Docentes imparten clases en casas de alumnos para continuar con el proceso educativo

En medio de las limitaciones que ha generado la pandemia por COVID-19 para impartir clases presenciales, de los problemas de conexión a internet y de electricidad, así como de los bajos salarios que perciben, los docentes venezolanos siguen laborando por vocación, por esa necesidad de hacerle un bien al país en las nuevas generaciones, y para ello se reinventan.

Maestros del Táchira siguen haciendo esfuerzos para formar a las nuevas generaciones. Carlos Eduardo Ramírez

 

Ya no se trata sólo de actualizarse desde el punto de vista pedagógico y cultural o de adaptar las nuevas tecnologías (en la medida de lo posible) al proceso de enseñanza – aprendizaje, el maestro venezolano conmemora su día, este 15 de enero de 2022, con otros retos que han sido consecuencia de la pandemia por COVID-19, de sus bajos salarios y de las limitaciones en materia de electricidad, conexión a internet y transporte, sin dejar de lado la infraestructura educativa.

Han sido diversos los casos relatados sobre lo que deben hacer los docentes para sobrevivir. Hacen dulces para vender, tienen bodegas improvisadas en las salas de sus casas, venden café en las colas para abastecer gasolina,  dan clases de tareas dirigidas, hacen trabajos a domicilio, entre otros.

Pero no se trata solo de un tema de subsistencia, para la mayoría de ellos hay una necesidad de seguir dando clases a pesar de las adversidades. De llegar a sus alumnos con nuevas enseñanzas, de estar cerca de ellos para saber qué les pasa, y ayudar a sus padres en ese proceso de comprensión y análisis  conductual.

Indhira Lara (40) y Marli García (35) son un ejemplo de ello. Ambas dan clases a domicilio (en paralelo a sus actividades formales) en la localidad de Táriba, municipio Cárdenas, para ayudar a los niños que lo requieren a comprender mejor sus actividades. Tienen en común que están entregadas a la formación de un menor de edad con condiciones especiales.

La pandemia por COVID-19 convirtió a las viviendas en las nuevas aulas de clase. Carlos Eduardo Ramírez

Aprender más

Indhira Lara (40), es docente egresada del Instituto Pedagógico Rural “Gervasio Rubio” Upel (23 de junio de 2005), ubicado en el municipio Junín del estado Táchira. Es oriunda de  Guasdualito, estado Apure, y por ser proveniente de una familia humilde tuvo que hacer sacrificios para cumplir con su sueño de ser docente.

 

Indhira Lara, es docente. A pesar de las adversidades quiere seguir actualizando su formación para dejar nuevas enseñanzas a sus alumnos. Carlos Eduardo Ramírez

Mientras estuvo en la universidad tuvo beca trabajo, aprovechó la oportunidad de relacionarse un poco más con los docentes y aprender de ellos lo necesario para luego enseñar a sus alumnos, y así lo ha hecho en tres municipios del estado Táchira. Fernández Feo, en donde laboró 12 años, en Lobatera y en San Cristóbal. Actualmente imparte clases en la Escuela Monseñor Briceño de Táriba, municipio Cárdenas.

“Fue mi sueño desde niña ser maestra, ser docente, y se dio la oportunidad. En junio de 1999 me inscribí en la Upel Rubio, en septiembre fui aprobada. Fue una experiencia maravillosa la Upel Rubio, fui beca trabajo también para ayudarme, trabajé en el área de pedagogía y me relacioné con varios docentes”, acotó.

Le encantan las actividades de clase, organizar los viernes culturales, y estar pendiente de lo que puede estarle ocurriendo a sus alumnos, pues destaca que muchas veces los padres no están atentos a los cambios de actitud de sus hijos, o emplean mucho tiempo en el trabajo, por lo que el niño tiene falta de afecto, de un abrazo, y a ella le gusta ayudarlos en esos procesos. Por ello, para Indhira la suspensión de clases por  la pandemia del COVID-19 representó un choque en un principio.

Pensó durante la cuarentena más radical irse del estado Táchira, porque quería estar más cerca de su familia.  Pensó en averiguar una escuela cerca, y estaba en esa disyuntiva si se iba o se quedaba, cuando su mamá le dijo que mejor siguiera en la entidad andina, que en cualquier momento podía viajar al estado Apure.

