Solo semanas ha pasado desde que inauguró su propia pastelería en New York, y dice traer a su memoria los tiempos en que pisó esa ciudad hace casi cuatro años, “caminaba por las calles y veía los negocios y pensaba, algún día tendré el mío propio”.
Es el tachirense Jhoanes Estupiñán, tiene 30 años de edad y es chef pastelero. Creció entre suspiros, batidoras, decorados de pastel y mucho sabor que le impregnó a su vida, su madre, “cuando tenía 10 años mi mamá se inició en la pastelería y yo jugaba en los bultos de azúcar y todo eso, y a la pastelería de mamá siempre traían gente de afuera, y eso me llevó a ir aprendiendo y aprendiendo”.
Como más de cinco millones de venezolanos Estupiñán decidió partir de su tierra. Era hora en su reloj de buscar otros horizontes. Intentó en Cúcuta, Colombia, donde sus objetivos no se cumplieron. Así que con sueños grandes y una maleta pequeña emprendió vuelo a New York y hoy regresa a contar cómo se logra, y a enseñar a aprendices de la pastelería sus nuevos avances.
La pandemia y su maleta
La pandemia y la crisis mundial que se generó alteró la visión de muchos, según Jhoanes, fue un cambio de comportamientos: “Observaba como la gente buscaba qué hacer, o hacer algo diferente. Buscaban un arte para aprender o algo, pero como el arte yo lo tenía lo que hice fue introducirme mucho más en las redes sociales y darme a conocer allá. Esa fue la idea que desarrollé”.
El chef afirma que como migrante en un nuevo país tenía que aprovechar a su favor lo que llevaba aprendido desde Venezuela, “habíamos cofundado la pastelería La Magia, en San Cristóbal, pero me iba del país por algo mejor, bueno por algo más grande, Estados Unidos. Y hoy puedo decir que soy un chef de repostería muy conocido en New York”, asegura.
“Vivo cómodo en New York, tengo mi compañía que se llama Chef Jhoanes y es la primera de muchas. Aparte doy clases, tenemos la escuela de repostería y capacitamos a la semana aproximadamente unas cien personas. Tengo una producción de aproximadamente 40 órdenes semanales y estamos dando trabajo a otras personas. No solamente a venezolanos, también a mexicanos, colombianos. Es bien chévere porque son muchas culturas que se comparten”.
Estupiñán dice que lo que hacía en Venezuela lo hace ahora en Estados Unidos, “y es eso de poder aportar algo a ese país, es lo mejor que se puede hacer, y me siento muy bien de ser venezolano, tachirense, gocho y estar triunfando en New York”.
Sus inicios no fueron fáciles, “comencé como todos, o como muchos, lavando platos y haciendo postres en un restaurante, viviendo arrimado en una casa, luego en un sótano. Después fue que pude buscar algo mejor, un apartamentico con mi esposa. Y con trabajo uno va subiendo poco a poco. Hasta que un día dije, hay que crecer más”.
Inspirar
“Es muy bonito cuando llegó a un sitio y la gente me reconoce, pero lo mejor de todo es regresar a Venezuela y sentir tanto cariño. Acabo de estar en Bogotá en un taller con más de 25 personas y me gustó mucho cuando venezolanos se me acercaban y me decían que les sirvo de inspiración para poder hacer algo también. Pero pienso que la inspiración, no es solo porque me fui y monté mi propio negocio, la inspiración es porque he labrado mi camino con mucho trabajo y dedicación que vienen desde hace mucho tiempo, porque tengo 15 años dando clases en Táchira y he capacitado a mucha gente”.
Las redes aliadas
A sus 30 años de edad Jhoanes Estupiñán se confiesa devoto de las redes sociales, sus aliadas. Recomienda usarlas como herramientas para mostrar lo que se hace cuando se desea comenzar con un arte, “es lo que más me ayudó y nos ayuda a todos nosotros. Yo digo que sí se puede”.
Sin xenofobia
En su andar como migrante Estupiñán afirma no conocer la xenofobia: “al contrario, más bien he sentido mucho cariño. En Bogotá, de donde vengo ahora, entramos a una clase de una pastelería muy reconocida allá, de las 20 personas había tres venezolanos, pero todos los asistentes se quisieron tomar fotos conmigo y es muy bonito eso”.
La Venezuela que vio el chef
Tras cuatro años sin pisar su país, dice conseguirse con una realidad diferente, “quien está en el extranjero no ve lo que está pasando en Venezuela, y yo siento que Venezuela está volviendo a renacer. Eso es lo que yo veo y es muy bonito porque dan ganas de volver”.
– ¿Qué lo trae de vuelta a su ciudad y su país Venezuela?
– “Mi gente”.
– Pero, ¿Qué viene a hacer aquí ahora?
– “Vengo obviamente a ver a mi familia porque tenía casi cuatro años sin verla. Aparte de eso quería dar un regalo, el curso que dictó, porque sale muy costoso afuera del país esta formación y aquí se hizo algo accesible para recibir a mucha gente. No pensé que iba a tener tanta receptividad, pero se inscribieron más de 70 personas. Además, venía a sentir ese calor de mi familia, yo venía llorando por esa carretera, increíble. Lloraba porque en ese tiempo fuera perdí a mi abuelito y creo que eso, cuando estás afuera, es lo peor que te puede pasar. Mi abuelito era como mi papá”.
En su camino desde Colombia, Jhoanes dice que revivió sus recorridos con su abuelo en ese país, “y lloraba, porque saber que se fue y que no lo voy a ver al llegar a casa es muy doloroso. Se lo llevó el Covid y no pude venir a estar con él, pero cada cosa me lo recuerda”.
Pan tachirense en la gran manzana
Quedarse en Colombia nunca fue la primera opción de Jhoanes Estupiñán, a pesar de tener nacionalidad colombiana, “apuntaba hacia Estados Unidos, específicamente a News York. Quería lo más grande y si no, a Dubai”.
Asegura sí, que al Táchira lo sigue llevando a todos lados donde va, así como a sus sabores. Cuenta de las diferencias entre la pastelería venezolana y la que se expende en Estados Unidos, a la que se debió adaptar para complacer a su clientela.
“Tiene diferencias importantes, allá es más dulce. Es diferente”, y ese extrañar sus sabores andinos, sobre todo lo hace soñar con llevar la pastelería de su país a la gran manzana, “eso es lo que estamos tratando de hacer, porque siento que el sabor de aquí es muy rico. El pan andino no lo he conseguido en ninguna parte y uno de mis proyectos más adelante es montar una panadería tachirense en New York”.
Está satisfecho con el hecho de que en Nueva York hay de todo un poco, “pero no se puede comparar con el Táchira. El Táchira es lo mejor, aquí la comida, las personas, las calles”, señala.
El mensaje para los migrantes, o quienes se piensan irse del país, es que no pierdan su foco y tengan presente a lo que van, “pero también se siente muy bonito poder ayudar a la familia”.
“Mi idea es crecer mucho más, he logrado tomar mucha experiencia y la gente me dice que hago cosas muy bonitas”.
Volver a su tierra está sus planes, señala el chef, que en este momento apenas arranca su negocio en EEUU, pero en un futuro considera estar de nuevo en el Táchira, donde a su juicio está floreciendo un nuevo ánimo en la población y se podrá hacer mucho, sostiene.