Deportes
  • Economía
  • Mundo
  • Opinión
    • Sentido de Historia
  • Política
  • Sucesos
  • Trujillo
    • Boconó
  • Táchira
  • Mérida
  • Revista Andina
No Resultados
Ver todos los resultados
  • Inicio
  • Actualidad
    • Entretenimiento
    • Bienestar
  • Deportes
  • Economía
  • Mundo
  • Opinión
    • Sentido de Historia
  • Política
  • Sucesos
  • Trujillo
    • Boconó
  • Táchira
  • Mérida
  • Revista Andina
No Resultados
Ver todos los resultados
Diario de Los Andes

No Resultados
Ver todos los resultados
Inicio Opinión

El Degredo I Por Francisco González Cruz

por Francisco González Cruz
06/09/2020
Reading Time: 2 mins read
Compartir en FacebookCompartir en TwitterComparteComparte

 

Hace algunos días leí que los desastres tienden a sacar lo mejor de la gente, en cambio las pandemias suelen hacer lo contrario. Frente a una inundación o un terremoto mucha gente corre socorrer y a buscar apoyo. Ante un incendio, la caída de una casa o el derrumbe en una carretera, sobra quien acuda de manera solidaria. Pero cuando una enfermedad contagiosa azota un lugar cunde el miedo, y la reacción es aislar a esa gente o alejarse de ella.
En mi pueblo de La Quebrada Grande viví las dos situaciones. La carretera es peligrosa por las pendientes, las numerosas y cerradas curvas, los enormes desfiladeros de un lado y las moles montañosas del otro, por lo que los volcamientos son frecuentes. –“¡Se rodó un camión en la Curva del Viento!” – “¡Se volcó un carro en la Peña Azul!”, y medio pueblo corre con palas y picos, mecates y machetes, a ayudar a sacar la gente que ha sufrido el accidente. – “¡Un derrumbe en Miquimbóx tapió la casa de fulano!”, y muchos corren para allá, unos a colaborar con las escardillas y otros a mirar, a comentar y a rezar. – “Hay un leproso en Miquinoco”, se decía en voz baja, entonces la gente evadía ir a ese campo. – “A fulano le dio tifus”, y uno no pasaba frente a su casa.
Cuando uno iba a Maracaibo y el ferry pasaba cerca de la isla de Providencia, le decían: – “Esa es la isla de los leprosos”, entonces nos acordábamos de algún paisano que lo se lo habían llevado a ese lugar, lejos de sus querencias. Moría abandonado y solo. Luego supe que ese lugar no era tan terrible como nos lo pintaron de muchacho. Había personal que atendía con amabilidad a los enfermos. Tenía pabellones de hospitalización -distribuidos para hombres y mujeres-, casas para los enfermos que vivían en pareja, plaza, mercado, dos iglesias (una protestante y otra católica), cine, escuela de artes y oficios, biblioteca, prefectura, cárcel y cementerio. Y el muelle donde llegaban las canoas. Incluso queda el testimonio de la existencia de Fray Simeón Díaz de La Rosa, un sacerdote de origen español que fue muy querido en esa isla, y cuyo deseo era que sus restos los sepultaran allí.
En esta pandemia del COVID-19 se ven más conductas motivadas por el miedo, el recelo, los prejuicios y otras manifestaciones de ese tipo, que las que provienen de la solidaridad, la cooperación y la ayuda mutua. No sólo como manifestaciones naturales y espontáneas de la gente, sino como conductas institucionales, que explican, jamás justifican, que muchos de los lugares dispuestos para atender a las víctimas del virus sean especias de “degredos” o sitios de aislamiento sin las debidas atenciones y cuidados. En los hospitales llamados “centinelas”, como si de asunto castrense se tratara, se ha visto que los que más sufren son los propios trabajadores de la salud, que ven la desconfianza de muchos y caen como primeras víctimas de la carencia de los insumos adecuados.
Quizás uno de los cambios más importantes que nos toca, como personas y como sociedad, es entender que sin la fuerte cooperación de todos nadie se salva, sea de la pandemia, de la crisis económica, del cambio climático, de la corrupción y o de los malos gobiernos. Si no cambiamos en serio, nos espera el degredo.
FGC/2020

Lea también

Intervencionismo, un lastre en la economía | Por: David Uzcátegui

Bolivia y el triunfo democrático | Por: David Uzcátegui

02/09/2025
Ucrania y nuestro santo José Gregorio | Por: Frank Bracho

«Todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humildice, será ensalzado» | Por: Frank  Bracho

02/09/2025
La paradoja de la Navidad en tiempos de guerra | Por: Carolina Jaimes Branger

La historia del “Oro de Moscú” | Por: Carolina Jaimes Branger

01/09/2025
Claro y Raspao | EL ESEQUIBO NOS UNIÓ COMO VENEZOLANOS | Conrado Pérez B.

CLARO Y RASPAO | EL SUELO DE LA PATRIA ES SAGRADO Y SE RESPETA | Por: Conrado Pérez

01/09/2025
Tags: Francisco González CruzOpiniónTrujillo
Siguiente

CONSTRUCTORAS DE CAPITAL SOCIAL I Por: Carlos Vignolo

Publicidad

Última hora

A la espera de Mac Allister y con Otamendi en duda, Argentina espera por Venezuela

Trump asegura que once miembros del Tren de Aragua fueron eliminados en ataque a barco

Fundanica Zulia conmemora Septiembre Dorado, el mes de la concientización del cáncer infantil

Esposa de Freddy Superlano exige prueba de vida ante presunto traslado

Productores en Mérida exigen reparación de las vías agrícolas afectadas por las lluvias

Publicidad

Diario de Los Andes

Ediciones

  • Trujillo
  • Táchira
  • Mérida
  • Andes Legales
  • Revista Andina

Síguenos

Welcome Back!

Login to your account below

Forgotten Password?

Retrieve your password

Please enter your username or email address to reset your password.

Log In
No Resultados
Ver todos los resultados
  • Trujillo
  • Boconó
  • Táchira
  • Mérida
  • Inicio
  • Actualidad
  • Entretenimiento
  • Bienestar
  • Política
  • Deportes
  • Sucesos
  • Mundo
  • Opinión
  • Sentido de historia
  • Economía
  • Revista Andina
  • Andes Legales