Indhira pensó en dejar la docencia en el Táchira e irse a su estado natal, Apure, cuando inició la cuarentena radical por COVID-19. Mariana Duque

“Al principio fue difícil porque el estar encerrada para mí no era una costumbre, soy una persona muy activa, me gusta estar haciendo cursos, ir a caminar, hacer una actividad social y para mí fue como estar en una cárcel. El aula es necesaria, porque siempre hay ese afecto con los niños, hay muchos niños falta de afecto, de un abrazo. Y no es solamente la parte pedagógica, es escucharlo, es ir más allá, porque aunque Dios no me ha dado hijos, esos han sido mis hijos, en la institución y en la  escuela. Hay muchas situaciones que de repente el padre desconoce y el maestro es el mejor amigo del estudiante. El docente cubre esos espacios que a veces el papá y la mamá no lo hacen, o ya no están en el país”.

Aunque ha cumplido con las clases virtuales y su asignación de supervisión académica, da clases en algunas casas, cuyos padres así lo requieren, siendo uno de sus mayores retos la enseñanza a un niño con discapacidad, por lo que quiere seguir formándose, aprender el lenguaje de señas, para ser una maestra integral.

“Ahorita quiero aprender el lenguaje de señas, aunque soy docente de educación integral, porque el haber trabajado dos años con un niño con condición para mí fue un reto. Debemos ser investigadores, innovadores, y aprender cosas de educación especial”.

Indhira reconoce que la falta de transporte público se ha convertido en una limitación, pero actualmente está dispuesta a hacerlo para tener contacto con los alumnos, además que lo ven como  provecho para desarrollar una actividad física.

Enseñar a un niño con capacidades especiales despertó en Indhira la inquietud de aprender el lenguaje de señas. Carlos Eduardo Ramírez

Sueña también con formar parte de una ONG que atienda la violencia contra la mujer y la violencia intrafamiliar, pues entre los talleres virtuales en los que participó durante los días más álgidos de la pandemia, pudo conocer que el niño estaba siendo maltratado al pasar tanto tiempo en la casa, y por lo tanto estaba siendo agredido. Quiere tener las herramientas para ayudar.

“Hay que dejar una huella para transformar y hacer el país que todos queremos. Si se puede, con mucho optimismo, esfuerzo, y un poco de educación. La mamá del niño especial ha tenido paciencia, carisma, hay muchos padres entregados, que quiere dar el mil por mil  por sus hijos, porque la labor docente no es solamente el docente, sino el padre también”.

A las nuevas generaciones les dice que continúen estudiando, porque además pueden hacer más actividades. “Si podemos transformar, si podemos hacer el país que queremos”.

 

Dar clases en las casas se ha convertido en una alternativa para Indhira mantenerse en contacto con sus alumnos y estar activa. Carlos Eduardo Ramírez

 

Tareas dirigidas

 

Para Marli es una satisfacción poder llegar a donde sus alumnos y dejarles un aprendizaje. Carlos Eduardo Ramírez

Marli García (35) es docente, especialista en Castellano y Literatura, egresada de la Universidad de Los Andes (ULA). Tiene ocho años de servicio, cinco en colegios privados y tres en la Zona Educativa Táchira (ZET). Actualmente, en las tardes imparte tareas dirigidas a un niño de necesidades especiales.

“¿Qué me lleva a venir y trabajar con el niño? Las ganas, y el saber que hay mucho niños que necesitan aprender, tener más conocimientos, sabiendo que hemos tenido una situación compleja que tiene que ver con la pandemia, y todos los días, siempre con una felicidad mayor, trabajo por seguir impulsando para que estos niños tengan un aprendizaje significativo”, expresa, al tiempo que afirma que Dios le ha puesto un propósito grande para darle clases a un niño con capacidades especiales.

A su lugar de trabajo se dirige caminando porque le queda relativamente cerca, pero asegura que si hubiera vivido lejos no hubiera sido impedimento, pues es de las docentes que creen que con instituciones educativas aptas y contando con todos los sistemas de seguridad, se deberían continuar las clases presenciales.

 

Que se regrese a las aulas de clase es uno de los anhelos de Marli. Carlos Eduardo Ramírez

“Vivimos un proceso complejo con la pandemia, se ha ido llevando poco a poco las normas de bioseguridad, pero existe temor por parte de padres y representantes para llevar a sus hijos a esas aulas de aprendizaje. Uno respeta, pero si es necesario que los niños asistan. Se ha hecho por grupos, porque esa fue una de las medidas que se tomó a nivel central y si es solamente dos días por semana es chévere, para que los niños sigan reforzando”.

Insiste en que son diferente las clases en la casa que dentro del aula, porque los estudiantes tienen contacto con más niños y pueden seguir aprendiendo mucho más, pero mientras los procesos son  cambiantes, ella va buscando la manera de seguir actualizándose para llevar de una buena manera el  proceso de enseñanza- aprendizaje.

 

Las maestras caminan hasta los hogares de algunos de sus alumnos para impartir clases. Carlos Eduardo Ramírez

 

 

 

 

 

Salir de la versión móvil