DLA: Mi escuela de periodismo por excelencia

En el afán de adentrarme en el periodismo e ir tomando experiencia en el ejercicio de la profesión y apenas cursando el cuarto semestre de Comunicación Social, quise ir más allá de conocer una sala de redacción, quise vincularme directamente con la noticia y la pauta diaria. Busqué, insistí y en mayo de 2002, Diario de los Andes, uno de los impresos más importantes del Táchira, aceptó una solicitud que hice a puño y letra, con redacción nerviosa de aprendiz y con las ganas enormes de recibir el sí, que luego fue moldeando mi criterio profesional.

Con conocimientos básicos, sólo las teorías impartidas por la universidad, empecé a hacer “mesa de redacción” en el Diario de los Andes, oficio que era esquivado por los periodistas ya consagrados, sin embargo, para una aprendiz representaba algo importante, era tener el contacto directo con la noticia, con las comunidades, gremios y políticos que recién iniciaban su carrera y acudían al diario para darse a conocer.

Así inicia una vida periodística, bajo la mentoría de quién fue mi maestro en la práctica y que más allá del respeto ganado, siempre he admirado por su olfato periodístico, ética y la manera de escudriñar en la noticia y encontrar nuevos hallazgos que permitieran al periodista destacarse en la información presentada: Don Tiberio Martínez.

Cada día que transcurrió me vincule más y más al diario que de ser una escuela pasó a convertirse en una segunda casa en la que pasaba largas horas, incluyendo fines de semana, pues al correr de los meses y con el cumplimiento de cada tarea, llegaron nuevas responsabilidades, como cubrir guardias de fines de semana en las que mi trabajo contaba como el de una periodista más.

De aprendiz, pasé a formalizar mi periodo de pasantías profesionales en Diario los Andes en junio de 2003, tiempo en el que seguí compartiendo experiencias con profesionales de dilatada trayectoria como Antonio Ruiz Sánchez, a quien le escuché con atención relatos de su vida profesional y reconocí en cada uno de ellos la sabiduría que contenían. A don Armando Hernández, quién siempre se mostraba prestó en compartir conocimientos con los pasantes y nos llevaba a cubrir pautas donde eran frecuentes ver accidentes, cadáveres, entrar a la morgue, y demás acciones propias de la fuente de sucesos.

Recuerdo las reuniones con don Tiberio Martínez luego de regresar de la pauta asignada: ¿qué consiguió china? Y allí empezaba el análisis de una noticia que, de normal, podía pasar a primera página de acuerdo al abordaje que se le daba.

Entregar un trabajo limpio y bien sustanciado eran parte de la dinámica.

Gracias a las responsabilidades que poco a poco se me fueron asignando empecé no solo a meterme en el papel del periodista, también a sentirme uno más e ir adquiriendo las destrezas que me llevaron al siguiente paso: trabajar para Diario de los Andes como profesional ya graduada.

El suplemento “Rumba de Feria”, se convirtió en la plataforma impresa en donde me inicié como profesional en el año 2005. Era un periódico que editaba Diario de los Andes en temporada de feria de San Sebastián y coordinado por la periodista Elizabeth Reyes. Allí se centraba toda la información cultural, deportiva, taurina y de farándula que envolvía al magno evento. Compartí noches de “Rumba de Feria” con el recordado fotógrafo Sebastián Joya, el apreciado e inolvidable colega Dagoberto Parra, la señora Coromoto Sánchez quien se encargaba de la comercialización y publicidad. No era trabajo estar más de 10 horas compartiendo pautas y luego escribiendo porque todo se hacía con entusiasmo, se hacía un trabajo con el corazón para entregarlo a los hogares del Táchira.

Luego de estar dos años aproximadamente con el medio impreso del Táchira, llegó el momento de seguir en otros proyectos y dije adiós, pero no por mucho tiempo. En el año 2014, regresé de nuevo a la que he considerado siempre mi casa editorial. Fui invitada por la colega y amiga de luchas Judith Valderrama para formar parte de la Unidad de Investigación de DLA, un suplemento especial coordinado por Valderrama y dirigido siempre por el Dr. Eladio Muchacho, que cada lunes, acaparaba la atención de los tachirenses por la minuciosidad, profesionalismo y ética con la que se abordan diversos temas del acontecer local y nacional.

El paso por la Unidad de Investigación del Diario de los Andes, me hizo conocer una nueva forma de hacer periodismo, con sentido humano, menos apresurado, pero con más detalles y acercamiento a lo real. Tocamos fibras y aprendimos que presentar la información debe ir siempre en alianza con un concepto visual que enseñe el contenido en apenas una foto o una infografía e hicimos un gran equipo con el grupo de diseño del diario, destacando la labor de Tahiry Avero.

Los últimos años no han sido fáciles para el periodismo venezolano y el tachirense no ha escapado de esa realidad. A medida que transcurrían los años y la censura hacía mella en la prensa nacional, a diario de los Andes le iban reduciendo las posibilidades de circulación con las limitaciones del papel. De diario pasamos a Semanario de los Andes y las páginas cada vez eran menos, hasta llegar al punto de verse obligado a migrar a una versión completamente digital que requería menos recurso humano y profesional.

Nuevamente vino una despedida, buscar otros rumbos, pero siempre con la mirada puesta en quienes nos han brindado la oportunidad de ser, si, de ser mejores periodistas, responsables, apegados a la ética y defendiendo siempre la verdad y a los más vulnerables.

Para mi Diario de los Andes siempre va a estar a la vuelta de la esquina, siempre será ese lugar de recuerdos, de encuentros y de saberes que han nutrido mi vida profesional, más que agradecida por la puerta siempre abierta, doy gracias por brindarme la oportunidad de conocer y compartir con grandes personas que hoy se han convertido en amigos de la vida, especialmente a su director General, el Dr. Eladio Muchacho Unda.

Mi buen augurio, felicidad y éxito a todos los que conforman está gran familia al arribar a un año más de ejercicio periodístico y de respeto al lector. Gracias siempre.

Rosalinda Hernández C.

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