El alma valerana sanando heridas del pasado / Por Alfredo Matheus

Sentido de Historia

 

 

Estoy convencido que si no interactuamos en un grupo de autoayuda emocional, vamos a seguir llevando vainas un día y otro también… Hay un dicho de los abuelos que es un lujo de sabiduría: «Ayúdate que yo te ayudaré”.
Económicamente podemos estar bien, tener fama, poder, ir a misa los domingos, nos vamos a otro país a buscar nuevas oportunidades, casarnos con la mujer amada, lograr un título académico, tener dos doctorados por el pecho, cambiar este gobierno por otro, el bendito pero, pero si tú no trabajas tu salud emocional, vas a continuar en un eterno “sufrimiento inútil”… Hoy la neurociencia está convencida que la Inteligencia Emocional será “el gran remedio del siglo 21”.

Y lo digo con toda la humildad del mundo, después de trabajar desde hace 35 años con grupos de autoayuda en la ciudad de Valera, en el maravilloso mundo de la inteligencia emocional, y haber conocido centenares de experiencias de trujillanos que sobrevivieron en el peor de los infiernos y hoy disfrutan de santa paz, si nos lo proponemos podemos lograr alcanzar eso que llaman felicidad.

 

 

Construyendo comunidades felices

 

 

“El Alma Universal» del escritor Eduardo Galeano, sintetiza el hermoso trabajo que estamos haciendo en Valera, relacionado a Aprender a Vivir Mejor… Al salir del infierno emocional que vivimos, vamos a ayudar a otros a sacudirse ese mismo infierno. Es un maravilloso encuentro donde la palabra se transforma en la “reina de los terapeutas”… Resumo esta vivencia de los valeranos, con el hermoso testimonio de vida del escritor Eduardo Galeano:

“Y si me preguntas porqué escribo: Te diría que nací tartamudo, vengo de una familia económicamente pobre, fui hijo único, siempre la pasé solo porque era la burla de los chiquillos de la cuadra. En mí soledad me la pasé leyendo los libros viejos de mi papá, que él ya había olvidado por falta de tiempo, tenía que alimentar una familia…Estos libros viejos, despedazados me salvaron la vida, me enseñaron a volar, a conocer otros mundos,. Así que crecí leyendo y soñando…Mi padre me decía: “Hijo mío eres tartamudo, deja de leer tonterías, tienes que estudiar, aprender un oficio, si sigues así esta sociedad te va a destrozar”.

Pero seguí leyendo, porque leer me enseñó que no soy menos que los demás, ni mejor ni peor, sólo soy diferente. De pronto con mis 8 añitos me di cuenta de la vida, un auto con un alcohólico al volante mataba a mi único amigo. Así conocí la vida, la vida es una hoja en blanco, ahí puedes escribir lo que sea, pero hay renglones que no dependen de ti, sino de otros. Así que me volví a encerrar más en mis libros, un día, aún con 8 añitos escribí parte de mis sentimientos y se los enseñé a mi padre, los vio y dijo: «muy bien, pero tonterías pocas eh”.

Así que empecé a escribir para mí, me dejó de importar si alguien le iba a gustar, además me di cuenta de una cosa, ¡que leyendo o escribiendo no era tartamudo, no era el niño “retrasado” de mi colonia! ¡Era genial, porque ya no me quedaba paralizado! Así que decidí seguir a mis libros, y también a la escuela como quería mi padre…

Leer, dibujar y escribir fue mi salvación, descubrí que la felicidad no es ser rico o famoso, es aprender a amar, amar te hace sentir en la piel tus sueños, le enseña a sonreír a tus ojos cuando tu alma ya no tiene fuerza… Era solo un chiquillo que soñaba, nunca entendí por qué mi padre cuando me veía en silencio, nunca me dijo una grosería cuando me veía escudriñando las nubes por horas, nunca me dio una nalgada, nunca me trató mal, solo lloraba. A mí padre no lo puedo culpar de nada, ni cuando llegué a los 19, 20 años que me di cuenta que no solo era tartamudo y zurdo, sino que también era adoptado y como regalito con un diagnóstico de autismo. Nunca lo supe hasta que fui adulto, entonces entendí a mi padre, quería lo mejor para mí pero no sabía cómo.

Ahora sigo, iba a una escuela donde yo era el bufón de la clase, la mayoría de maestros se burlaban de mí condición. Había una maestra de matemáticas que frente a la clase me hacía responder cuánto era 2 más 2, y yo respondía, ”cua, cua, cuatro, y ella decía: “¿verdad que parece un pato?” y todos reían… Imagínense como era mí escuela. Pero dejen les cuento, a los 12 años llegó el día más triste y más feliz de mi vida, la maestra de literatura dijo: «Redacción, tema libre!” Yo hice un cuento, la mayoría de la gente normal, ¿Qué hace?: “mi mamá me, me mima”. Yo escribí 5 páginas, porque mi mente va más rápido que mis palabras. Pues verán mundo injusto, la maestra me puso un cero, le pregunté: ¿Por qué un cero? Me miró y dijo delante de toda la clase: ”mira hijo, mejor te vas buscando otro trabajo porque eres un inútil, no sirves para nada”.

Me dijo no “sueñes” ¡Se imaginan decirle a un niño de 12 años que no puede soñar! Aquel día me fui llorando a casa, nunca lo olvidaré, cerré la puerta de mi cuarto y dije: ¿Alguien cree en mí? “Vamos a ver: mi padre nunca me vio un niño fuerte, la escuela pensaba que era un ser inferior, sufrí acoso escolar, sufrí palizas por ser tartamudo, y entendí que los violentos son unos cobardes cagados de miedo por enfrentar la vida que sacan de su frustración pegándole a otros…”

Pero; ¿Qué creen? Cada golpe me hizo más fuerte, seguí mi sueño, no pudieron conmigo, así que ese día llorando en casa me di cuenta de que sí había una persona que creía en mí. ¿Saben quién era?, yo, y era suficiente. Y secando mis lágrimas me dije: «mi padre me ama, mi madre me parió, la escuela sabe más o menos quien soy, pero el único que sabe lo que llevo dentro y el único que conoce mis sueños, ¡soy yo! Así que recordé esa hoja en blanco, y escribí mis sueños, fui tras ellos, tengo solo una vida y es muy corta, y nadie va a cortar mis sueños, hice lo que me hace feliz, escribir, escribir mucho, y curar corazones, llevo años ejerciendo la cardiología y me construí un nombre en la medicina, y ¿qué creen?, ya no tartamudeo.
Aunque aquí entre amigos, les confieso que de vez en cuando lo hago un poco. He seguido mis sueños y ahora encuentro placer en un mundo que nunca quiso darme un empujón, a no ser para el barranco. Hoy al mundo que me despreció le digo: Gracias a ustedes soy lo que soy. Y sigo escribiendo porque la vida es esa:

“Donde se ríe y se llora, donde se abraza y se besa, donde se pierde y se estresa, porque la vida es esa: Un licuado de alegría con un toque de tristeza”. Eduardo Galeano

 

 

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