Douglas Bohórquez, la desgarrante soledad | Por: Ramón Rivasáez

Valera bicentenaria,  protagonistas (20)

 

Arribó a Trujillo directamente a laborar la docencia universitaria en el NURR, tras egresar de La Universidad del Zulia (LUZ);  adhirió inmediatamente el grupo de poetas liderados por Rafael José Alfonzo que ya había incursionado en la hermosa gestión de producir páginas literarias en la prensa local en los periódicos El Tiempo, en especial, en el Diario de Los Andes, medio en donde la apertura contó con el fervoroso apoyo de su editor, Eladio Muchacho Unda.

Douglas Bohórquez. Foto: tomada de internet.

Douglas Bohórquez (Maracaibo, 1951), había publicado en 1985,  el poemario “Vagas especies”, con el cual obtuvo el premio literario Fernando Paz Castilllo, instituido en Caracas; el libro dio conocer al escritor zuliano  que pronto comenzó a colaborar con las páginas literarias creadas por Alfonzo y sus compañeros, nucleados alrededor del DLA.

En 1991, apareces su segundo título “Fabla del oscuro”, en el que se percibe la soledad que desgarra lenta pero feroz, que hunde sus dentelladas y flagela la piel del poeta; lo ubica en lo cotidiano, las amistades, la aridez del esplendor marca sus pasos; el escenario local lo constriñe a repensar su estancia en medio de la desolación; la ingrimitud que ataca, rodeada de gente que saetea, lanza venablos y avasalla.

Otro poeta con la misma inquietud en el tratamiento del tema es el trujillano Francisco Pérez Perdomo, el que redescubrió la asombrosa poesía de José Antonio Ramos Sucre, el suicida ginebrino. Una poesía asediada por el dolor, la ansiedad, las tinieblas y la sordidez del entorno son las señas de identidad entre ambos poetas, el marabino y el boconés.

Bohórquez se somete a una despiadada expiación; desea expulsar los demonios existenciales, sacudirse los fantasmas que le acosan, que buscan las rendijas del alma para evaporarlo en la vulgaridad, la banalidad. Sabe que es preciso desterrar el tedio, exiliarse en la palabra, en la luminosidad de la poesía, para asirse a la verdad.

Este libro muestra a un pájaro atascado en su vuelo azul; el aire resulta intraficable, así el poeta se conduce hasta encontrar un bajel   apropiado tras editar el poemario  “Calle del pez” (Monte Avila, 2005),con el cual recibe una bocanada de aire fresco, que revitaliza su poética, que abre otros caminos, señala vertientes que expanden su fuerza creadora mediante la posesión de territorios de la palabra con resonancias que despiertan el fulgor; se desliza por campos  gozosos, de jolgorio que el poeta se había privado.

Suelta amarras, entonces, la nave poética boga resuelta a surcar los mares profundos de la creación; con rigurosidad, de tal modo el resplandor necesario, le acompaña en su inquietud, su poema “Contra el miedo”, es revelador, “Un poeta no puede vivir en el miedo/debe vivir saltando/ entre las copas de los árboles/  sobre la mesa de los bares/como un ruiseñor /incendiado de azul/ sobre la ceniza de los días y la lluvia/ y los desperdicios de la ciudad/ nada de vivir aislado/en los jardines de los grandes señores/sería más glorioso existir/ como un vendedor ambulante/ negociando su última pieza/ como un campesino con su marusa/como un sacerdote en su exilio de Dios/ cabalgando sobre la propia cola del infierno”.

Después el poeta canta con fuerza para dejarse oír por Euterpe en su hermoso texto Chagall “Amo esas mujeres desesperadamente locas y bellas/ un poco ebrias quizás/sobrevolando entre caballos salvajemente tiernos y azules como el amor/ amo ese país de mujeres lejanas/ fulminantes de pasión y luz/ revoloteando de tanta correría y tanta música/ amo el amor/ de esa novia/que remonta el cielo de París/ esplendorosamente leve/ sola de si/ escoltada por sus amantes”.

 

 

 

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