Hace 68 años vine a este mundo de los vivos y uno que otro muérgano gracias a la famosa comadrona María Rosario Abreu (Av. 13 con calle 14), a quien nunca se le murió un muchacho a pesar que atendía los partos en la misma casa de la madre de la criatura.
En 1942, las parejitas de enamorados se iban a golpe de las 6 de la tarde a disfrutar los aires de frescura que venía de la tierra de nubes. El sector se conocía como “Las Delicias”, arropaba sectores desde la Calle Real, hoy avenida 10, La Ciénaga, calle 16, iglesia San José. Todo era ensoñación.
En la comunidad de La Ciénaga, se fue formando una gran laguna con las aguas de lluvia… Un día, el valerano Víctor Parilli se trajo tres babillas desde El Jagüito, cerca del río Motatán y las llevó hasta la laguna de La Ciénaga… Los animales fueron creciendo y se transformaron en unos gordiflones caimanes. Un día, las familias se dan cuenta que las gallinas ponedoras de grandes huevos criollos han desaparecido. Los pavos que con tanto esmero alimentaban no se les volvió a ver la cara, los cochinos que preparaban para las hallacas navideñas, naiboa, no regresaban a casa.
La alarma se extiende por el vecindario. Un gigante caimán comía y comía todo animal que se acercaba a tomar agua de la laguna. Los vecinos se organizan y “pegan el grito al cielo”. Visitan al periodista Manuel Isidro Molina, le echan el cuento del gordiflón caimán que le encantaba la carne de cochino. Días después salió a grandes titulares en el periódico “Crisol”: “Caimán pone a correr a los vecinos de La Ciénaga”.
Benditos periodistas…
En el desarrollo editorial de Valera hicieron historia: Pedro Malavé Coll y su esposa Albertina Quevedo. La imprenta del periodista Amado Guerrero Matheus, editaba “El Correo del Interior”. Dejó para la posteridad la frase: «Un pueblo sin periódico, es un pueblo callado”.
Nacieron las 100 Casas
En 1943, en terrenos de Don “Chico “Abreu, papá de la “Negra Pancha”, la gran prestamista de la comarca, se inicia la construcción de las 100 Casas, hoy se conoce como Bella Vista… En 1945, Valera le abre las puertas a una gigantesca ola de trujillanos que se cansaron de llevar vainas por las penurias económicas y se mudan a nuestra ciudad. Llegan parroquianos de La Quebrada, Urdaneta, Tuñame, Jajó, se refugian en “Barrio Ajuro”, después bautizarían barrio “El Milagro”.
Lenguas bravas de Valera
Se reunían en la barbería de Proto en la calle 14 con Av. 13. Allí se recibían noticias y se daban noticias: Quien le está “pegando cacho al marido”. Qué funcionario del gobierno se está haciendo rico de la noche a la mañana. Qué valerano necesita sangre porque está a punto de “pelar mandarinas”. Dónde será el fiestón el sábado por el matrimonio de la hija de la “Negra Candelaria”.
La ciudad se reunía en la barbería de Proto, para compartir ricas anécdotas: En una oportunidad la novia le dijo a Nelson, no quiero más amoríos con usted, porque cada vez que se “emborracha” se pone más loco que una chiva… Nelson, conocido como “la rata”, en horas de la madrugada llega con su carro a casa de la ex novia, amarra al parachoques con una pesada cadena a la ventana, y “zúas”, la sacó de raíz; dejó el caserón sin ventana.
A un conocido comerciante le dijeron que la esposa le estaba pegando “quiquirigüiki”. El hombre “loco de celos” contrata un taxista en la plaza Bolívar, se ponen a seguir a la bella dama hasta que entra a una conocida discoteca de aquella Valera de hace 40 años. El comerciante le dio 500 bolivarianos para que la sacara del centro de diversión y la trajera al carro. A los cinco minutos, el taxista trae a una escultural dama a punta de empujones, el comerciante le grita;
-”Esa mujer no es mi esposa”. “Esa mujer no es mi esposa”…
El taxista, replicó:
-Tranquilo hermano. Esta es mi mujer… Ahorita, voy por la suya…
Obra consultada: La Valera de siempre. Jesús Matheus Linares.