Educación en tiempos de pandemia: dispositivos tecnológicos, el nuevo pizarrón

El no poder asistir de manera presencial al aula de clases ha obligado – con todas las limitantes - utilizar las tecnologías de un modo transmisivo, como antes se hacía con los antiguos pizarrones o libros de texto. Especialistas en el área educativa señalan que resulta urgente que nos capacitemos para utilizar las tecnologías para la autonomía en el aprendizaje

Para el especialista en educación, Antonio Pérez Esclarín, es una  falacia decir  ingenuamente que la pandemia  trata a todos por igual, cuando  la realidad es que golpea con más fuerza a las poblaciones más vulnerables. Recalca que en el área de educación son los pobres quienes sufren las peores consecuencias.

Ante la dificultad de realizar la educación presencial, que es la que posibilita una verdadera educación, se ha extendido la educación online. “No podemos ignorar  que  a este mundo virtual no todo el mundo tiene igual acceso,  con lo que a las nuevas discriminaciones y desigualdades,  habría que añadir la discriminación  digital, dado que las poblaciones más vulnerables y los grupos empobrecidos y excluidos, escasamente pueden acceder al mundo de internet”.

Pese a esta coyuntura, es increíble y digno de admiración y  reconocimiento  el trabajo de numerosos docentes que desde la penuria y  precariedad se esfuerzan por garantizar educación a sus alumnos. A pesar de que sus salarios son irrisorios, estos educadores  se la pasan – en estos tiempos de pandemia –  recibiendo y enviando mensajitos de WhatsApp,  se han formado  compulsivamente en el uso de las tecnologías, graban clases desde sus casas, crean e inventan materiales didácticos que incluso reparten a pie por las casas de sus alumnos.

DERROTAR  LA RESIGNACIÓN, AFIANZAR LA RESILIENCIA

“En estos tiempos en que, como consecuencia de las graves crisis que vivimos, escuelas y universidades  se están quedando sin docentes y sin alumnos, es urgente que afiancemos la pedagogía de la esperanza comprometida y del amor hecho servicio.  Yo comprendo la estampida de miles de educadores que han abandonado las aulas porque  lo que ganan no les alcanza para malcomer y se dedican a otras actividades más productivas o han decidido abandonar el país con la esperanza de construir fuera, para ellos y sus familias,   el futuro  que aquí se les niega. Pero los que optan por quedarse  deben emprender una reflexión profunda para que la opción de quedarse no sea un acto de resignación y  lamentaciones,  sino  una decisión radical  que se traduzca en trabajar por derrotar  la resignación  y afianzar la resiliencia, el  compromiso  y  la solidaridad”, opina Pérez Esclarín.

 

DESAFÍOS IMPUESTOS POR LA COVID-19

La COVID-19 ha puesto de manifiesto muchas de las carencias de nuestra sociedad y, en especial, de la educación. Esta pandemia ha señalado su fragilidad, la brecha de desigualdad que existe entre nuestros alumnos y el escaso poder de innovación que posee nuestro sistema educativo. Ante esta realidad, Pérez Esclarín insiste que urge que reflexionemos  y  nos planteemos en serio  cómo educar en estos tiempos tan inciertos e inseguros.

La pandemia nos enseñó que debemos  abandonar de una vez esa educación que enseña a responder preguntas intrascendentes y ajenas a la realidad e inquietudes de los estudiantes,  y trabajar por una educación que nos enseñe a  interrogar permanentemente la realidad de cada día para  descubrir los mecanismos de opresión y discriminación,  y promueva el pensamiento crítico y autocrítico. Educación que nos enseñe no a repetir información, sino a procesarla y analizarla. Educación para resolver problemas, para saber reconocer y desmitificar las propuestas mágicas de certidumbre que nos llegan de los centros de un poder que no buscan precisamente  transformar la realidad, sino mantenerla en su  injusticia e inhumanidad. Educación  que nos enseñe a desaprender, aprender y reaprender permanentemente;  que promueva más que la enseñanza el aprendizaje continuo. Educación que se integre y articule cada vez con mayor firmeza con las familias y las comunidades. Educación que reflexione sobre el uso poco adecuado y la excesiva mitificación de las tecnologías, que tiene el peligro de propiciar y fomentar  una educación bancaria, transmisiva y no una educación que promueve el pensamiento crítico, el  aprendizaje y coaprendizaje permanentes, el diálogo de saberes”, dice el especialista.

