“Una luz en mi camino” (salmo 119, 105)
25 de marzo de 2018 / Domingo de Ramos de la Pasión del Señor
Color: Rojo Ciclo B
Evangelio (Mc 11, 1-10)
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según San Marcos.
Cuando Jesús y los suyos se aproximaban a Jerusalén, estando ya al pie del monte de los Olivos, cerca de Betfagé y de Betania, Jesús envió a dos de sus discípulos, diciéndoles: “Vayan al pueblo que está enfrente y, al entrar, encontrarán un asno atado, que nadie ha montado todavía. Desátenlo y tráiganmelo; y si alguien les pregunta: ‘¿Qué están haciendo?’, respondan: ‘El Señor lo necesita y lo va a devolver en seguida’”. Ellos fueron y encontraron un asno atado cerca de una puerta, en la calle, y lo desataron. Algunos de los que estaban allí les preguntaron: “¿Qué hacen? ¿Por qué desatan ese asno?”. Ellos respondieron como Jesús les había dicho, y nadie los molestó. Entonces le llevaron el asno, pusieron sus mantos sobre él, y Jesús se montó. Muchos extendían sus mantos sobre el camino; otros lo cubrían con ramas que cortaban en el campo. Los que iban delante y los que seguían a Jesús gritaban: “¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Bendito sea el Reino que ya viene, el Reino de nuestro padre David! ¡Hosanna en las alturas!”
PRIMERA LECTURA (Is 50, 4-7)
Lectura del libro de Isaías.
El mismo Señor me ha dado una lengua de discípulo, para que yo sepa reconfortar al fatigado con una palabra de aliento. Cada mañana, él despierta mi oído para que yo escuche como un discípulo. El Señor abrió mi oído y yo no me resistí ni me volví atrás: ofrecí mi espalda a los que me golpeaban y mis mejillas a los que me arrancaban la barba; no retiré mi rostro cuando me ultrajaban y escupían. Pero el Señor viene en mi ayuda; por eso no quedé confundido; por eso, endurecí mi rostro como el pedernal, y sé muy bien que no seré defraudado.
Palabra de Dios.
- Te alabamos, Señor.
SALMO (Sal 21, 8-9. 17-18a. 19-20. 23-24)
- Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
Los que me ven se burlan de mí, hacen una mueca y mueven la cabeza, diciendo: “Confió en el Señor, que él lo libre; que lo salve, si lo quiere tanto”. R.
Me rodea una jauría de perros, me asalta una banda de malhechores; taladran mis manos y mis pies, yo puedo contar todos mis huesos. R.
Se reparten entre sí mi ropa y sortean mi túnica. Pero tú, Señor, no te quedes lejos; tú que eres mi fuerza, ven pronto a socorrerme. R.
Yo anunciaré tu nombre a mis hermanos, te alabaré en medio de la asamblea: “Alábenlo, los que temen al Señor, glorifíquenlo, descendientes de Jacob; témanlo, descendientes de Israel”. R.
SEGUNDA LECTURA (Flp 2, 6-11)
Lectura de la carta del apóstol San Pablo a los cristianos de Filipos.
Jesucristo, que era de condición divina, no consideró esta igualdad con Dios como algo que debía guardar celosamente: al contrario, se anonadó a sí mismo, tomando la condición de servidor y haciéndose semejante a los hombres. Y presentándose con aspecto humano, se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte, y muerte de cruz. Por eso, Dios lo exaltó y le dio el nombre que está sobre todo nombre, para que al nombre de Jesús, se doble toda rodilla en el cielo, en la tierra y en los abismos, y toda lengua proclame para gloria de Dios Padre: “Jesucristo es el Señor”.
Palabra de Dios.
- Te alabamos, Señor
EVANGELIO Pasión de Nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 14, 1—15, 47 o más breve 15, 1-39.
Reflexión
Tomas Fernando Espinosa Aguilar
En verdad os digo: uno de vosotros me entregará” Cuando Jesús hizo esta afirmación durante la última Cena, cada uno de los discípulos presentes se sintió interpelado personalmente “¿acaso soy yo Señor?” Después se descubrió que el traidor en el que Jesús pensaba era Judas, pero el relato de la Pasión nos dice que cada discípulo tenía razón para plantearse la pregunta de si el traidor no sería él. De hecho, después, “todos los discípulos lo abandonaron y huyeron”. La conciencia de ser traidores de Jesús permanece en muchos discípulos de hoy, pues nosotros que sabemos que Cristo nos ha amado hasta la muerte en Cruz, y ha resucitado, podemos medir aún mas, qué poco fieles somos a un amor tan grande. Algunos pueden sentirse pecadores, pero el cristiano sabe que es traidor, renegador de un amor, de un Amigo. El pecado hay que definirlo ahora dentro de la relación con el Señor. El pecado es un venir a menos con Dios, en una relación de amor en la que Dios mismo ha sufrido todo para eliminar toda distancia, toda lejanía entre Él y nosotros. La lectura del relato de la Pasión nos recuerda que la victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte se ha conseguido a través de su entrega amorosa hasta dar la vida. Se trata de una entrega que es fruto del amor, y que le ha hecho capaz de aceptar voluntariamente el riesgo, el sufrimiento y la misma muerte.
La muerte de Jesús no es un imprevisto. Es el resultado de un modo de vida libremente asumido. Es fruto de su amor al Padre y de su entrega al servicio del Evangelio de la salvación. Jesús entra como Rey, pero no viene a dominar, sino a servir a la humanidad.
Entra glorioso y aclamado, pero de forma completamente humilde.
Viene dispuesto a combatir, pero su lucha es contra el pecado.
Triunfa en su batalla, pero su victoria, que es el triunfo de la fidelidad a Dios, encuentra su máxima consumación en el aparente fracaso de la cruz.
Que en esta Semana Santa, donde los crucifijos se multiplican y la sangre del inocente viene derramada bajo la tiranía y la represión del gobierno, elevemos nuestras plegarias para que pasando la sombra de la cruz, muy pronto resucitemos con Cristo, como una patria libre y soberana.