Bibiana García Visos
En el último siglo la temperatura media de la Tierra ha aumentado cerca de un grado. Ese calentamiento global está alterando los patrones de distribución y comportamiento de muchas especies. Los microorganismos que producen enfermedades infecciosas, o los vectores biológicos que los transmiten —mayormente artrópodos—, no son una excepción. Los efectos que el cambio climático tiene sobre ellos, y por tanto sobre nuestra salud, son difíciles de medir y de combatir, pero ya atisbamos algunos de los posibles escenarios hacia donde nos dirigimos.
Mucho antes de que Pasteur propusiese que los microoorganismos eran los responsables de la mayoría de las infecciones, ya habíamos observado que el clima afectaba a la transmisión de enfermedades. Por ejemplo, los aristócratas romanos se retiraban cada verano a sus residencias en la montaña para evitar las epidemias de malaria.
Condiciones ambientales
Los patógenos varían en tamaño, tipo y mecanismos de transmisión: van desde infinitesimales virus o bacterias, hasta hongos o parásitos. Todos necesitan unas condiciones ambientales determinadas para reproducirse y propagarse. Los fenómenos meteorológicos extremos, que acompañan al calentamiento global, afectan en especial a la distribución de las enfermedades que se transmiten a través del agua o de vectores biológicos, como los mosquitos. Un conjunto de patologías que en la actualidad son más frecuentes en zonas tropicales y en lugares con problemas de acceso a agua potable y saneamiento.
A medida que avance el calentamiento global, las regiones ahora secas se volverán aún más secas y las húmedas se volverán más húmedas. «Durante las sequías, la escasez de agua provoca un peor saneamiento, y la población queda expuesta a agua potencialmente contaminada. También el exceso de lluvias y las inundaciones contribuyen a aumentar las epidemias que se transmiten a través del agua», explica Emily Kate Shuman, médica experta en enfermedades infecciosas de la Universidad de Michigan, en Estados Unidos.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) calcula que para el 2030 habrá un 10% más de enfermedades diarreicas, contagiadas a través de agua o alimentos contaminados, de las que habría habido sin calentamiento global. Esas afecciones perjudicarán a los más débiles: niños y niñas menores de cinco años, población entre la que ya son la segunda causa de muerte.
Dengue y malaria
La enfermedades más estudiadas en relación a su propagación debido al cambio climático son la malaria —provocada por el parásito Plasmodium y diseminada por diversas especies del mosquito del género Anopheles— y el dengue —un virus que tiene como vector principal a otro mosquito, el Aedes aegypti—. «Por ejemplo, los mosquitos tropicales como las especies de Anopheles, que transmiten la malaria, requieren de temperaturas de al menos 16º C para completar su ciclo de vida», detalla Shuman. «Además, las poblaciones de los predadores naturales de estos mosquitos se reducen enormemente durante la época de lluvias», añade.
Así, las altas temperaturas pueden volverlos más activos; mientras que un aumento de las precipitaciones puede influir en su capacidad de diseminación. La ONU asegura que los riesgos de epidemia de malaria se quintuplican en los años siguientes al fenómeno del Niño. Las lluvias excesivas del monzón y la alta humedad influyen de forma importante en el aumento de la reproducción y la supervivencia del Anopheles.
El dengue es la enfermedad transmitida por un artrópodo más importante en términos de número de infecciones anuales y de mortalidad. En la actualidad, la mitad de la población mundial está expuesta a este virus. El principal vector de transmisión, el mosquito Aedes aegypti, vive en zonas urbanas de países tropicales. Sin embargo, en los últimos años se ha expandido y ya se ha introducido en Europa.
Para Shuman «hay una gran cantidad de ejemplos que sugieren que el cambio climático ya ha provocado la introducción de ciertas enfermedades en áreas donde no estaban». El caso más reciente y bien estudiado es el del hongo Candida auris que apareció en Japón en 2009. Desde entonces se ha expandido rápidamente a los cinco continentes, alcanzando Reino Unido en 2013 e infectando a más de doscientos pacientes desde entonces.
Los investigadores creen que la causa de que se haya expandido tan rápido es el calentamiento global. «La razón de que las infecciones fúngicas sean raras en humanos es porque la mayoría de ellos no pueden crecer a temperaturas como la del cuerpo. Como la temperatura global ha ido en aumento, organismos como la C. auris se ha adaptado al calor y sobrevive a la temperatura hasta ahora protectora del cuerpo humano», cuenta el microbiólogo Arturo Casadevall de la Universidad Johns Hopkins en Estados Unidos.
Evitar la expansión
Los modelos de predicción de cómo afectará el cambio climático a la expansión de enfermedades se han aplicado sobre todo a la malaria y al dengue. Según la ONU, un incremento de la temperatura media terrestre de 2-3º C aumentaría el número de personas que están en riesgo de malaria entre un 3-5 %, es decir varios cientos de millones. Respecto al dengue, los pronósticos climáticas más pesimistas apuntan a que en 2100 podría alcanzar el Reino Unido.
Además de luchar contra el calentamiento global con medidas como la reducción de emisiones o el ahorro energético, las iniciativas más recientes para evitar la expansión de estas enfermedades buscan anular a los mosquitos que hacen de vectores.