A veces autores eminentes han dicho cosas que nos dejan perplejos y no sabemos cómo interpretar. El filósofo inglés Thomas Hobbes (1588-1679) en su obra: ‘Naturaleza Humana’ (1650) asevera que las personas experimentan placer al contemplar desde una posición segura el peligro que corren otros en medio de una tempestad en el mar, en una pelea o cuando dos ejércitos se enfrentan. Hobbes dice que hay deleite porque nos recuerda que estamos seguros, pero también reconoce que hay piedad que ocasiona pesar. Sin embargo concluye: “Pero el caso es que predomina con mucho el deleite, tanto que los hombres se sienten satisfechos, por lo general, de asistir como espectadores a la miseria de sus amigos” (Cap. IX, Sección 19). Esto que dice Hobbes es evidentemente falso porque ninguna persona normal puede sentir satisfacción por la desdicha de un amigo.
Por otra parte, el gran escritor ruso Fedor Dostoievski (1821-1881) está considerado como uno de los que más ha penetrado en las profundidades de la psicología humana, y en su famosa obra ‘Crimen y Castigo’ (1866), en uno de sus episodios narra que el personaje Semion Marmeladov anda borracho por la calle y es arrollado por un carromato tirado por caballos. Lo llevan ensangrentado y moribundo a su casa, y los vecinos se aglomeran para observarlo, pero la esposa Katerina Ivánovna les dice que se vayan y Dostoievski dice: “los inquilinos se fueron retirando uno tras otro hacia la puerta con la rara sensación de complacencia que se da siempre, incluso en los seres más allegados, ante la desgracia repentina del prójimo, sensación de la que no se libra nadie, ni siquiera experimentando el más sincero sentimiento de compasión y condolencia” (Segunda Parte, Cap. VII).
Recuerdo cuando yo era joven y estudiaba en la UCV, y teníamos círculos de estudio y algunos decían que es verdad lo que dice Dostoievski y otros decíamos que no es verdad y nunca nos poníamos de acuerdo. No obstante, quizás podríamos tratar de interpretar eso tan sorprendente que dice Dostoievski sobre la base de lo que dice el gran filósofo griego Aristóteles (384-322 A. de C.) en su obra: ‘Poética’ cuando analiza la ‘tragedia’ y plantea su famosa tesis de la ‘catarsis’ de las pasiones de ‘temor’ y ‘compasión’. Aristóteles dice: “la tarea del poeta es usar la representación para que sintamos satisfacción con las emociones trágicas de la compasión y el temor” (1453ª). El término ‘catarsis’ ha sido traducido como ‘purificación’ y según Aristóteles, al contemplar la escenificación de una tragedia experimentamos una catarsis de las emociones de temor y compasión. Entonces quizás podríamos tratar de interpretar lo que dice Dostoievski de la siguiente manera. Al contemplar una desgracia repentina del prójimo, sobre todo cuando es un allegado familiar, obviamente sentimos una gran compasión y un dolor que puede ser desgarrador e insoportable. Pero de manera contradictoria y compleja, comprendemos una vez más que toda vida humana es muy vulnerable, que la desgracia repentina y la tragedia son aspectos ineludibles, más o menos probables en la vida de toda persona. Entonces esa comprensión de la tragedia como algo universal, ese conocimiento que ya teníamos sobre nuestra fragilidad, lo confirmamos una vez más, y siempre que constatamos que un conocimiento que teníamos era acertado, sentimos algo de complacencia, aunque solamente sea una complacencia en un nivel teórico. Algo así como: Ya se sabe que la vida implica un permanente riesgo de sufrir infortunios. No obstante, el tema es muy espinoso y discutible.