 

IMPORTANCIA DE LA CAPACITACIÓN TECNOLÓGICA

Hoy, por lo general,  las tecnologías se están utilizando de un modo transmisivo, como los antiguos pizarrones o libros de texto. Pérez Esclarín señala que resulta urgente que nos capacitemos para utilizar las tecnologías para la autonomía en el aprendizaje. Por ello, la necesaria dotación de tecnologías y el esfuerzo por acabar con la brecha digital deben ir  acompañados de formación pedagógica para garantizar su uso apropiado.

“Esta coyuntura mundial por la pandemia reafirmaron una vez más que la educación debe retomar con fuerza su esencia humanizadora y orientarse a la formación de los valores humanos esenciales que nos permitan realizarnos como auténticas personas, convivir con los otros diferentes, y defender la vida humana, animal y vegetal donde quiera que esté siendo amenazada, maltratada y destruida. Educación que considere la diversidad como riqueza, fortalezca la cultura democrática,  y combata los comportamientos racistas, discriminatorios y excluyentes”.

 

¿SE HA PERDIDO EN ACADEMIA?

Juan Sebastián Hoyos es profesor de Psicología del Bienestar y de Filosofía Oriental. Actualmente es vicerrector del colegio Gimnasio Moderno de Bogotá. Es uno de los pioneros en Colombia en la implementación de modelos de educación positiva o educación para el bienestar y el florecimiento.

“Esta pandemia nos ha enseñado la importancia del cuidado y la compañía. Nos ha enseñado a fortalecernos, a ser resilientes, a curtir nuestra personalidad. Nos ha obligado a encontrar soluciones, a cultivar un espíritu positivo. Somos ahora más solidarios. Se ha perdido en aprendizaje. Se ha perdido en academia. Pero esto nos ha medido y nos ha fortalecido como seres humanos. Creo que esto es más importante que lo curricular”.

En la opinión de Hoyos son varias las cosas buenas que nos ha dejado este confinamiento y esta pandemia. “Creo que esta pandemia nos ha obligado a replantear nuestra visión sobre la vida. Nos ha hecho volver a las preguntas fundamentales. Y creo que esa reflexión ha permeado al sector educativo”.

 

LAS PREGUNTAS FUNDAMENTALES

Sigue opinando el especialista: “Cuando leo sobre educación, veo que todo el debate se ha centrado en la relación entre virtualidad y educación. ¿Cómo potenciar y robustecer nuestros modelos virtuales? ¿Qué plataformas usar? ¿Cómo formar mejor a nuestros profesores? ¿Cómo llevar internet gratuito a los menos favorecidos? Creo que estas preguntas son muy importantes. Pero nos desvían un poco de la pregunta de fondo. Lo que nos enseña este confinamiento tiene que ver con otro tipo de preguntas. Preguntas sobre el sentido y sobre las finalidades de la educación”.

Añade que lo que está pasando nos enseña que una verdadera educación debe darle mucha importancia a preparar para dos temas fundamentales inherentes a la vida: la incertidumbre y el manejo de la adversidad. “El futuro es impredecible y lo es aún más en la edad de la inteligencia artificial, pero lo cierto es que este virus rompió con todos los esquemas de proyección”.

Explica que la situación actual, tan adversa, tan compleja, casi apocalíptica, ha generado problemas muy graves de salud mental en nuestras comunidades: depresión, angustia, ansiedad, estrés, soledad, pánico. La adversidad genera eso: emociones negativas que nos agobian y nos destruyen por dentro. “Con ello, el principal reto del sistema educativo hoy no tiene que ver tanto con lo pedagógico sino más con lo emocional. Con la ética del cuidado. Con el bienestar y el cultivo del mundo interno como respuesta a una crisis colectiva de proporciones insospechadas”.

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Por: Alexander González

IG: @AlexGonzalezDigital

Foto: Cortesía y Archivo Digital DLA

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