Dominicus

“Una luz en mi camino” (salmo 119, 105)

8 de abril de 2018  /  2º domingo de Pascua o de la Divina Misericordia

Ciclo B Color: Blanco

PRIMERA LECTURA (Hech 4, 32-35)

Lectura de los Hechos de los Apóstoles.

La multitud de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma. Nadie consideraba sus bienes como propios, sino que todo era común entre ellos. Los apóstoles daban testimonio con mucho poder de la resurrección del Señor Jesús y gozaban de gran estima. Ninguno padecía necesidad, porque todos los que poseían tierras o casas las vendían y ponían el dinero a disposición de los apóstoles, para que se distribuyera a cada uno según sus necesidades.

Palabra de Dios.

A. Te alabamos, Señor

SALMO (Sal 117, 2-4. 16ab-18. 22-24)

R. ¡Den gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterno su amor!

Que lo diga el pueblo de Israel: ¡es eterno su amor! Que lo diga la familia de Aarón: ¡es eterno su amor! Que lo digan los que temen al Señor: ¡es eterno su amor! R.

La mano del Señor es sublime, la mano del Señor hace proezas. No, no moriré, viviré para publicar lo que hizo el Señor. El Señor me castigó duramente, pero no me entregó a la muerte. R.

La piedra que desecharon los constructores es ahora la piedra angular. Esto ha sido hecho por el Señor y es admirable a nuestros ojos. Éste es el día que hizo el Señor: alegrémonos y regocijémonos en él. R.

SEGUNDA LECTURA (1Jn 5, 1-6)

Lectura de la primera carta de san Juan.

Queridos hermanos: el que cree que Jesús es el Cristo ha nacido de Dios; y el que ama al Padre ama también al que ha nacido de él. La señal de que amamos a los hijos de Dios es que amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos. El amor a Dios consiste en cumplir sus mandamientos, y sus mandamientos no son una carga, porque el que ha nacido de Dios vence al mundo. Y la victoria que triunfa sobre el mundo es nuestra fe. ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios? Jesucristo vino por el agua y por la sangre; no solamente con el agua, sino con el agua y con la sangre. Y el Espíritu da testimonio, porque el Espíritu es la verdad.

Palabra de Dios.

A. Te alabamos, Señor

EVANGELIO (Jn 20, 19-31)

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan.

Al atardecer del primer día de la semana, los discípulos se encontraban con las puertas cerradas por temor a los judíos. Entonces llegó Jesús y, poniéndose en medio de ellos, les dijo: “¡La paz esté con ustedes!”. Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor. Jesús les dijo de nuevo: “¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes”. Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: “Reciban el Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan”. Tomás, uno de los Doce, de sobrenombre el Mellizo, no estaba con ellos cuando llegó Jesús. Los otros discípulos le dijeron: “¡Hemos visto al Señor!”. Él les respondió: “Si no veo la marca de los clavos en sus manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no lo creeré”. Ocho días más tarde, estaban de nuevo los discípulos reunidos en la casa, y estaba con ellos Tomás. Entonces apareció Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio de ellos y les dijo: “¡La paz esté con ustedes!”. Luego dijo a Tomás: “Trae aquí tu dedo: aquí están mis manos. Acerca tu mano: métela en mi costado. En adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe”. Tomás respondió: “¡Señor mío y Dios mío!”. Jesús le dijo: “Ahora crees, porque me has visto. ¡Felices los que creen sin haber visto!”. Jesús realizó, además, muchos otros signos en presencia de sus discípulos, que no se encuentran relatados en este libro. Estos han sido escritos para que ustedes crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y creyendo, tengan vida en su nombre.

Palabra del Señor.

A. Gloria a ti, Señor Jesús

Reflexión

Pbro. Tomás Fernando Espinosa Aguilar

Muy estimados hermanos y hermanas, este domingo contemplamos con gozo la iglesia como comunidad de creyentes, como comunidad de misericordia, de la Divina Misericordia. Cuanta gracia, cuanto gozo, pues Dios en su infinita misericordia se manifiesta a sus hijos y derrama abundantes bendiciones. Hoy Cristo revela la infinita misericordia de Dios Padre que ha dado a su hijo, por nuestra salvación, por nuestra redención. Ante un  mundo que parece perdido, dominado del mal, del egoísmo, Cristo de la Divina Misericordia nos ofrece su amor que perdona, que nos reconcilia, que nos levanta de nuestras miserias, y nos llena el alma de esperanza. Amor que convierte nuestro corazón y nos dona la paz que tanto necesitamos para reconciliar a nuestro país. ¡Jesús en ti confío, ten misericordia de nosotros y del mundo entero! Escribía el Cardenal Kasper, observando el mal, la injusticia, la corrupción y los horribles crímenes de hoy, solo la misericordia de Dios garantiza la existencia del mundo, sin la misericordia, el mundo se perdería y no existiría. Dios en su infinita misericordia, ejerce su omnipotencia en ternura, con un abrazo y una caricia. Dios nunca nos fuerza, por el contrario nos motiva con paciencia mite e gratuita. Su misericordia es dulce y nos hace dulce la vida. Como el Padre Misericordioso del Evangelio, Dios ya nos espera, desde lejos, nos da tiempo, siempre está a la puerta de nuestro corazón y toca. La misericordia no tiene aires de superioridad, que oprime o fuerza la libertad. Dios es amigo de la vida, no se alegra de la muerte del malvado, sino que quiere que se convierta y viva. En el cielo hay más alegría por un solo pecador que se convierta, que por 99 justos que no tienen necesidad de conversión. A la pregunta sobre cómo hablar de Dios y de la misericordia en el mundo de hoy, Jesús nos responde así: “Puedes encontrarme en el pobre, en los hambrientos, en los sedientos, en los refugiados, en todos mis hermanos y hermanas necesitados” Tenemos necesidad de una espiritualidad de ojos abiertos, que en los que están en la miseria reconozcamos a Jesús, y descubramos que Dios no es ni lejano, ni irreconocible en nuestro mundo. Dios nos espera en nuestros hermanos. Cuanta necesidad tenemos de la misericordia de Dios, y hoy nuestro pueblo levanta sus manos en alabanza a Jesús de la Divina Misericordia, para  que cambie y convierta nuestro corazón, para que en nuestro país no domine el odio, la venganza, la muerte de jóvenes inocentes bajo la tiranía de un gobierno diabólico. La Misericordia sin justicia no es misericordia. Que este domingo por intercesión de Juan Pablo II reine la paz en Venezuela y nos podamos liberar de quienes han destruido nuestro país. Solo en la misericordia de Dios encontraremos esa paz que tanto necesita nuestro pueblo. Eterno Padre por la dolorosa pasión y la resurrección de tu Hijo ten misericordia de Venezuela y del mundo entero. Feliz domingo de la Divina Misericordia.

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