Jesús Paredes con sus 90 años tiene una memoria asombrosa. Conoce la historia de la comarca, como si el corre-corre hubiera sucedido ayer… En amena conversa con este cronista de nuestro pueblo, nos dijo: “El gato Ojeda”, tenía un negocio de cachivaches (corotos usados), donde la gente de pocos recursos iba a comprar desde un martillo hasta una maquinita de moler maíz. El comerciante Armando Ramírez, era el dueño de la única bomba de gasolina que existía en el poblado, estaba ubicada en la calle Real, pleno centro de la ciudad, lo que hoy conocemos como Av. 10. También vendía hielo con un llamativo letrero que decía: “Se vende hielo frio”.
Juan Abreu, fue exitoso en el campo comercial, no daba ñapas como otros comerciantes, regalaba un cuaderno a los clientes, por cada compra se le pegaba una estampilla, cuando aquello estaba lleno, se le obsequiaban llamativos regalos: juego de platos, cucharas o vasos. El primer incendio que presencié en Valera fue en el negocio de Sergio Viloria, cayó un volador, y allí estaban los grandes depósitos de fuegos artificiales, todo quedó en cenizas.
El caimán que corría a los valeranos…
Antes de que construyeran la urbanización La Ciénaga, en este lugar se escenificaban los grandes encuentros de béisbol, de aquí salieron excelentes deportistas. En tiempos de lluvia, se convertía en una gran laguna, un día llegó un echador de bromas y abandonó un pequeño caimán, el animal creció, y hacía correr al que se acercaba al estanque de aguas de lluvia.
El gran personaje fue Cleto, hombre trabajador como él no había dos, pero tenía debilidad con el alcohol, los gritos en estado de borrachera se escuchaban en la plaza Bolívar, la policía llegaba con una carretilla, lo montaban, y se lo llevaban para la comandancia. Los parroquianos le preguntaban: Cleto, ¿Por qué lo llevan preso?, su respuesta tomó fama regional; “Por sospecha, todo es por sospecha”.
El portero parecía el director
En Sanidad de Valera todo estaba ordenadito, nada de abuso, hasta los médicos se comportaban a la altura, cáiganse para atrás; tanto respeto junto se le debía al portero, el famoso Negro Losada, tenía una estatura casi de dos metros y muy corpulento. La gente le tenía miedo, al momento en que llegaban los escolares con sus maestras y no querían tomarse las purgas, llamaban al negro Losada, agarraba al estudiante y “zúas” le lanzaba el purgante, los muchachos al ver aquel espectáculo se quedaban calladitos y hacían su cola para recibir de las enfermeras la purga que les sacaba hasta el diablo.
Peleadores callejeros…
“El loco Efrén» no perdía pelea en los bares de la ciudad. “El loco Toro”, había que buscar hasta seis policías para detener su furia boxística. “El loco Juvenal”, era bueno como latonero y experto en mandar al suelo a quien le buscara pelea. Trino Suárez, regentaba la bodega “El pobre negro”, por los lados de la calle 15. Si llegaba un “pordiosero” pidiendo limosna, le manifestaba: «Carajo, usted no sabe leer, esta bodega se llama «El pobre negro”, pero era en broma, en minutos le estaba regalando un buen pedazo de queso.
Bodega “Los viejitos”
Mario Jerez, fue un excelente panadero en la calle 15 con Av. 14, el pan cachito volaba… El pan V 14, de la panadería La Valerana, su fama llegó hasta la gran Caracas… En la Av. 10 con calle 14, el bebedor de caña hacía su respectiva cola, no para comprar alimentos, sino el famoso miche con miel de abeja que preparaban los hermanos Celis, un viejito de 90 años y el otro de 80. El que se echaba “tres campanazos” de miche agarraba unas borracheras de “Señor mío”.
La parada de la línea Valera – La Puerta estaba ubicada cerca del negocio de los “viejitos”, los choferes llegaban y se echaban sus copitas de sanjonero, a la altura de Carmania, parece que se les metía el diablo, imprimiendo a sus vehículos altas velocidades, gracias al miche con miel de abeja de los hermanos Celis.
Precios de alimentos de 1940
1 kilo de queso; un bolívar
1 kilo de azúcar; un bolívar
1 litro de leche; 0,50 céntimos
Panela; 0,25 céntimos
“La lochera”
Las calles eran de tierra, el único transporte que existía era la popular “lochera”, un camión de madera, una vuelta por la comarca costaba una locha (0,12 céntimos) … «Ramoncito” en su camión 350, regaba las calles con agua para que no levantara tanto polvero… Los primeros carritos de helados que conoció Valera los trajo Asterio Bravo, este maracucho le fue tan bien en el campo comercial que montó una fábrica de fideos.
Curas de buen corazón…
Donde hoy se encuentra el Centro Comercial Edivica, allí funcionó el Colegio Salesiano. Los curas recorrían las calles, muchacho que conseguían echando vainas lo aconsejaban y le entregaban un tique; tenía derecho a una exquisita paledonia, un sabroso guarapo de panela, una película blanco y negro, presentación de títeres, actividades deportivas, y cerraban con el santo rosario. Todo este fiestón sucedía los domingos; aquello se llenaba de niños y adolescentes… En diciembre, los curas salesianos “votaban la casa por la ventana”, recogían entre los comerciantes centenares de regalos y ropa nuevecita, a cada niño le daban llamativos obsequios que jamás olvidarían en su vida…
El avión, el avión…
Para finalizar esta amena conversa con Jesús Paredes, destacó: “Al inaugurarse el aeropuerto de Carvajal causó un gran impacto en la población. Había colas de personas que se iban a pie hasta Carvajal para observar la llegada de los aviones. El momento de algarabía era grande, cada aterrizaje era un gran aplauso que recibían los pilotos por la tremenda hazaña de llegar sanos y salvos con aquel gigante “pájaro de hierro” …Esa fue la Valera que conocí y jamás de los jamases olvidaré”.