Don Mario y la reverberación de su pensamiento | Por: María Sara Vivas Araujo

 

Por: María Sara Vivas Araujo

 

En la vida de un pueblo no puede existir verdadera libertad si las cosas no están en su puesto, si no existe armonía entre los últimos factores que mueven su vida. Por lo tanto, un pueblo solamente puede ir acercándose a un alto grado de libertad a medida que recorra el difícil sendero de su cultura.

Bitácora (1943)

 

Evocamos a Don Mario Briceño Iragorry en la reviviscencia de su palabra. Certeza y sapiencia en tan prolífica y vivificante Obra, plena de conocimientos y sabios consejos semeja un río caudaloso, que despierta, cual nutriente, inteligibilidad y emocionalidad entre nosotros.

Es bueno reflexionar su palabra en estos tiempos arropados de bruma. En uno de su textos, recalca de manera sencilla que, “El hombre es un ser creador, más sabe que la creación no puede realizarse sino mediante la libertad y la cultura. (…) Libertad y cultura son dos caminos que convergen y en cuya unificación aparecen para el hombre la posibilidad de alcanzar la plenitud”. Libertad y cultura (1943).

El punto es que su palabra contiene claras advertencias para esta actualidad, es un contacto con esta realidad social, que rompió con el cordón de unión que emana la savia de nuestra cultura, de nuestro carácter como gentilicio, creando incertidumbre, desasosiego en todos los ámbitos que mueven lo social. Al sumergirnos en sus escritos nos percatamos, en efecto de que, Don Mario avizoró desde su presente histórico lo que ocurriría en este escenario venezolano del siglo XXI.

De manera pues, que por elevadas alturas expande las alas de su pensamiento y la conversación oteando el futuro, que es decir, a nosotros, indudablemente; por lo tanto, nos corresponde levantarle el velo al tiempo para observar el sentido de sus escritos, impregnados de la memoria nacional, de su amor y exaltación de/por nuestra venezolanidad. En su mensaje, el Maestro continúa insistiendo en la enseñanza de la Historia como disciplina moral. De acuerdo con Guillermo Morón, quien indica que, “La herencia de Mario Briceño Iragorry es una herencia moral. Sirve al pueblo y sirve a los dirigentes del pueblo. Rendirá sus frutos especialmente entre el pueblo, cuando el pueblo se incorpore y pueda leerlo directamente”. Expone que los hombres y las mujeres tengan que asumir el protagonismo de la participación. Ciertamente, la crisis que atraviesa Venezuela en todos los ámbitos y recodos de la vida en sociedad ha causado un inmenso daño de grandes dimensiones humanas y materiales, pudiéndose denominar como la “crisis de los dirigentes del pueblo”.

Briceño Iragorry, como elemento imprescindible que, “La Historia viene a darnos la respuesta de nuestra propia existencia y nos explica el ritmo de nuestra vida presente. Sin conocer los hechos pasados no podemos valorar nuestro propio momento. Por ello más que disciplina científica y literaria, la Historia es una disciplina moral.” Palabras previas. Introducción y defensa de nuestra patria. (1952). En efecto, durante años se ha concebido una cultura improcedente y, la educación desafortunadamente tiene cáñamos de responsabilidad al no fortalecer en su seno pensamiento, conciencia social, otorgada con el estudio de la Historia que es de carácter imperativo, de la Geografía, disciplina de gran significación para las relaciones interpersonales y el entorno.

Asimismo, afirma Don Mario que, “La igualdad no ha llegado aún a ser, como función social, un elemento histórico; por lo contrario toda la Historia no es sino la expresión de luchas continuas por el dominio de determinados sectores sociales, así sea el de aquellos que erigiendo la lucha de clases por soflama revolucionaria, buscan la superación de sí mismos a costa de los engañados que los siguen de la mejor buena fe” Tapices de Historia Patria (1982). Estos contrastes, dan luces para que cada venezolano conozca y revalorice sus raíces, contrastando pretérito y presente en su asimetricidad y fragilidad contempladas ya en el pensar, ya en el hacer y quehacer, ya en los hechos y, aconteceres, los cuales, tal vez, culminan en victorias o, quizá, en fracasos antecedidos por las traiciones.

Por lo demás, se puede apreciar sin lupa, el interés meramente individualista y, de “grupúsculos”, desmesura que, obviamente desfavorece, a las grandes mayorías y a la trascendencia como República. De igual manera, sobrados en mezquindad y desaciertos unos cuantos que perpetúan resentimientos, desazones, que llevan a venganzas en vez de la anhelada justicia en pro de la liberación.

De lo que se trata es de forjar los cimientos éticos, morales. La persona humana en esencia conforma ingenio para iluminar la senda que ha de transitar; un corazón cálido que palpita con la cadencia de emociones que ensalzan el espíritu remozándolo con la sapiencia de valores en reunión y comunión con el otro, con el diferente.

Cabe decir, que poco se forma para el vivir y convivir y, sin caernos a engaños, esto en detrimento del núcleo familiar, muy sufrido por las carencias y por su lamentable desmembramiento; es más, la rica cultura que fecunda autenticidad y coadyuva en el devenir de las relaciones interpersonales ha mermado considerablemente, se han obviado de manera concreta y brutal los valores y principios orgullo de la nacionalidad y venezolanidad, en su esencia trajinados por Don Mario, quien enfatiza, “La Historia forma parte de la educación cívica del pueblo. La Historia da la clave y la razón de circunstancias que hoy mismo están pidiendo soluciones. Por el examen de nuestro pasado conocemos el proceso formativo de nuestra población, de nuestra riqueza, de nuestra educación, de nuestra misma indiferencia social” Palabras previas. La humanidad aspira a alcanzar una vida mejor. Pero la humanidad sabe que esta aspiración no podría realizarse sin aferrarnos a los valores morales. Nuestro pueblo ha de tener esta comprensión, sobre todo los maestros, en cuyas manos están aquellos en quien se puede sembrar el bien y el sentido noble y puro de la existencia. Introducción y defensa de nuestra Historia. (1952). Una afirmación cristalina, sobrevive una inconmensurable reserva moral y ética. Y, esto es innegable.

