Gustavo Salas Cubillán *
“El amado por el pueblo-bendito, el que viene en el nombre del señor. El feliz de su ágape, el bienaventurado. El de la Venerable orden tercera de San Francisco de Asís y entregado llevó hábito y votos seculares de obediencia, pobreza y castidad. El infuso de Yahvéh, nacido en Libertad”.
Goyo ayúdame, simplemente Goyo, es la convicción interior que se ha manifestado por propios y extraños, cristianos, devotos por más de una centuria de su y nuestra Venezuela y en oposición de los rasgos de la ilustración contemporánea, recorrida y trasnochada casi de oficio y a veces mediocre de contrariedad y de limitaciones.
En tiempos de agua, cuando germina el maíz, nació el ungido, un 26 de octubre de 1864; José Gregorio Hernández Cisneros, hijo de Benigno y de Josefa Antonia, casados en Betijoque, en la plena formación de la República. Cuarenta y tres años después de la consolidación de la Independencia nacional -1821-1864- en un gobierno de orientación Federal, acepción política que varía entre monárquicos y liberales, luego conservadores y liberales posteriormente la reinvención de federales, anuencia de posiciones que hizo horizonte en América.
El niño José Gregorio crecía en dos direcciones: una de formación de hogar y la religiosidad católica y la otra la educación de base elemental que obtuvo de su preceptor el maestro Sánchez, hasta llegar a la administración educativa de Guillermo Tell Villegas, mientras Isnotú continuaba en un quehacer rural y sin trifulcas políticas, podemos reflexionar que los preceptos sociales de nuestro Venerable no fueron particularmente pueblerinos de lo que fácilmente construya una estructura de médico, investigador, docente universitario, pianista, filósofo, poeta, administrador doméstico de su hogar y de propuestas de transformación de país en una Caracas que aún seguía mantuana, “con la llave de la casa del bolsillo a la puerta”.
Cavilaba el pensamiento de Hernández entre sus intentos de sacerdocio de comunidad, con los cartujos de San Bruno y el colegio Pio Latino de Roma. Cavilaba igualmente la ausencia de sus padres y su tierra que por noticia pública sabía que su Concejo Municipal era una lucha constante de poder, cosa que era reflejo de Venezuela y la América, y se hizo Terciario Franciscano y en su ahora de comienzo de siglo 20 su norte espiritual era la orden Seráfica, precisamente aquí podemos decir que Goyo el Siervo de Dios, Venerable y Beato para ese instante llegó al llegadero, con religiosidad, como la de San Pedro el Apóstol, cumpliendo votos de disciplina cristiana de pureza de varón y de su profundo amor a los pobres, un ciudadano de ejemplo y un ser de testimonio para con Yahvéh el Dios Bueno.
La región geo histórica de Betijoque, noble, de blasones, católica, humanística y libertaria abrió sus cornucopias señalando a su segundo ciudadano de excepción, el Beato José Gregorio Hernández Cisneros, quien nació en el suelo de Isnotú, después del humanista venezolano José Ignacio Lares Baralt y antes del padre de la Parasitología de Venezuela José Rafael Rangel.
¡Gracias su Santidad Francisco, por el Decreto de Beatificación!
*Cronista Municipal, Director Ad honorem del Museo Histórico Rafael Rangel. Miembro de la junta de patrimonio histórico y cultural del municipio.