Parte I
El 15 de septiembre de 2022, se cumplen 125 años del nacimiento de Mario Briceño Iragorry, el trujillano de más brillante intelecto de todos los tiempos. Fue un paisano universal que dejó huella profunda como escritor en los primeros 50 años del siglo pasado. Desde la ciudad de Valera se están programando diversas actividades para celebrar este trascendental acontecimiento.
Se está construyendo una gran red cultural de amigos de Mario Briceño Iragorry: Iutembi, Ateneo de Valera, Universidad Politécnica Territorial del estado Trujillo; “Mario Briceño Iragorry”, Centro de Animación Juvenil, Nurr, Universidad “Simón Rodríguez”, Diario de Los Andes, Fundación Aprendiendo a Vivir Mejor. Las puertas están abiertas para todo aquel que quiera sumarse a tan noble iniciativa.
El Cristo callejero…
Mario Briceño Iragorry, estaba convencido que no puede haber transformación alguna en Venezuela, si no partimos del acompañamiento de un ser superior que todos llamamos Dios. Su alma estuvo arropada por una fe inmensa en Cristo y en la iglesia católica. Admirador número uno de Cristo el redentor, le dedicó parte de su obra literaria. Pensaba que Venezuela debe emprender un camino de profundos cambios, debe romper cadenas de esclavitud que no la dejan avanzar por vías de prosperidad y desarrollo.
Ese camino de cambios, decía, debe orientarse por un espíritu cristiano, de lo contrario, el fracaso está asegurado. Para Mario Briceño Iragorry, el siglo 20 no dio la bienvenida a lo divino, a lo más digno del ser humano, sino a la barbarie, al atropello, a la destrucción más atroz. Quienes levantaban banderas de convivencia y fraternidad entre los pueblos, fueron los más faltos de humanidad, de espiritualidad, humillando la dignidad de los ciudadanos. Allí estaba la Alemania nazi, la comunista Unión Soviética, y el gran policía del mundo, Estados Unidos.
Este peligroso liderazgo del más puro materialismo y su manifestación religiosa en el ateísmo, llenó de mucha angustia a Mario B. Iragorry, quien interpretaba y sentía al conglomerado humano solo a través del cristianismo como símbolo de amor sincero al prójimo. Centrado en el ejemplo de Cristo que dejó valores y principios fundamentados en la solidaridad, la ayuda mutua, la cooperación hacia los más débiles, en resumen, el respeto supremo por el ser humano.
Nueva revolución
Decía entusiasmado Mario B. Iragorry, para referirse al gran cambio que tenía que dar Venezuela, inspirado en el cristianismo, donde todos estamos llamados a construir una nación que garantice el bienestar y la felicidad colectiva. Donde pondríamos en práctica, el mensaje de redención y misericordia que nos dejó Cristo hace dos mil años.
Quien fue calificado como el trujillano universal, quizás fue el único gran intelectual y extraordinario escritor que dignificó con hechos y palabras al “Jesucristo de carne y hueso” que dio su vida por la humanidad. No sabemos ¿El por qué?, pero, poco se ha dado a conocer al Mario Briceño Iragorry apasionado por las enseñanzas del “Cristo del siglo 20”, con un ideal de reencuentro entre los hombres de buen corazón y buena voluntad para ayudar a los más vulnerables, a los más débiles.
Un Cristo oloroso a pueblo
Nos hablaba Mario B. Iragorry, de un Cristo que se bajaba de la cruz para ir al reencuentro de los más olvidados, los humillados, los engañados y utilizados por las élites políticas que, al llegar a las alturas del poder, cometen toda clase de atropellos para preservar sus privilegios obtenidos a fuerza de la más vulgar manipulación. Este es el Cristo callejero que debemos rescatar para hacerlo “pueblo-Vivo” en la construcción de una Venezuela para todos.
Manifestaba Mario B. Iragorry, tenemos que encontrarnos con un Cristo al servicio del hombre, pero no desde los altares, desde los altos pedestales, sino un Cristo luchador que sale a la calle a ensuciarse las manos con el pueblo que sigue buscando justicia, igualdad y paz.
Un trujillano universal
Mario B. Iragorry, fue un venezolano fuera de lo común. Su mundo intelectual se inicia a la edad de 10 años al crear con otros amigos la revista “Venus”, una pequeña hoja cultural. Al regresar a Trujillo, junto a sus amigos, José Fonseca y Saúl Moreno, crea “Ariel”, hoja de periódico que dio algo que hablar, en aquel Trujillo donde muchos preferían callar para estar bien “con Dios y el gobierno de turno” … En 1914, es cuando lo arropa del todo el quehacer intelectual que lo acompañará hasta el día de su muerte.
En 1918, Mario B. Iragorry, se marcha a Mérida, de esa vivencia estudiantil dice: “En Mérida, mis días de Universidad fueron a la par de escándalos religiosos. El Obispo pidió no ser invitado a ningún acto literario en el que yo llevara la palabra”.
De cómo encontró al Cristo que andaba buscando, el gran intelectual trujillano, destaca: «Mi primera literatura fue de introversión y de angustia personal, los problemas sociales los miré a través de estados personales de conciencia mediatizados a la visión religiosa, para ello tuve la suerte de haber dado muy pronto con el Cristo de Giovanni Papini, no era el Cristo glorioso de alta teología, era el verdadero Cristo que yo buscaba».
Obras consultadas: «El Cristo de Mario Briceño Iragorry”. Valmore Muñoz Arteaga.