Doña Arminda Elena Valera de Mejía, maestra de ejemplar templanza / Por: Oswaldo Manrique

Sentido de Historia

 

 

Hablar de esta connotada educadora, significa exaltar los valores humanos, la escuela, la cultura y la espiritualidad de Mendoza del Bomboy. Se le reconoce como una de las docentes más destacadas y recordadas por la población de Mendoza del Bomboy. Su nacimiento coincide con uno de los hechos históricos más significantes del magisterio latinoamericano, la creación de la Sociedad de Maestros de Instrucción Primaria, bajo el liderazgo firme del maestro de maestros Luis Beltrán Prieto Figueroa, es decir, en plena dictadura gomecista.

La profesora Arminda, nació el 12 de octubre de 1932, en un pintoresco y pequeño pueblo conocido como Mitón, jurisdicción del municipio Candelaria, estado Trujillo. Descendiente de una familia de reconocido aprecio local, vinculada a los sectores de la agricultura, docencia y otras actividades profesionales. Arminda inició su formación, como cualquier niña mitonense de su época, en la modesta escuela que funcionaba en el pueblo, donde recibió las primeras letras y enseñanzas.

Al concluir sus estudios en educación, ingresó al campo de la docencia, dando clases, y estuvo muchos años en la Escuela Padre Rosario, en la población andina de Mendoza. El carácter amoroso, entusiasta y comunicativo en su labor, dejó una hermosa y profunda huella en el espíritu de los que tuvieron la dicha de recibir sus enseñanzas.

En cada pueblo rural andino, la cotidianidad es compleja, marcada por el espacio, clima, recursos naturales, religiosidad, costumbres, su pequeña oligarquía, sus curas, y la escuela, a esa combinación está sujeto su modo de vida, de ser, de pensar, de actuar, de reaccionar; por supuesto, el poblador, le da gran valor a esa realidad, está dispuesto a mantenerla de alguna manera, lo que culturalmente está arraigado desde los tiempos de sus ancestros, y no quiere cambiarla.

Cuando llegó Arminda Valera, a la escuela de Mendoza, a trabajar con aquel ánimo y armada con frescos, modernos y transformadores conocimientos en el campo de la educación para aplicarlos, se encontró con serios tropiezos, de personas que no consideraban conveniente la atención de sus novedosas enseñanzas. Pero de todas estas vicisitudes, aprendió que estaba sola, apenas con la solidaridad de algunos docentes y alumnos; situación que debió enfrentar abriendo su mano caritativa. Así, siguió adelante en su labor magisterial y en su caritativa labor social en favor del más necesitado y en la actividad religiosa, en aquel pueblo desconocido para ella; de esa forma fue venciendo los miedos, y a la vez, conociendo aquel hermoso valle fresco y productivo.

Su compañera de labores y colega Gloria Reinozo, expresó de ella, lo siguiente «Educadora… quien ha hecho abstracción de las espinas que en este duro apostolado le han herido su sentimental espíritu… pero …ha dejado la diestra puesta sobre el alma de los niños y la otra sobre el pedestal eterno de la educación» (Reinozo, Gloria. Palabras de despedida a la Directora de la Escuela Padre Rosario. En papel. Mendoza. 1995); al parecer, con estas palabras se reivindicaba un poco, lo que tuvo que aguantar doña Arminda, en su duro esfuerzo y trayecto pedagógico.

Arminda Elena Valera de Mejía, que tanto sus cercanos, como los no tanto, la llamaban Doña Arminda, seguramente por su templanza y emprendedora inteligencia, de extenso vocabulario que expresaba con suave voz y fina dicción, marcó de admiración y pertenencia a este valle trujillano, de valores como el esfuerzo y estudio, así como de una innegable sensibilidad cívica, bondad y de servicio a su comunidad.

Reinozo, de su hermosa prosa, le recuerda en vida, ante la congregada reunión de despedida del plantel donde vertió todo su conocimiento educativo:  «Maestra, usted llegó a este pueblo con la edad en que todo se ve color de rosa, aquí ha transcurrido la mayor parte de su vida, contrae nupcias con un mendocero, forma su entrañable hogar, y más tarde da frutos de su amor, tres hijos que complementan su dicha; sin olvidar a su tierra natal Mitón ni a su círculo familiar» (ídem). Los Valera de Mitón, es un grupo familiar muy extendido en Trujillo,  inclusive, se puede encontrar gruesas ramas en el Zulia y en Lara. Doña Arminda, como le llamaban por respeto en el pueblo, se casó con Pedro Luis Mejía, quien trabajó muchos años en la línea de transporte Valera -Mendoza; procrearon a Soraya, Luis Eduardo, trabajó en Cantv, destacado deportista, fue miembro de la selección de softbol del estado Trujillo, José Manuel y Beatriz.

Mitón, donde están las raíces de doña Arminda, es un sitio de clima fresco, está situado en una franja de rocas, algunos lo describen como encaramado en el estribo de la Loma de Durán,  a una altura de 1.244 msnm, pueblo pequeño, agrícola cafetalero, cerca están lospueblos Chejendé, Torococo y Mitimbús. Son gente amable y religiosa, sus patronos son Santa Filomena y San José, pero al pasar el tiempo, Arminda sucumbió ante los encantos del mágico Valle de Bomboy y su gente.

La misma profesora Reinozo, le reconoce como voz del pueblo, la larga y benefactora labor desempeñada, «Más tarde se gana el cargo de directora el cual asume con verdadera eficiencia y eficacia, sobresaliendo muy por encima del nivel honroso de las gentes laboriosas» (ídem); ¡Qué fortaleza y vocación! Demostró gran vocación por la docencia, amaba la educación y a ella le dedicó su vida. Esta maestra fue jubilada a los 62 años de edad.

La profesora Arminda, fue titular de la cédula de identidad personal N° V- 1.398.822, vivió la mayor parte de su vida en una casa de la población y parroquia Mendoza, valle de Bomboy, Municipio Valera, estado Trujillo, Venezuela.

Aquel día de 1995, de celebración y despedida porque dejaba la institución Padre Rosario, para disfrutar de su bien ganada jubilación, la profesora Reinozo la comprometía, al decirle ante los presentes en el homenaje, «Sabemos que su jubilación no puede ser para olvidarnos» (ídem); en efecto, la institución siempre contó con el apoyo solidario de esta destacada educadora de ¡Nuestro hermoso valle de Bomboy!  

 

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