Por: Miguel Ángel Malavia
Uno de los aspectos esenciales de la ‘Rerum novarum’ de León XIII es su defensa de “la propiedad privada”. Un tema nada baladí, pues ante el “mal” que suponía la explotación de los obreros, el Papa denunciaba sin ambages que “los socialistas”, lejos de ofrecer una respuesta justa, optaban por “atizar el odio de los indigentes contra los ricos” y favorecer que “todos los bienes sean comunes” y “administrados” por el Estado.
Pero, aunque pueda sonar bien la música que habla de “distribuir por igual las riquezas y el bienestar entre todos los ciudadanos”, su letra es “sumamente injusta” y, de hecho, lleva a “perjudicar a las propias clases obreras”.
La razón es sencilla: todo trabajador tiene como fin “procurarse algo para sí y poseer con propio derecho una cosa como suya”. Así, a través del justo “salario”, podrá “conseguir lo necesario para la comida y el vestido”. Pero, aún más, si luego “ahorra algo” y lo invierte “en una finca”, ese y no otro es el verdadero futuro de todo individuo y de toda familia: conseguir la autonomía que da tener un hogar en el que cobijarse y un espacio en el que trabajar solo para su provecho, sin depender de otro.
En definitiva, “la propiedad de las cosas, tanto muebles como inmuebles”, no es solo cuestión de “justicia” (se han ganado con el esfuerzo propio), sino la base de un mañana ilusionado. En cambio, cuando “los socialistas”, “privándolos de la libertad” de encarnar sus sueños presentes y futuros, los adentran en una espiral gris en la que el Estado dispone de la posesión de cada elemento vital, “empeoran la situación de los obreros todos” y, en definitiva, “los despojan de la esperanza”.
Por ello, León XIII defiende que “el poseer algo propio es un derecho dado al hombre por la naturaleza”. Y es que, si hay salgo que “sobresale en nosotros”, lo que distingue al hombre “de las bestias”, es “la razón o inteligencia”. Por esta, “tiene en su mano elegir las cosas que estime más convenientes para su bienestar”. ¿Y qué hay en este mundo nuestro que “proporcione las cosas necesarias para el futuro” sino “la tierra misma”, cuya “fecundidad” nos alimenta y conforta?
No hace falta ser un ‘conservador’ para saber que el hombre necesita que su vida gire en torno a “algo estable y perpetuamente duradero”. Para nosotros y para los nuestros. Ahora bien, “esta continuidad no puede garantizarla más que la tierra con su fertilidad”.
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