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Doña Ercilia. La reina de las averiguadoras en Valera / Por Alfredo Matheus

Sentido de Historia

por Alfredo Matheus
27/04/2025
Reading Time: 6 mins read
Calle 16, calle de la alegría

Calle 16, calle de la alegría

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Hace 58 años, la calle 16 en Valera, tenía un movimiento social que sorprendía a todos. A las 7 de la noche, las amas de casa decían: “A conversar se ha dicho”, llenándose las aceras de sillas, bancos, gaveras de cerveza, todo lo que sirviera para sentarse y dar inicio a la amena conversa que llegaba a altas horas de la noche, sencillamente porque no había llegado la televisión blanco y negro a nuestros hogares.

 

 

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“Antonio, mis penas”

 

Elaboraba unos gustosos pastelitos y una exquisita avena, había momentos en los que, en el negocio, no cabía un alma más. Los jugadores de dominó y barajas hacían apuestas por los pastelitos. El negocio cerraba a la 1 de la madrugada y a las 7 de la mañana ya estaba despachando de nuevo a la clientela.

 

 

“Vaya pa´ donde Arcilia”

 

La señora “Ercilia” residía en la calle 16 con Av. 12. Se ganó una gran fama porque le sabía “la vida a toda la comarca”. Fue bautizada cariñosamente por sus amistades como “La Reina de las Averiguadoras en Valera”. Tenía el don de la conversa, la gente la buscaba para escuchar sus ricas anécdotas e historias que contaba.
¿Usted quería saber qué valerano se había muerto y cuándo era el novenario?, “Vaya pa´ donde Arcilia”. ¿Qué vecino estaba en el hospital casi pelando cacho? ¿Quién se ganó la lotería de animalitos?, “Vaya pa´ donde Arcilia”. ¿Qué muchacha salió embarazada sin haberse casado? ¿Qué pareja se estaba divorciando? “Vaya pa´ donde Arcilia”. ¿Quién se casaba el sábado en la iglesia San José? ¿Qué marido celoso le había caído a golpes a la mujer? ¿Dónde vivía el mejor brujo de Valera, el mejor fumador de tabaco? La respuesta era; “Vaya para donde Ercilia”.

Fue tanto el conocimiento que tenía esta dama sobre el “corre-corre de los valeranos”, si una persona era demasiado averiguadora, los parroquianos manifestaban: “Ahí viene doña Ercilia”… Si monseñor Cardozo en las misas dominicales hablaba y hablaba de las mujeres que iban a misa con vestidos muy llamativos a los ojos de la lujuria masculina, las damas presentes manifestaban: “ay, señor, ya empezó Doña Arcilia”.

 

 

La calle de la alegría

 

En aquella Valera que se fue, a la calle 16 nadie le ganaba como el sector más alegre de la ciudad. Los sábados las fiestas en casas de familia no faltaban, la música que más se bailaba, la de Billo´s y Los Melódicos. El que organizaba una parranda y no tenía equipo de sonido, uno que otro vecino se lo facilitaba, a cambio, este comía y bebía a reventar.

 

 

Personajes

 

“Misael”, el lechero mayor, “La mula Rafael”, el primer fisicoculturista de renombre nacional que conoció la localidad, “El loco Toro”, recio peleador que jamás perdía una trifulca callejera; el señor Luis, propietario del más grande carro de rolinera y madera que hacía transporte a las amas de casa en el viejo mercado. Antonio Hernández José, uno de los mejores locutores que conoció la comarca en toda su historia. Narrando ciclismo nadie le ganaba. Su alma de gozo contagiaba a todos, el más entusiasta organizador de los festejos decembrinos y carnaval. La comunidad no olvida aquellos hermosos templetes donde se bailaba hasta altas horas de la noche.

En diciembre, reinaba era la alegría. Cada familia elaboraba 100 ó 200 hallacas que se compartían con los vecinos, siempre buscando la prueba, cuál hallaca había quedado mejor.

En el lugar, hubo una época, en que cinco gimnasios para alzar pesas o aprender boxeo tomaron sus espacios, de allí la fama de invictos peleadores que se ganó la calle 16… Fueron inmemoriales las grandes peleas que se escenificaban en el parque donde hoy está ubicada la Escuela “Padre Blanco”, las trifulcas entre la 16 y calle 10 no faltaban, muchos salían con “el ojo de taparita” con aquellos puñetazos que llamaban “piedra o barretón”, la muchachada de la 16 siempre salía victoriosa.

 

 

Toño Lobo. Rey de los prestamistas

 

Fue uno de los primeros prestamistas que conoció la urbe. El que estaba “mamandini” o no tenía dinero, marchaba a donde Toño (calle 14 con Av. 10) para que lo sacara de apuros. Jamás practicó la usura, cobraba lo justo por el servicio que brindaba… Las amas de casa en situaciones económicas donde las “ollas estaban boca abajo”, le decían: “Ay, señor Toño, empéñeme esta plancha que no tengo que darle de comer a los muchachos”. Con esa alma generosa respondía: “Tome el dinero que necesita y llévese la plancha que usted debe necesitarla”.

