“Retiraron a los colectivos”, “se asustaron de que venga la ONU a la frontera y los colectivos ya no cobran”, es lo que se escucha en el camino de las trochas entre San Antonio, municipio Bolívar del estado Táchira, y Villa del Rosario, Departamento Norte de Santander, frontera colombo- venezolana.
Desde el cierre del paso por los puentes internacionales anunciado el pasado 22 de febrero por la vicepresidenta de la República, Delcy Rodríguez, como una medida previa al anunciado paso de la ayuda humanitaria el día 23 de febrero, hombres encapuchados y sin capucha, de civil, cobraban entre 2 mil y 60 mil pesos por dejar pasar por los llamados caminos verdes, que serían más de 800 en toda la línea limítrofe, de acuerdo a información suministrada por la policía colombiana.
A un mes de aquella decisión, este fin de semana se pudo constatar que los hombres que solicitaban “colaboración en mano” para poder cruzar, y que le pedían a quienes llevaban costales o determinada mercancía que les gustara, una cantidad de dinero superior para dejarlos pasar, ya no están.
Tan sólo hay unas personas pidiendo a quienes deseen ayudar con cualquier moneda para mantener los puentes improvisados con costales de cal, sobre las rocas en medio del río Táchira, y así evitar que los transeúntes pasen por el río.
Son cientos de venezolanos que van y vienen por estos caminos, la mayoría cargados de bolsas con mercado, porque aseguran que les sale más económico comprar en Colombia, además de que consiguen lo que en Venezuela ya no existe.
Desde el Puente Internacional Simón Bolívar, que une a San Antonio del Táchira por Villa del Rosario, se observa el camino de hormigas. El ir y venir por las trochas, que no es un secreto para las autoridades de ambas naciones, y que es la única opción de escape para quienes requieren viajar a Colombia por razones humanitarias.
Casos especiales
Desde hace unos 15 días sobre el puente estaban permitiendo el paso de estudiantes y de personas que requieran hacerse tratamientos de lado colombiano, pero desde esta semana la reapertura del paso entró en una segunda fase, según lo afirmó el alcalde del municipio Bolívar, William Gómez, que consiste en el acceso también a personas de la tercera edad, mujeres embarazadas y “casos especiales”.
Aunque no especificó de qué se tratan los casos especiales, dejó abierta la posibilidad de que poco a poco se dejen acceder a más venezolanos por los puentes internacionales.
Sobre el puente siguen tres containers colocados como obstáculos, que tienen una pancarta hecha en tela en la que tienen escrito en letras de color negro: “violencia y destrucción, muerte y sangre no son cosas de Dios”.