Por: Carlos Vignolo*
¡Sí! En Educación urge una Revolución. No es la única Revolución que requerimos. Pero es la más importante y la más urgente.
Ello implica, en primer lugar, perderle el miedo a la idea de Revolución.
¿Qué es una Revolución?
La Revolución no es más que la innovación cuando esta tiene que ser radical. Cuando no basta más y mejor de lo mismo. Cuando no puede ser incremental. Cuando tenemos que cambiarnos de Paradigmas. Cuando, como decía Einstein hace 100 años atrás, no podemos seguir buscando las soluciones desde los mismos modelos mentales, ideas creencias, paradigmas, desde los cuales surgen los problemas. Más revolucionarios tienen que ser los cambios cuando, aparte de cruciales, tienen que ser rápidos. Cuando urgen. Cuando nos va la vida.
Para perderle el miedo a la idea de Revolución ayuda tener presente que el fracaso de muchas de aquellas deseables, con nobles propósitos, se debió a que estaban débilmente fundamentadas y/o irresponsablemente diseñadas y/o mal ejecutadas. O algunos de sus líderes evolucionaron negativamente durante el proceso, vulnerando finalmente los principios y valores que supuestamente las justificaban y orientaban. Es por ello por lo que es fundamental garantizar la adhesión sólida y estable a principios, valores y derechos humanos fundamentales, de parte de quienes lideran las revoluciones.
Ayuda también a perderle el miedo a las revoluciones el tomar conciencia de que en las nuevas realidades no basta aquello de “Innovar o Morir”. En muchos ámbitos será “Revolucionar o Morir”. En lo personal requerirá de “Revolucionarnos o Morir”. La Nueva Revolución Científica y Tecnológica, asociada a la 4ª Revolución Industrial, está recién empezando y tendrá un impacto inédito e impensado sobre lo que hacemos y pensamos, incluyendo nuestra concepción de lo humano.
¿Logré convencerle de que tiene que convertirse en un revolucionario/a?
Sí, ¡Ud.! No solo los políticos, los expertos en educación, quienes tienen educación superior, las élites. Tendrán que hacerlo también. Pero sólo la harán si todas y todos lo hacemos. Y les forzamos a seguirnos.
Las élites gobernantes, en el amplio sentido de la palabra, tienden a ser más bien opositores que promotores de las Revoluciones. Hace sentido, ¡no! Mucho que perder e incierto lo que ganar.
¿Por qué tenemos que hacer una Revolución en Educación?
Porque sabíamos hace mucho tiempo que nuestra educación es decimonónica, diseñada principalmente para preparar las obreras (y los obreros) requeridos por la Primera Revolución Industrial. Todas/os iguales, disciplinados, obedientes, con sus emociones contenidas, para ser capaces de soportar sin entrar en rebeldía doce o más horas diarias de trabajos extenuantes, repetitivos y enajenantes. Para el Siglo XXI, para la Cuarta Revolución Industrial requerimos todo lo contrario: potenciar las diferencias, liberar las energías emprendedoras, creativas, innovadoras y críticas.
Porque nos va muy mal en las pruebas internacionales de educación. Incluyendo los mejores colegios de la élite económica. Porque sabemos que tenemos que avanzar urgentemente hacia una educación de igual calidad para todas las niñas y jóvenes, como única forma de echar las bases de una verdadera igualdad de oportunidades. No basta con ello, pero es el primer paso.
Porque tomamos conciencia, fruto de la pandemia que estamos sufriendo, acerca de la crucial importancia de la educación cívica, una educación para ser ciudadanos conscientes y responsables, una educación para la convivencia respetuosa y solidaria.
Porque tomamos conciencia de la importancia de la educación para la salud. Para el cuidado de nuestros cuerpos y nuestras mentes. Para tener un sistema inmunológico fuerte. Para adaptarnos y “mutar” más rápido que los virus.
Porque es ahora más claro que nunca que la función educacional debe estar en el centro de toda sociedad genuinamente orientada a la convivencia armónica, justa, igualitaria y solidaria. Porque se hace evidente y urgente, como nos lo está mostrando Finlandia, el país líder en educación en el mundo, que las profesoras y los profesores deben estar en la cúspide de la pirámide profesional. Que debe ser el oficio más demandado, más gratificante y más exigente en términos de las competencias requeridas para ejercerlo bien, siendo la principal de ellas el Amar lo que hacen y Amar a las niñas, niños y jóvenes a cuya formación para la vida contribuyen.
Seguiremos conversando…
*Académico de la Universidad de Chile