Don Emiro Coronado, el hombre que se marchó en tiempo de Resurrección y Pentecostés / Por Pedro Frailán

Sentido de Historia

 

 

El amor nunca pasará. Las profecías perderán su razón de ser, callarán las lenguas y ya no servirá el saber más elevado. Carta a los Corintios San Pablo (13, 1 – 13)

 

Comienzo este trabajo interpretando a don Mario Briceño Iragorry, porque trabajar la ciudad de Trujillo, que está cimentada en valle de los Mucas, obligatoriamente hay que citar, a don Mario, a otro don Mario Briceño Perozo, al Dr. Segundo Delgado, Joaquín Delgado y hoy en día a nuestro Alí Medina Machado, quienes han producido mucho sobre la villa de Nuestra Señora de La Paz.

También voy a tratar en esta oportunidad a un personaje, que no tuve un acercamiento intrínseco de amistad, pero sí representa para mí y muchas personas un símbolo, de un manojo de virtudes. Sí, de virtudes, esa categoría que manejó muy bien Platón en la concepción de la moral.

Vuelvo a don Mario en su libro “Palabras de Humanismo”, donde hace mención a los ochenta y un apellidos que originariamente llegaron de España, sobre todo de Extremadura, a nuestro Trujillo y entre ellos está el apellido Coronado, con otros como: Pacheco, González, Araujo y ¡Dígame! Briceño, unos se mantuvieron, están presentes entre nosotros y otros desaparecieron o trasladaron a otros estados del país y aquí nos quedó su descendencia.
Por lo tanto Don Emiro fue un trujillano de “pura cepa”, como decimos nosotros, esta es la primera simbología y virtud. Por otra parte, tengo la inquietud que en la novela costumbrista de Joaquín Delgado “Mana Juana”, claro, desde la perspectiva del imaginario literario, unos de los personajes primarios son Coronados antes de Don Emiro. Interpretando la novela, con una gran patriarca de Chiquinquirá, Don Faustino Ojeda, me decían que sí, que eran ellos.

Pues la novela se desarrolla entre la Candelaria, el valle de los Mucas de sus dos avenidas para encontrarse en la placita el Carmen, para continuar en una vía a Carmona pasos arriba, introducirse en el bosque hasta llegar a “Peña de la Virgen”, ese lugar es conocido como la “hacienda de los coronados”. Ahí están presentes la familia y Don Emiro, una historia literaria y al mismo tiempo mágica digna de un estudio genealógico.

Don Emiro fue la esencia misma de la creación de Dios “El hombre a imagen y semejanza de Dios” Génesis (1 – 26). Un fiel creyente de la dignidad humana. De palabras y hechos una persona que en primer lugar se posicionaba en el lugar que le correspondía, se respetaba, impartía respeto y así recíprocamente ante sus semejantes. Para mí fue un ícono de respeto, de admiración, hago memoria como nos topábamos en la vieja casa de Copei, en la Candelaria.

Me acercaba a saludarlo y con mucho respeto iniciábamos una conversa al nivel de un maestro y un joven inquieto por conocer muchas cosas. Siempre con buen trato, con buenas respuestas, con mucha atención a veces frente a algunas impertinencias de la juventud y la respuesta no venía con las palabras, sino con una sonrisa cerraba los ojos y el silencio lo decía todo, lo dominaba la prudencia y la templanza, dos características en la ética y política aristotélica.

Don Emiro fue político demócrata cristiano, dice San Juan Pablo II. “El hombre no debe olvidarse de Dios ni el político de la moralidad”. Fue un hombre que ejerció cargo en la administración pública, fue presidente del Concejo Municipal del Distrito Trujillo en la décadas de los sesenta y setenta una época de oro para la ciudad para sus habitantes. Llegó y salió el tiempo indicado y dejó un modelo de honestidad y transparencia digno del orgullo para el partido, para las comunidades y para la historia. Fue un empleado público, vivió con grandeza y con mucha vehemencia la dignidad, vivió y construyó su obra, la familia.

Entonces estamos en presencia de una buena acción política, en estos tiempos difíciles, para allá es que tenemos que mirar y partiendo de la mimesis griega, tenemos que imitar, porque por naturaleza somos imitadores. Hoy que con mucha insistencia hablamos, muchas veces palabreamos, al estilo de la «Loca Cruz Caraballo” que inmortalizó un gran político y poeta Andrés Eloy, de la ciudadanía, esa atribución integral que nos da la Constitución. ¿Qué hay qué hacer?, pues mirar un símbolo de estos que no es ficción, sino realidad. “Un árbol bueno no puede dar frutos malos, como tampoco un árbol malo puede producir frutos malos. Todo árbol que no da buenos frutos se corta y se echa al fuego. Por lo tanto ustedes los reconocerán por sus obras (Mt 7, 15 – 20).

Don Emiro se fue a encontrarse con su gran amigo Pedro Pablo Aguilar, por caminos y senderos de Dios. Ya Jesucristo lo hizo, él nos demostró que se encontró con la muerte y resucitó, es decir la venció. Para nosotros esta trascendencia es motivo de grandeza, esperanza y alegría, eso sí con mucha fe. En estos, un grupo de amigos estamos editando un libro en homenaje al Dr. Aguilar, otro gran político, porque sí lo hay, si los buscamos los encontramos.

Ahí, Emiro cuenta sus vivencias políticas, gerenciales y de amistad con Pedro Pablo, una narrativa de antología, de luchas, de vivencias fuertes en la dictadura de Pérez Jiménez. En donde sólo prevalecía la esperanza, la lucha y eso sí la constancia “Dios le concede el triunfo a la constancia”. Bolívar Manifiesto de Carúpano 1814. El día llegó y triunfaron más adelante, su partido también triunfó frente a la adversidad, no fue fácil, es la historia que tenemos que estudiar para llegar de nuevo a una realidad consagrada. De todas maneras al estar publicado este libro lo recomendaré.

Un hombre familia, que según la inspiración cristiana es una institución docente natural, promotora de valores, que educa al hombre, a la mujer y lo transforma en persona. Venía de su familia originaria con mucho apego, recuerdo su hermano y hermana Johel, Serbia, amigos y compañeros de lucha. Además fundó y desarrolló una familia de tintes honorables, su esposa Doña Eliani, sus hijos e hijas, de ahí su descendencia. Honorabilidad por los valores intangibles de sus miembros ante la sociedad.

Para mí, Emiro fue un hombre que creyó en la felicidad, son pocos los que refieren a este estado de vida entre ellos Aristóteles, que después el cristianismo retoma con mucha fuerza. La felicidad es un valor intrínseco ético, moral, son virtudes de conciencia de fe, de esperanza, pero sobre todo de amor.

Iniciando este mayo, el mes de la Virgen, se nos fue Don Emiro, partió porque así se lo pidió su naturaleza. Como dice Plinio; “es una misión noble rescatar del olvido a los que deben ser rescatados”. Esta es una vida que debemos tener presente. Como lo digo en el título, se fue en tiempo de Resurrección y Pentecostés.
“La muerte es un hecho natural que tenemos que asumir, porque es parte de nosotros, que vence al cuerpo, pero no al alma que es la libertad plena, ni al espíritu, que es la esencia del alma de Dios…”.

 

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