Kiev, 31 ago (EFE).- Ucrania carece de buques de guerra y ha sido incapaz hasta el momento de contrarrestar el dominio militar ruso sobre el Mar Negro, una situación que podría estar empezando a cambiar con la entrada en escena de los drones marítimos de fabricación propia con los que Kiev ha empezado a atacar a la poderosa flota militar rusa.
En una entrevista reciente con el servicio en ucraniano de Radio Libertad, el jefe de la inteligencia militar ucraniana (GUR), Kirilo Budánov, apuntó al bajo coste de estos dispositivos kamikaze, “incomparable con el precio de un buque”, como una de las claves de su éxito.
Budánov reconoció que Rusia logra destruir entre un 60 y un 70 % de los drones marítimos que lanza Ucrania. Pero el 30 % que alcanza su objetivo, añadió, es un verdadero “problema” para la flota rusa.
Dos de las operaciones más efectivas de este tipo de drones tuvieron lugar el 4 y el 5 de agosto, cuando en un plazo de menos de 24 horas aparatos marinos ucranianos no tripulados cargados con explosivos alcanzaron un buque de guerra ruso y un petrolero.
El primero de los barcos se encontraba en el puerto de Novorosisk, en el territorio de la Federación Rusa y situado en el extremo nororiental del Mar Negro. El petrolero, en cambio, estaba en la costa de la península ucraniana de Crimea, ocupada por Rusia desde 2014 y situada en el norte del Mar Negro.
BUQUES RUSOS EN RIESGO
Además de averiar o dejar inservibles los barcos enemigos, como ocurrió en estos dos casos, el objetivo de Kiev es hacer sentir a la flota rusa “que no puede sentirse segura” ni siquiera en los puertos rusos, como ha explicado el representante del GUR ucraniano Andrí Yusov en una entrevista en la televisión ucraniana.
Rusia se vale de la cercanía del Mar Negro con el territorio de Ucrania para atacar ciudades e infraestructuras ucranianas con misiles lanzados desde barcos y submarinos que navegan por estas aguas.
Si la flota rusa corre el riesgo de ser atacada en las costas de Crimea y otros puertos del Mar Negro, sus buques verán limitada su capacidad de golpear a Ucrania desde este mar interior.
Otro de los objetivos de Ucrania es restablecer la libre navegación desde sus puertos.
La contraofensiva naval ucraniana empezó a crecer en intensidad a mediados de julio cuando Rusia dio por terminado el llamado acuerdo del grano, por el que durante un año permitió con limitaciones la salida de cereal ucraniano por tres puertos de la región de Odesa.
Además de retirar estas garantías Rusia declaró objetivo militar todo barco comercial que se acercara a puertos ucranianos, impidiendo así a Kiev continuar con sus exportaciones marítimas.
REPERCUSIONES INTERNACIONALES
“La flota rusa en el Mar Negro es una amenaza no sólo para Ucrania, sino para los barcos de otros países”, dice a EFE el analista militar ucraniano Alexander Kovalenko, que considera que Kiev ha comenzado “el proceso de desmilitarización” del Mar Negro con sus últimos ataques con drones a buques rusos.
Si Ucrania lo consigue, prosigue el experto, habrá sentado “un precedente único en la historia de los conflictos armados”, el de “un país que no tiene flota derrota a un país con flota en una batalla naval”.
De la batalla ucraniana por recuperar su salida al mar forman parte también los cada vez más frecuentes ataques con drones aéreos, y ahora también con misiles modificados que Kiev está disparando contra la península de Crimea, cuyo control es un factor clave para el control del Mar Negro.
“Los últimos ataques contra el territorio de Crimea demuestran la capacidad de las fuerzas ucranianas para llevar a cabo operaciones dentro de la península; Crimea se ha convertido en un objetivo alcanzable”, dice a EFE el coronel ucraniano en la reserva, Serguí Grabski.
El militar retirado señala que la reapertura de la navegación hacia los puertos ucranianos tendría repercusiones positivas para los mercados alimentarios internacionales que dependen en buena parte de los productos agrícolas ucranianos.
“La destrucción de las capacidades rusas en Crimea ofrece a Ucrania protección económica y beneficia a todo el mundo”, concluye Grabski.
Marcel Gascón