Su gran billar (Av. 10. Calle 14) nunca estaba solo, en horas de la mañana comenzaban a llegar los clientes a darle a la bola sobre aquella tela de encerado, pues Toño, nunca le gustó la tela especial para billares, decía que el buen jugador jugaba con lo que hubiera.

Su fama se extendió más allá de Valera por vender una suculenta vitamina y el fuerte guarapo de panela… En una ocasión, estaba Toño Lobo en un conocido bar de mujeres de la vida alegre tomándose las cervecitas, a las 11 de la noche llegó una comisión policial, mandó a encender las luces, Toño quedó asombrado al ver a uno de sus trabajadores muy apurruñado con una dama bebiendo whiski, lo llamó y le dijo: “queda despedido, no es posible que yo esté bebiendo cerveza, y usted, que es mesonero en mi negocio, está metiéndole al whiski del más caro, esto me parece muy raro”.

 

 

Las Jaramillo, toda una belleza

 

Nuestra ciudad ha sido cielo abierto para poetas que han dejado huella en la Valera de siempre… El trovador Colina a todo le sacaba una décima o un poema. Las Jaramillo fueron unas damas de gran belleza. No se “pelaban un velorio”. En la misa del domingo, allí estaban en primera fila. Se ganaron el cariño y afecto de la ciudad, especialmente de los hombres, por ese caminar tan sensual que dejaba a los caballeros “bocabiertos”.
En una oportunidad, el poeta, al observar a las Jaramillo, con aquel caminar que tenía “un no sé qué”, les manifiesta a viva voz:

“La gente decente

Se conoce al caminar,

Por eso las Jaramillo

Son apretadas al andar”

En aquella Valera donde reinaba la santa paz, estaba Colina, tomándose una que otra bebida espirituosa en un conocido negocio, pide un servicio de ron, sentado en la barra, se queda observando al dueño del establecimiento comercial que tenía “cara de perro”, con la sabiduría que le dio fama, expresa:

“Todo aquel que mucho dinero tiene,

Tiene sangre liviana,

Así su padre sea un tigre

Y su madre una caimana”

El comerciante “cambió de colores”, lleno de ira, le pregunta:

-“Eso que usted dijo, es conmigo”.

-No, responde el poeta, lo digo por aquellos que tienen sangre liviana y usted demostró que no la tiene…

 

 

Valera se paralizó…

 

 

Cuando llegó la televisión blanco y negro. Fue un gran acontecimiento. Muchos, no tenían dinero para comprar un televisor, algunas familias cobraban un real (0,50 céntimos) por dejar ver una hora de televisión. La sala de la casa se llenaba de algarabía con el abucheo de los muchachos al momento que comenzaba la propaganda comercial… Si algún jovenzuelo se tiraba “un pedo”, quedaba sancionado, no podía volver a ver la tele, hasta una semana después…

La empresa “Curazao” en la Av. 9, dejaba los televisores de exhibición prendidos toda la noche. Hasta allí llegaban los valeranos a ver la pantalla chica, algunos, peleaban por ubicarse en el mejor lugar, otros, optaban por irse, “porque no había cama p´ tanta gente”.

 

 

“Marcos la horca”

 

Era un humilde personaje popular de la calle 15, algo “tocado de la cabeza”, gran trabajador en la panadería del señor Jerez… No lo podían mirar dos veces porque sacaba un filoso cuchillo y había que correr duro… «Marquitos” tenía la fuerza de un toro, él solito podía levantar una pipa … Para gritarle “Marcos la horca” había que hacerlo a 50 metros de distancia, si alcanzaba al atrevido muchacho, “ay, mi madre”, algunos se orinaban llenos de terror…

 

 

“Está barato, dame dos”

 

En 1920, pocos productos llegaban al bolívar. En las bodegas siempre se escuchaba lo mismo: “Por favor véndame un real de velas, 0,25 céntimos de azúcar, un real (0,50 céntimos) de manteca, 0,25 céntimos de arroz». Los productos que tenían un costo de un bolívar, eran considerados sumamente caros.

En 1960, un kilo de lomito no llegaba a los 7 bolivarianos. 10 plátanos se compraban por un bolívar, si estaban maduros, 12 plátanos por un bolívar… Los bodegueros para aumentar la clientela colocaban un frasco (pepero) sobre el mostrador. De acuerdo a la compra, le colocaban un grano de maíz o café. Cada grano tenía el valor de un centavo, los fines de semana, se sumaban los granos, con el dinero reunido, la muchachada podía comprar pan o dulces, pero, en la misma bodega…

 

 

Tags: CulturahistoriaSentido de HistoriaTrujilloValera
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