El asesinato de talentos | Por: Antonio Pérez Esclarín 

           

Si bien el hambre y la miseria están impidiendo a nuestros niños, niñas y jóvenes un desarrollo apropiado; y si la desesperanza, la inseguridad, y el miedo  están matando el espíritu de muchísimos venezolanos que no ven salida a esta larga crisis y han hecho de la resignación  o la huida un modo de sobrevivencia;  la falta de educación o la pésima educación está asesinando los talentos y potencialidades de generaciones enteras.

Recordemos que educar no es instruir, adoctrinar, obligar o manipular. Educar es el arte de acercarse al alumno con respeto y con amor, para ayudarle a desarrollar todos sus talentos y potencialidades para que se despliegue en él una vida verdaderamente humana. De aquí la nobleza de la educación, pues es o puede llegar a ser la tarea humanizadora por excelencia, el medio privilegiado para que cada persona desarrolle sus dones y alcance una vida en plenitud, con los demás y para los demás, no contra los demás. A todos nos conviene tener más y mejor educación y que todos los demás la tengan.

¿Cuántos genios en potencia habrán quedado frustrados y cuántas potencialidades seguirán dormidas  por no contar con  una buena educación  que les ayude  a descubrirlas y potenciarlas? En uno de sus inolvidables escritos, el escritor portugués José Saramago nos ofrece una increíble descripción de su abuelo: “Viene cansado y viejo. Arrastra setenta años de vida difícil, de dificultades, de ignorancia. Y con todo, es un hombre sabio, callado y metido en sí, que sólo abre la boca para decir las palabras importantes, las que importan …Un hombre igual a muchos de esta tierra, de este mundo, un hombre sin oportunidades, tal vez un Einstein perdido bajo una espesa capa de imposibles, un filósofo (¿quién sabe?), un gran escritor analfabeto. Algo sería, algo que nunca pudo ser”.

A su vez,  Saint-Exupery recuerda un viaje en un tren repleto de gente pobre y sencilla. Un niño dormía tranquilo entre sus padres. El escritor  francés se quedó mirando la carita del niño y recordó la figura del gran compositor Wolfang Amadeus Mozart. Y pensó que tal vez ese niño tuviera en sí potencialidades como para llegar a ser un gran músico, pero temió que ni la vida ni su educación   le iban a ofrecer las oportunidades  necesarias, con lo cual sus talentos  quedarían ahogados.  Después de una larga reflexión, cuando el escritor separa ya definitivamente los ojos del niño, en su fuero interno lo considera como un “Mozart asesinado”.  ¿Cuántas personas no han podido realizar sus potencialidades por falta de educación? ¿Cuántos artistas, científicos, héroes, santos…, habrá bloqueado la mala educación? ¿Cuántos talentos habrá asesinado la falta de educación o la pobrísima educación?

Si queremos evitar esos asesinatos y realmente estamos convencidos de que la educación es el medio esencial de producir la riqueza más importante, el capital humano, es decir,  personas plenas y ciudadanos productivos, solidarios y responsables, debemos unir esfuerzos y voluntades para salvar la educación y garantizar a todos los niños, niñas y jóvenes una educación de calidad. Para ello, deberíamos asumir una economía de guerra en pro de la educación. Guerra frontal contra la ignorancia, contra la pobreza, contra la ineficiencia, contra el clientelismo, contra la retórica, contra la mediocridad, contra el maltrato a los educadores que tienen  derecho a vivir con un sueldo que les permita  vida digna, seguirse formando y dar lo mejor por sus alumnos.

 

 

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