El camino adecuado

César Pérez Vivas

 

La sociedad venezolana está totalmente consciente de la necesidad y urgencia del cambio político. Aún sectores del gobierno usurpador saben, que lo mejor sería dejar el poder. La reciente carta de renuncia de Isaías Rodríguez, a su condición de funcionario de la revolución, lo deja claro: “No aguanto más”. “Renuncio, presidente, a mis dosis de insomnio, estrés, aflicción y a las víboras con cabeza triangular que desde hace mucho tiempo lo acompañan”.
Isaías ha definido claramente a la camarilla roja: “Un nido de víboras con cabeza triangular”. Cada día, los asientos del poder, son un tormento para muchos de los agentes que observan, como su vida se reduce a sobrevivir, en medio de “ese nido de víboras” en que se ha convertido la dictadura chavista.
Para el resto de la sociedad el tema es más dramático. Es sobrevivir en la vida misma. Es poder conseguir alimentos con los salarios miserables que paga el socialismo bolivariano. Es conseguir medicinas, o un centro de salud donde curar las enfermedades. Es tener una vida medianamente normal. Contar con agua potable, energía eléctrica, gas doméstico y otros servicios fundamentales. Es poder respirar un ambiente de libertad, de respeto a las normas fundamentales de la convivencia civilizada. Todos somos conscientes que este modo de vivir es insostenible, y que la dictadura está cataléptica. Que debemos producir un desenlace a la tragedia.
Y es aquí donde se producen diferencias estratégicas entre quienes buscamos, con autenticidad, producir un cambio político. Somos conscientes de que la cúpula usurpadora, orientada por la dictadura cubana, sigue su libreto de aferramiento al poder. Para Maduro, Cabello, Rodríguez, lo importante es ganar cada día en los aposentos del poder. Para nada les interesa la vida de millones de seres humanos que padecemos, de una forma u otra, los rigores de un régimen deshumanizado. Mientras ellos tengan las armas y recursos para garantizar su presencia en el poder, para nada les interesa la tragedia nacional.
Ahora estamos en una lucha extenuante, larga, sostenida para rescatar la democracia. Lo ideal sería lograr ese anhelado cambio por una vía democrática, electoral y constitucional. La dictadura ha cerrado ese camino de forma total. No aceptan una elección trasparente. Se acostumbraron a efectuar elecciones “controladas”, donde quienes acudimos a disputar el poder tenemos un ambiente brutalmente adverso.
El aparato del estado dedica su mejor esfuerzo a demoler moral y políticamente a los partidos tradicionales y a los nuevos partidos. Todo el aparato de un estado, cada vez más avasallante, es utilizado en los recurrentes procesos electorales lanzados para legitimar la instauración de “la revolución socialista”. Dineros públicos, medios de comunicación del estado, cada vez más numerosos, y hasta la fuerza armada nacional, pasaron a convertirse en agentes y operadores en las ventajistas campañas electorales a las que nos tocaba concurrir. Este formato de ventajismo y reconocimiento limitado, en aquellos procesos que se lograban ganar, llegó a su fin con la elección de la Asamblea Nacional en diciembre de 2015. A partir de ese evento, la cúpula gobernante se lanzó abiertamente por el camino de la dictadura.
Permitieron la investidura de los diputados y la instalación de la AN. Acto seguido, inician su proceso de desconocimiento, hasta anularla totalmente en el ejercicio de sus facultades constitucionales. Establecen su asamblea paralela con la fraudulenta Constituyente, para lo cual ya asumen de manera abierta, el fraude electoral como instrumento de validación de su usurpación. Con ocasión de la elección presidencial correspondiente al término del período constitucional, de nuevo surge la alevosa conducta del fraude. Este comienza con la adulteración de la normativa constitucional y legal respecto de la fecha del proceso. Adelantarlo de tal forma, para impedirle a la oposición democrática, seleccionar su plataforma política ya evidencia claramente la ruta marcada. La obstinada negativa del régimen a garantizar las condiciones mínimas, puesta de manifiesto en las reuniones de República Dominicana, llevaron a la oposición a no participar en el amañado proceso del 20 de mayo de 2018. Tal decisión, avalada por la mayoría de las democracias occidentales, ha sido la base generadora de la total ilegitimación que hoy tiene el régimen madurista ,y su consiguiente aislamiento diplomático, político y económico. Ahora que dicho aislamiento se ha concretado, la comunidad internacional busca obligar a la camarilla roja a restituir la democracia, mediante un cese de la usurpación o la realización de un proceso electoral trasparente, con plenas garantías para todos, y con una supervisión directa de organismos especializados. Una vez más la dictadura se niega a realizar dicha elección. Propone adelantar la elección de la Asamblea Nacional, como su oferta de solución al conflicto. Una nueva Asamblea Nacional, para sustituir a la fraudulenta Constituyente. Una nueva propuesta para huir del problema, para burlar a la nación y a la comunidad internacional. Solo que ya nadie se llama a engaños. Ya todos saben que Maduro se sostiene en el poder con el aval de las armas, más no con el del pueblo, y tampoco de la constitución.
En medio de la tragedia nacional, y de la postura firme de rechazo a la usurpación consumada, surgen las voces que tratan de ofrecer un salvavidas a la dictadura. Se propone aceptar la elección adelantada del parlamento. Nos llaman a prepararnos desde ya, para concurrir a las elecciones de la Asamblea Nacional, cuya fecha debe ser a finales del próximo año, pero que el régimen quiere adelantar, con el deliberado propósito de sacar del foco de la lucha, la cuestión presidencial, donde se concentra la causa primaria de la tragedia conocida. De nuevo se deja de lado todo el expediente fraudulento ejecutado, y la natural desconfianza generada. Esta lucha no puede prolongarse en el tiempo, hasta el punto de hacerla nugatoria. El juego de la cúpula roja de agotar a la sociedad democrática, hasta que extenuada acepte para siempre un sistema político y económico miserable y autoritario, no puede ser tolerado hasta el infinito. La solución violenta no es conveniente, pero tampoco es conveniente aceptar para siempre una dictadura deshumanizada y corrompida como la que padecemos.

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