El alza del dólar y la especulación: trágica situación económica para los venezolanos de a pie

 

Por: Luis A. Villarreal P.

Pese a los indicadores emanados de organismos multilaterales financieros y de analistas económicos, que venían destacando el inicio de la recuperación de Venezuela porque ya transitaba el camino del crecimiento económico —con 1,5 %  [FMI] y hasta de un 5% [CEPAL], mientras el gobierno cuestionado sostuvo que ‘el auge’ es de dos dígitos, atreviéndose incluso a predecir a corto plazo la pobreza extrema cero—, la crisis no ha dejado de mostrar sus efectos devastadores.

Los índices —in crescendo— muy aproximadamente señalan que desde hace tiempo el 95% de los venezolanos sufre los efectos de la pobreza, y un 77% de pobreza extrema [miseria], porque las causas, las terribles circunstancias que la producen siguen allí, dominando el espectro político nacional que es el caos: penurias, dominación y desesperanza.

Ya sabemos que el esfuerzo productivo —aunado a las remesas, al incremento de los precios del crudo— que inspiró los números porcentuales del espejismo económico venezolano, no mejoró el valor del pobre bolívar ante las divisas que definen la realidad económica, sino todo lo contrario.

Hoy vemos que los precios de los productos básicos indispensables de la cesta alimentaria han crecido en mayor proporción que la diferencia cambiaria dólar-bolívar.  Esto demuestra la tendencia hacia la usura y especulación, que amenaza con acaparamiento y bachaqueo;  flagelos estos que pretenden ser evitados, atenuados o controlados, con simples amenazas desde la fiscalía, o con la intervención del SUNDDE.

Mientras, el salario mínimo de 30 dólares al mes equivale a casi la mitad, los consumidores han quedado a expensas de los expendedores que colocan e imponen los precios, falsa y deficientemente supervisados.

¿Cuánto pasó a valer un kilo de queso popular, pasta, café, un cartón de huevos, el pollo, la harina…, cuánto se han elevado las tarifas del transporte …?  mientras los comerciantes y prestadores de servicios se quejan de que el cambio los ha puesto en ‘serias dificultades’, y el gobierno se aferra a un anclaje cambiario artificial que no representa los estándares del valor de dichos productos, de los bienes y servicios en general.

Y para corregir o revertir la problemática, ¿quiénes tienen la culpa de esta situación, de confinar a los venezolanos al sufrimiento —al abandono del país, a disgregarse de su gente, de su familia—, y a nuestro país al fracaso?

Sin pensarlo mucho y sin profundos actos de reflexión y contrición, deberíamos responder al unísono: todos somos culpables porque hayamos sido deficientemente venezolanos; inconscientes, permisivos u obsecuentes de lo indebido, en perjuicio de nuestro país.

Muchas son las causas de la debacle. Pero es mucho más fatídica la crisis y se vuelve insuperable porque vemos que una importante causa de cuanto ocurre, en detrimento del bienestar y felicidad colectivos, proviene de la oposición misma, principalmente partidista. Esta aseveración es la premisa conque algunos oficialistas han arengado a sus seguidores al nombrar los jefes de calle y de comunidad, aclarándoles que: «la razón primordial para atreverse a ganar una vez más las elecciones es el [fatal y cuestionado] desempeño de la oposición».

Y esta paradoja —deslealtad— o contradicción amenaza con peores consecuencias en el camino ya trazado por la Legitimación de partidos y liderazgos, las Primarias, y las Elecciones Presidenciales, que han de ser de verdad Elecciones Libres. Lo que vemos: declaraciones y posturas interpartidistas, no son sino síntomas de un diagnóstico cruel y desconcertante en el que predomina el desacuerdo opositor y la condescendencia hacia el régimen y con lo que a este beneficia y fortalece.

Cada semana que pasa nos acerca por lo menos a las definiciones que muchos esperan de parte de la Plataforma Unitaria Democrática, y que mantiene expectativa general sobre tantos aspectos mencionados y en los que la Plataforma tiene su palabra empeñada, para llevar adelante la realización democrática de las Primarias en el ámbito y confianza de la Unidad, que es la que puede proveer el entusiasmo y la cohesión para ganar el poder político.

También por parte de los Estados Unidos, que bien podría presionar para lograr por fin las Elecciones Libres, de estas siniguales elecciones de las que tanto se ha hablado, y que son depositarias del optimismo democrático, del valor y utilidad del voto; aunque siga sin precisarse, como se debe, detalles y elementos que las distingan claramente como factibles y verdaderas Elecciones Libres.

 

 

 

 

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