Migrantes venezolanos que intentan cruzar la frontera de México a los Estados Unidos están siendo víctimas de secuestro por parte de presuntos carteles mexicanos. Tal es el caso de los hijos de Andreina, de 19 y 21 años de edad, quienes hace semanas decidieron ir a los Estados Unidos por la selva del Darién, como lo había hecho su hermana tres meses atrás, pero en México fueron secuestrados en el autobús en el que se trasladaban.
La madre de los dos tachirenses, quien prefirió que se usara un seudónimo para no ser identificada por temor a estos grupos delincuenciales, expresó al Diario de Los Andes su preocupación por lo que están viviendo sus hijos, así como todos los venezolanos que se atreven a tomar la ruta hacia Norteamérica.
“Tengo dos hijos ahorita que están secuestrados por un cartel mexicano. Tuvimos que pagar una cantidad de plata que nunca en la vida habíamos visto ni tenido en la mano. Que por ser padres y amar a nuestros hijos debajo de la tierra, dañamos la tierra, hacemos lo que sea por conseguirlo. Ellos estaban en Monterrey, queda como a seis horas de Matamoros, que es la frontera, cinco a seis horas. Pero les tocó trabajar unos días porque nosotros ya no teníamos que enviarles. Entonces ellos estaban en un centro comercial ahí que les tocó dormir y esperar. Ahí es donde esperan el autobús y eso para salir. Compraron los pasajes, pero no había para temprano. Salió después de las tres de la tarde, que fue la última vez que hablamos así”, relató.
Como a las ocho y cuarenta de la noche, uno de los hijos de Andreina llamó a la hermana que está en Estados Unidos, y le contó que un retén policial había parado el autobús en el que se trasladaban y les cobraron 500 pesos mexicanos para dejarlos pasar. En eso, le avisó que colgaría porque se acercaba otro retén, pero no volvieron a saber de él.
Dos días después, los secuestrados llamaron a Andreina y a la suegra de su hijo para informarles del rapto y que debían pagar 2.400 dólares por los tres, los dos hermanos y la esposa de uno de ellos, y que mientras más se tardaran serían sometidos a malos tratos.
“Nos llamaron que eran un cartel y que los tenían a ellos, que teníamos que pagar 2.400 dólares, para que nos los soltaran. Que agradeciéramos que nos estaban cobrando barato porque había personas que le cobraban 3.000 dólares por persona. No dijeron cartel de dónde, solo dijeron somos un cartel”, indicó Andreina.
Ella logró conversar telefónicamente con sus hijos, pues los secuestradores los ponen a ellos primero al teléfono, para demostrar que los tienen, pero conseguir el dinero y enviarlo a México es otra pesadilla, pues son cantidades que deben ser verificadas por los montos, y además se trata de cuentas bancarias que de ciudadanos mexicanos que son obligados a prestarlas.
“Es difícil enviar una cantidad de dinero a otro país sin justificar por qué ni para qué. No hay un banco tampoco que uno diga una cuenta internacional. Aparte que conseguir ese dinero no es fácil. Llegan a gente de los pueblos a que les hagan los retiros. O sea, uno envía y ellos obligan a personas”, dijo.
Después de pagar, la respuesta sobre la liberación de los migrantes venezolanos secuestrados no es inmediata. “Terminamos de pagar el resto y no nos contestan. No nos dicen nada. Esta es la cosa más dura que me ha pasado en la vida. Solamente Dios me tiene al pie y me deja respirar. Pero cada vez que respiro siento que no tengo vida”, expresó Andreina entre el llanto.
Antes de llegar a México, los venezolanos son sometidos a humillaciones, robos y extorsiones por parte de autoridades de otras naciones. Andreina relató lo que han vivido no sólo sus hijos, sino casi toda su familia que se ha ido a los Estados Unidos.
“Se fueron por la selva, llegaron a Costa Rica, pasaron hambre. Pero por el camino los roban, es la palabra. Porque los extorsionan. Se suben autoridades. Es triste ver que no solo en este país. Es triste ver que se suben autoridades a los autobuses y les dicen: si no pagan tanto los regresamos. Si no pagan tanto, eso se llama robar”, expresó.
Los hermanos tachirenses vendieron lo que tenían para irse a los Estados Unidos, como lo ha hecho la mayoría de su familia, sin imaginar que serían secuestrados justo al final del trayecto. Estos vejámenes han sido denunciados esta misma semana por el obispo de la diócesis de San Cristóbal, Monseñor Mario Moronta, quien advirtió que coyotes tienen campos de concentración de venezolanos migrantes.