Gonzalo Fragui
Medio dormido, Perucho recordó que su esposa Perla cumplía años ese domingo. Había amanecido fuera de casa y se imaginaba el chaparrón que le iba a caer cuando llegara. Llamó a Puchini, su chofer de siempre, le pidió que comprara el mejor ramo de rosas que consiguiera y que lo fuera a buscar en un bar que ya había cerrado. Puchini visitó varias floristerías pero, por ser domingo, ninguna estaba abierta. Fue al bar donde Perucho lo estaba esperando y se dirigieron a La Pedregosa. Al pasar por el Cementerio Jardines La Inmaculada, Puchini vio flores. Perucho le pidió que comprara lo mejor. Puchini se bajó del carro y escogió meticulosamente las flores más bellas. Mientras Puchini buscaba en el carro el dinero para pagar, la floristera generosamente le regaló un lazo y el ramo quedó espectacularmente hermoso. Puchini dejó a Perucho en casa y se marchó.
Al otro día, cuando Puchini fue a buscarlo, Perucho le recriminó:
– Eso no se le hace a un amigo.
– ¿Qué pasó?, preguntó asustado Puchini
– Pues que Perlita me puso el ramo por la cabeza y por poco me mata.
– Pero no entiendo, Doctor, yo escogí las mejores rosas.
– Sí, pero no se fijó en lo que decía la cinta morada esa que le pusieron.
– ¿Y qué decía?.
– Decía: “Que En Paz Descanse”.