“El crimen no paga” I Por Jesús Matheus Linares

 

José Campos Suárez, el referente del periodismo venezolano del siglo XX y parte del siglo XXI. Nunca pensé que en el desempeño de mi vida profesional como periodista, José Campos Suárez, fuese a formar parte de uno de mis ductores y guía en el crecimiento de esta noble carrera que significa el ejercicio del periodismo, con sentido crítico y democrático.

Desde mis comienzos en la formación periodística, en mi ciudad natal, Valera, estado Trujillo, siempre la figura emblemática de ese personaje radial, que todos los días, de lunes a viernes, en la mañana, al mediodía y en la tarde, invadía a través de las ondas hertzianas, en la banda de 31 metros de Radio Rumbos, el radio Telefunken Transoceánico que teníamos en casa. Su severa voz, y tono juicioso, al desmenuzar el acontecimiento o hecho noticioso más impactante del momento, daban una altísima credibilidad y objetividad, en el análisis de rigor, donde siempre la sentencia final era su lema de guerra o su objetivo principal, demostrar que el crimen como acto ilícito al margen de la ley, en todas sus facetas, no era conveniente. Y con tono enérgico nos dejaba la lección con el ejemplo: «el crimen no paga».

Cuando llegué a trabajar a la redacción del diario «2001» del grupo empresarial De Armas, el jefe de redacción era José Campos Suárez. Todo un reto para mí en lo personal, tener ante mis propios ojos y ahora bajo su tutela laboral a tan reconocido periodista venezolano.

Toda una institución en el mundo reporteril. Además, con el mote de «El Matón» era para verdaderamente asustarse, pero ya el tiempo sabio consejero de la vida nos ha demostrado que no era así. Campos Suárez, no era tan temible como imaginábamos. Su cara adusta intimaba en las primeras de cambio. Al poco tiempo, de la relación laboral de reportero-jefe de redacción esa percepción de Campos Suárez, fue cediendo por una más solidaria, amiga, profesional que trasmitía sus conocimientos y sapiencia en el periodismo a los que nos estábamos iniciando en estas lides.

Me cuento entre los privilegiados de «haber aprendido escuela» con Campos. Siempre recordaré el más sabio de sus consejos, «el reportero no necesita grabador». Basta tener una libreta y un lápiz o una hoja para recoger la información que queramos desarrollar. Y quizás la más importante en el desarrollo y crecimiento periodístico: «hay que patear calle».

Aprendimos que el reportero que no cumpla estas ´dos máximas «no va pal baile». Tan sencillo como eso. No había excusas para no cubrir la pauta asignada, así se cayese. Había que «sacarle un pelo a un calvo, porque siempre el hecho noticioso existe, está allí, lo que tenemos que hacer es agudizar el olfato periodístico para darle la vuelta al relato diario de nuestra historia cotidiana en todos los ámbitos, políticos, religiosos, deportivos, culturales, económicos, sociales y de farándula. Esa fue la experiencia transmitida.

Recuerdo mi asignación a la fuente electoral, en el Consejo Nacional Electoral. Ese día Campos Suárez me enseñó a «escudriñar» en el mundo de la información, en una fuente que solo producía aparentemente informaciones en «zafra electoral». Recuerdo un reportaje periodístico que hicimos sobre una refacción a unos baños en el CNE, que costaron toda una millonada, o el tráfico de pasaportes extranjeros en la antigua Diex por intermedio de vendedores de arepas y café que se infiltraban en el organismo oficial y formaban parte de una red delictiva que traficaban con nuestra nacionalidad. Eso por solo contar dos. Recuerdo la tragedia del deslave de Vargas, donde me tocó escribir esta tragedia que marcó el inicio del gobierno de Chávez. A diario bajábamos a La Guaira, Naiguatá, Catia La Mar, y siempre teníamos un reporte que contar. Como el que me tocó el 17 de diciembre de 1999, a pocos días de Chávez ganar la Presidencia, asistí al acto luctuoso para recordar la muerte del Libertador. Ese día acompañado de Simón Clemente (recientemente fallecido) estuvimos apenas 11 personas en el Panteón. Chávez no fue a esa cita, pero Campos nos había enviado a cubrir la pauta. Luego el 24 de julio siguiente, fecha de natalicio de Simón Bolívar tampoco Chávez asistió, y nuestro comentario fue Bolívar no lo quiere, no lo recibió en su funeral y menos en su cumpleaños. Ese era Campos Suárez a quien confiábamos nuestras cuitas periodísticas.

Ya en mi labor académica como docente en la Escuela de Comunicación Social en la Pontificia Universidad Católica Santa Rosa, tuve la oportunidad de asesorar como tutor de una tesis de grado, realizada por Emilio Velásquez, donde le hizo una entrevista de personalidad. Allí el devenir periodístico nos volvió a reencontrar. Ya estaba en su casa.

Pero era que Campos Suárez llevaba desde su puesto de Jefe de Redacción, el hilo de la historia diaria de nuestro país. Cuanto extrañaremos nuestro departir social con un buen escocés y largas tertulias o nuestras maratónicas conversaciones telefónicas en los últimos tiempos, ya alejado de la redacción y de la radio. Campos Suárez seguía el pulso de lo que pasaba en el país, ya en la Casa del Padre, elevamos nuestras oraciones por su eterno descanso y que brille para él la luz perpetua. Se nos fue un tremendo reportero y amigo.

 

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