En Miami, Estados Unidos, murió la madrugada de este lunes a los 76 años, Eduardo Alemán Pérez, director de El Carabobeño, un destacado periodista y empresario valenciano que siempre tuvo una visión futurista del país y que defendió la libertad de expresión con absoluta convicción.
Desde hace unos meses su salud estaba menguada por efectos de un cáncer que se venía tratando pero que lamentablemente no pudo superar.
Eduardo Alemán Pérez era hijo del fundador de El Carabobeño, Eladio Alemán Sucre y Clemencia Pérez de Alemán. Formó una familia con Diana Van der Meer, con quien procreó a sus hijos Diana Andrea, Eduardo Enrique, Daniel Alberto y Fabiana Alemán Van der Meer.
Ellos lloran su partida acompañados por sus esposos, Andrés Casanova Vegas, Diana Mendoza de Alemán y Nicole Sardone de Alemán; y sus hijos Daniel Sebastian Alemán Brito; Andrés, Rodrigo y Camila Casanova Alemán; Bianca y Olivia Alemán Mendoza.
Cursó estudios en el Colegio La Salle de Valencia y en el San Ignacio de Caracas. Luego ingresó a la Universidad Católica Andrés Bello, donde obtuvo el título de Licenciado en Periodismo en 1967 con la promoción Pedro Pablo Barnola, la segunda de esa carrera que egresó de la casa de estudios.
Posteriormente fue a Estados Unidos donde cursó estudios de edición y administración de periódicos en la Universidad de Georgetown en Washington y en la de Kansas. Trabajó en los talleres del diario Buffalo Evening News de Nueva York hasta el año 1969.
En 1970 regresó a Venezuela y fue nombrado subdirector gerente de El Carabobeño. Tomó las riendas de la dirección del diario el 28 de junio de 1985, tras la muerte de su padre, acaecida en 1984. Lo acompañaron en la junta directiva sus hermanas Marisol Alemán de López y Mariluz Alemán, como vicepresidentas.
Visión de futuro
Su visión futurista lo motivó a mudar la sede del diario, desde la avenida Soublette en Valencia, hasta la urbanización La Granja en Naguanagua. Se trata de unas modernas instalaciones, inauguradas en 1997 con asistencia del presidente de la República del momento, Rafael Caldera, que causan admiración a todo el que la conoce. Es una de la sede de medios más hermosa de todo el país.
En marzo de 1992 fue designado presidente del Bloque de Prensa Venezolano, institución que reunía a los grandes medios de comunicación del país. Desde 1994 fue directivo de la Sociedad Interamericana de Prensa, dedicada a defender la libertad de prensa en las Américas.
Fue también directivo de la Cámara de Comercio de Valencia, miembro fundador de la Universidad Tecnológica del Centro, e integrante del Consejo de Fomento de la Universidad de Carabobo.
Los periódicos son para servir
En una entrevista que concedió a Alfredo Fermín a propósito de la celebración del Día del Periodista en 1983, confesó que siempre había admirado a su padre por su honestidad y su vocación de servicio. También por el hecho de que le inculcó que El Carabobeño no podía ser considerado una herencia para sus hijos, sino una institución de Valencia, pues la comunidad contribuyó a forjarlo y permanecía vigilante de su actuación.
Era, por tanto, un convencido de que los periódicos son para servir, no para ser servidos. Era un gran defensor de la libertad de expresión y así lo hizo saber al mundo. Ratificó su posición desde el mismo momento en que comenzaron los ataques contra medios de comunicación en el país.
En el año 2013, durante la celebración del 80 aniversario del Diario del Centro, lo dejó claro. Al iniciar su discurso sentenció: “Este año, como todos los quince anteriores, no son nada halagadores”. Cuestionaba así la forma en que se venían desarrollando los eventos en el país.
Una cruzada por el papel
Dos años más tarde comenzó la cruzada para tratar de que el complejo editorial Alfredo Maneiro vendiera papel a los diarios impresos. Pese al empeño que le puso a esta tarea, pues lo que estaba en juego era la libertad de expresión, no pudo evitar que El Carabobeño dejara de circular en su edición impresa.
Convencido de que los medios de comunicación no son cualquier empresa y que un cambio de dueños puede afectar sensiblemente la libertad de expresión, en especial cuando caen en manos del gobierno, Eduardo Alemán Pérez hizo todos los esfuerzos.
A medida que se acababa el papel en depósito, se le notaba más apesadumbrado, junto a su familia y el personal bajo su cargo, al que también estaba defendiendo.
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