El Chimó Ojeda / Por: Luis Huz Ojeda

Sentido de Historia

Francisco “Chico” Ojeda instaló la primera y única factoría de este tipo que hasta la fecha ha existido en todo Carvajal, la que designó con el nombre de “Chimó Ojeda”. (Foto álbum familiar de Oscar Ojeda)

 

 

Ya instalados en suelo americano, los españoles empiezan a explorar el nuevo territorio, aventurándose a realizar marchas indagatorias por el centro, los llanos, el oriente y las montañas andinas.

En uno de esos recorridos, camino a Mérida, tropiezan con una aglomeración de chozas situadas en rededor de diferentes lagunas de agua salada, habitadas por familias aborígenes que tenían por costumbre zambullirse hasta el fondo y extraer de sus minas unos granitos blancuzcos, que pulverizaban para su posterior intercambio y comercialización, esas piedritas eran la Sal de Urao.

Un tanto sorprendidos ante este descubrimiento, de inmediato designaron la zona con el nombre de Lagunillas de Urao, en reconocimiento a los depósitos naturales de agua y el tipo de mineral que se origina en estos lugares; pocas son las lagunas que producen esta sal, distinguida en el mundo científico como carbonato de sodio. Los hispanos detienen su andar durante varios días y observan en su estadía la ejecución de un proceso similar al que desarrollan los oriundos de Bolivia y Perú con la hoja de coca. Aquí los nativos lo hacen con la hoja de tabaco, que es cocinada hasta obtener un mó pastoso, al que en plena cocción aliñan con Sal de Urao, más otros ingredientes, procediendo de inmediato a remover la mezcla de forma constante hasta obtener gelatina de tabaco, producto requerido como base para obtener chimó, con gusto, sabor e identidad propia, hasta transformarlo en el preferido por los consumidores.

La mata de tabaco es oriunda de América, se halla en las zonas medias y bajas de los Andes y en los llanos, científicamente es conocida con el nombre de “Nicotina Tabacum», emana un olor intenso y es estimulante. En la actualidad la hoja del tabaco es utilizada para fabricar tabacos, puros y cigarrillos. Aunque desde tiempos ancestrales, esta hoja es aprovechada en nuestra región como la materia prima para la elaboración del chimó, producto utilizado indistintamente por la gente del campo y la ciudad para engañar el estómago cuando van de cacería o de pesca y los ataca el hambre, asimismo al escupirlo en el camino aleja las culebras, también como medicamento para neutralizar el veneno de las picadas de raya, avispas y mordeduras de serpientes.

 

Un soñador

 

Oscar Ramón Ojeda Rosales nos cuenta sobre una fábrica de chimó, propiedad de su progenitor, que funcionó antiguamente en Campo Alegre: “Luego de peregrinar por distintos sitios de la geografía regional y nacional a finales de 1930, mi papá Francisco Ojeda con su familia alcanzan establecerse en Campo Alegre, donde inicialmente alquila una casa y monta una surtida pulpería, en la que se fabricaban sacos de fique, pesaban cochinos y reses; como todo comerciante emprendedor, acostumbrado a los retos, al fondo de su casa y pulpería a la vez, construye un pequeño galpón totalmente aireado, compró dos pailas gigantescas, buscó las topias necesarias para montar un fogón de acuerdo al tamaño de estas, confeccionó cuatro grandes paletas de madera para batir la jalea de chimó, amontonó buena porción de leña, ya con estos implementos listo para iniciarse, se surtió de suficiente Sal de Urao, traída del poblado de Lagunillas, estado Mérida, acopió una buena existencia de base de tabaco, e instala una pequeña factoría artesanal que designa con el nombre de Chimó Ojeda, que como todavía recuerdan los lugareños, -hasta el sol de hoy fue la primera y única factoría de este tipo que ha existido en todo Carvajal-”.

El chimó que producía Francisco Ojeda era garantía de ser cien por ciento tabaco puro, él poseía conocimientos y tácticas ancestrales que aplicaba antes de cancelar cualquier compra de base de tabaco y pasarla a la troja, siguiendo un orden procedía a destapar los envases de jalea, tomaba de una mínima porción cada uno de ellos, se la untaba en la mano izquierda y luego se la frotaba por dos minutos con el dedo gordo de la mano derecha, cumplido este paso, sí mostraba un color amarillo significaba que era tabaco puro, en caso de revelar un tono distinto, indicaba que había sido combinado con otro tipo de hojas, y como resultado no lo aceptaba, procediendo de inmediato a rechazarla y devolverla. Una vez acabado de hacer el chimó, todavía fresco se colocaba en mesones anchos, largos y con unos rodillos de madera, preferiblemente de roble se procedía a su estiramiento, formando largas y anchas correas o tiras que al final eran recortadas con tijeras debidamente afiladas en piezas cuadradas. Ya separadas, comenzaba su envoltura en hojas de cambur o plátano, luego eran acumuladas en cuentas de 20 unidades, para ser transportadas hasta las pulperías de San Lázaro, Santiago, Trujillo, Motatán, Valera, Escuque, lugares donde los pulperos y asiduos consumidores esperaban ansiosos el Chimó Ojeda, su presentación, pureza, y sabor le distinguían de otros.

De lunes a domingo era común ver amarrados frente a la pulpería de Francisco Ojeda arreos de bestias, conformados por nueve mulas cada uno, ocho de carga y una para uso del arriero; animales provenientes de distintos lugares del estado, que traían bultos de arroz para ser descargados en la peladora que operaba a unos 50 metros más abajo del comercio de Ojeda, donde antes los arrieros hacían un alto para adquirir chimó, del que cada cuenta costaba tres reales con medio (1,75 Bs), la unidad se adquiría con una locha (0,125 Ctms.).

 

Era frecuente ver arreos de bestias provenientes de distintos lugares del estado, parados frente a la pulpería de Francisco Ojeda en busca de “Chimó Ojeda”. (Foto Colección Particular de G. H.)
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