”Perderse después en las sombras del fondo, donde la pared estaba abombada y se decía que había escondido un tesoro, perderse así con su sombra que era tan delgada porque era sombra de huesos, con sus viejas pantuflas de pana que no sonaban y parecía que anduviera por el aire. Perderse así era meterse con los muertos o qué sé yo y se podía pensar que andaba buscando su tesoro.», así nos emocionaba, Adriano González León, en su inmortal novela “País Portátil” Premio Novela Breve Seix Barral 1968.
Ahora retumbaran sus sabias frases a la periodista española María Luisa Páramo, en una entrevista concedida en 1998, donde entre otras cosas dijo: ”Es difícil hacer sonoros los olores y visibles las esencias… Los latinoamericanos vivimos en un gran país que va de los Pirineos a la Tierra del Fuego» .
Nacido en 1931, en Valera, estado Trujillo, Adriano estudió en la Universidad Central de Venezuela, donde fue profesor de Literatura, en las escuelas de Letras y de Comunicación Social. En 1955 contribuyó a la formación del grupo Sardio, integrado por escritores y artistas plásticos, el cual a la caída del dictador Marcos Pérez Jiménez, en 1958 y hasta 1961, editaría la revista homónima, señalada por su compromiso político revolucionario y la difusión de escritores de todo origen. También colaboró en Letra roja y El techo de la ballena. Se inició en la narrativa como cuentista: Las hogueras más altas (1959), Asfalto-Infierno (1963) y Hombre que daba sed (1967), describiendo ambientes urbanos y campesinos en un clima de sombrío dramatismo. En 1968 obtuvo el premio Biblioteca Breve (Barcelona) por su novela País portátil, donde contrasta el mundo de la decadencia patricia rural y el de la guerrilla ciudadana de la década de 1960. En otra tesitura, la de la soledad senil, deja funcionar la fantasmagoría y la memoria y así surge Viejo (1995). En 1997 publicó su primer libro de poemas, Hueso de mis huesos. Ha recogido en forma de miscelánea sus crónicas de viaje y observaciones sobre la vida cotidiana. Su última novela escrita en 1994, Viejo, y publicada en nuestro país en octubre de 2007, esta obra recibió elogios incluso de Gabriel García Márquez, que dijo que era “la novela que yo hubiera querido escribir.” Un fulminante infarto nos lo quitó de este mundo un sábado. 12 de enero de 2008, hace 16 años.
Dueño de un particular sentido del humor, en la última entrevista que se publicó en el diario El Nacional, el 3 de octubre de 2007, afirmó: “Aunque nunca podré ganarme un apelativo tan noble como el de ‘El manco de Lepanto’, creo que sí llegaré a ser llamado `El cojo del Alto Escuque’”.
Para la mexicana Lenina Méndez, licenciada en lengua y literatura hispánicas por la Universidad veracruzana, México, doctora en Literatura española e hispanoamericana y doctora en Lengua española, ambos por la Universidad de Salamanca, España, considera que “Las Hogueras Más Altas (1959), Asfalto-Infierno (1963) y Hombre Que Daba Sed (1967), donde AGL describía ambientes urbanos y campesinos sombríos y dramáticos. Van a tener su punto más alto en 1968 cuando obtuvo el Premio Biblioteca Breve de Barcelona, España, por su novela País Portátil, una novela desarrollada entre el ambiente campesino de Trujillo y el urbanismo de Caracas”. Ya con 40 años de ese acontecimiento.
Seguramente desde Las Hogueras Más Altas, el Asfalto-Infierno y el Hombre Que Daba Sed, nos recordará el País Portátil, y su hueso de mis huesos como lápida inmortal referirá que «Sólo hay un presente que puede proseguirse: el día inexistente, el que no malgastamos día a día, esa hora lujosamente imaginada contra la cual no pueden gigantes ni quimeras ni endriagos ni huracanes. Por ello, corren arroyos sin decirlo, apenas tendidos entre el verde y las nubes que han copiado. Jamás enturbiaré los manantiales para decir que moriré de sed por ti. No es esa buena pista. Porque tú no intervienes. Quiero jugar a prueba tu crueldad. Basta que consideres en qué estado me has puesto por no saber que existo. Este amor lamentoso vive porque no ha nacido en ti, porque no sabes que desfallezco y caigo y prefiero canciones y tormentos por tu desdén que es un desdén que amo. «
La figura de Adriano González León interesa también en su vertiente de auténtico activista cultural de lo latinoamericano. Su paso por universidades y otras instituciones, así como su participación en la televisión educativa iberoamericana como colaborador en el espacio «Taller abierto», dejan constancia de ello. Algunos críticos definieron su literatura como formalista, a lo que respondía: “no se trata de formalismo, es que el idioma es por sí sólo un contenido, es una anécdota y una verdad. Cada palabra cuenta y puede contar por sí sola una historia, si el lector tiene imaginación. Las palabras están llenas de emociones, de paisajes y de vidas interiores que el lector puede construir. Esto es lo que pretendo mostrar en mi último trabajo, en el que el personaje prácticamente es la palabra junto con la luz”.
-En País portátil la ciudad huele a gasolina y a fruta fermentada; el mundo rural huele a vejez, a antigüedad. Las mujeres parientas del personaje huelen a alcanfor, a remedios, a santos y a velas quemadas. Por cierto, recuerdo como uno de los juicios más lindos sobre la novela el de mi hermana, que me dijo cuando iba por la mitad del libro que por fin había encontrado una mujer que oliera bien, Delia, porque yo digo allí que está «enmandarinada». Tiene una enorme dificultad plantearse cómo hacer sonoros los olores y visibles las esencias. La pintura puede sugerir los olores, pero en el cine, la televisión y la radio es mucho más difícil; las escenas campestres de los pintores flamencos huelen, las vírgenes y los cazadores de los renacentistas también huelen, pero las películas no, decía.
–Cuando llegó Colón a las costas venezolanas en el tercer viaje, hizo constar en su informe que vio pelear el agua dulce con el agua salada, añadiendo que creía que, según sus conocimientos, más adentro debía estar el Paraíso Terrenal. Hay que agradecer a Colón este exceso poético e imaginativo, pero el caso es que también la denominó «tierra de gracia» y ahí parece estar más cerca de la verdad; porque Venezuela es un país que hace de la imaginación y del humor el socorro de su miseria de rico, la miseria de no saberse encontrar, de ir dando tumbos por la historia. Claro que poco a poco el país busca su camino y se merece hallarlo. Pero hay anécdotas, como la de Juan de la Cosa trazando el mapa casi exacto de nuestras costas, que nos muestran una Venezuela mezclada con el azar y la locura. En ello está quizá lo más atrayente de mi país, en el hecho de que se mueve siempre entre esos parámetros, por eso yo lo llamé «país portátil».
Ahora Adriano junto al Chino Valera Mora, “el Perro” Rubén Singer, Elías Vallés, Orlando Araujo, Oswaldo Barreto Miliani, Oswaldo Trejo y su librero de Suma, Ramón, entre otros, tendrán tiempo para volver a las viejas tertulias de la República del Este. Es el hombre del “Rayo y de la Luz”.