Por lo antes dicho, es de destacar la importancia fundamental que tiene la educación en todos sus ciclos y modalidades. Don Mario, hace hincapié en que desde el hogar y la escuela se absorbe la voluntad de los hombres del futuro. Así lo aborda, “Se requieren maestros que cultiven en los estudiantes aquellas nobles virtudes que los aleje de la cobardía, precisa enseñarles a entender el mundo y conformarles el carácter y la personalidad con la que presentarán su servicio a la Patria. Urge enseñarles su deber de hombres y mujeres. Su deber consigo mismos y su deber con lo local, regional, nacional, es decir, con Venezuela.

Es imperioso un educador con la reflexión y la sensatez que amerita su propio y múltiple deber ante la República que le confía la dirección espiritual de sus ciudadanos”. La angustia de ser Maestro. (1952). Es nuestro más caro deseo que en el importante proceso de enseñanza y aprendizaje, el binomio: Maestro-Estudiante fructifiquen el anhelo por conocer el pensamiento Briceño Iragorryano, leyendo con gran avidez sus textos, juntamente con sus estudiantes, para enseñarles en esencia a Venezuela, para amarla y salvaguardarla.

 

Notas complementarias

El Maestro Mario con su carácter original, innovador demostrado con su brillante pluma en toda su dilatada obra; en defensa de lo nuestro, con la convicción de un mensaje liberador nos dice en 1952, en ese bello texto que tiene por nombre, Alegría de la tierra que, “Elevemos a nuestro campesino y agrandemos, con su elevación nuestra huerta nacional demos al hombre rural la oportunidad de que realice su alta misión creadora. Que no sea el campo “la rama seca” del gran árbol de la República. A él, al campesino, productor agrícola le corresponde el crecer y el verdecer para que sea mayor el sombraje y la Alegría de la Nación. Pero, el campesino hoy, se halla solo en sus infortunios, en vez de alegría lo cobija una bruma de desventuras. Atribulado por todo lo que tiene que pasar para cobijar la semilla con la fecunda tierra y para  sacar su cosecha a mercado seguro. Tristes están los hombres que aman su campo, su tierra fértil, fecunda que es VIDA.

Como dice Don Mario, hay que volver la mirada al campo, a la huerta nacional, valorarle las cosechas a los agricultores abriendo un mercado de posibilidades, de grandes y reales posibilidades a lo interno y a lo externo es organizarnos como Nación. A la sazón, es considerar a los productores agrícolas, ellos son hombres de elevada moralidad, de bondad y alegría genuina que mantienen intacto su amor propio, ante situaciones tan desdeñadas. Educación y trabajo, palabras clave. Mario Briceño Iragorry, que en su deleite escritural nos invita a ese conocer a partir de lo local, a revalorizar la tierruca, ese pedazo de tierra donde nacimos, al expresar sus afectos por la Matria en conjunción con la Patria, acentúa, “La historia de mi madre, que es parte sustancia de la historia de mi vida, está unida placentariamente con Trujillo. Para conocerme a mí mismo he buscado, pues, el hilo materno que me enlaza moralmente con el pasado de mi pueblo. Para saber quién soy y para saber lo que es la gran patria venezolana, tuve que empezar por buscarme a mí y por buscar mis raíces venezolanas en el suelo y en la historia de Trujillo”. Su Trujillo natal y que con tanto amor lo llamó, “la tierra de María Santísima”, de aquí la importancia de estudiar su pensamiento, de escucharlo a través de sus escritos; en este momento histórico, nos invita a reflexionarnos como sociedad, para poder compartir con genuina alegría, la grandeza en profundo de la venezolanidad.

Vale discurrir, será que, hemos sido responsables con la realidad que nos acomete. Somos conscientes de nuestra identidad, revestidos con valor para proteger nuestro suelo nativo, convencidos de la significación de la trujillanidad y de la venezolanidad. El pensamiento de Don Mario, en esta realidad venezolana continúa pensando, hablando, compartiendo y alzando su voz con la misma angustia que durante toda su vida sintió a su amada Venezuela.

 

 

La ciudad como valor moral no reclama almenas, ni fosos, ni avenidas, ni atalayas. La ciudad moral necesita hombres.

 (1956)

 

 

 

Bibliografía consultada

_ Mario Briceño Iragorry. (1996) Obras Completas Textos Inéditos y Ensayos Completos III. Ediciones del Congreso de la República. Caracas/Venezuela.

_Mario Briceño Iragorry. (1989) Páginas. Instituto de Altos Estudios de la Universidad Simón Bolívar. Caracas/Venezuela

_Mario Briceño Iragorry. (1982) Tapices de Historia Patria. Biblioteca de temas de autores trujillanos 6. Sexta Edición

_ Mieres Antonio. (1997) Mario Briceño Iragorry o la historia como disciplina moral. Fondo Editorial Tropikos. UCV. Caracas/Venezuela

           

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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