En la antigua Grecia, en el Templo de Apolo en Delfos, situado en las pendientes del Monte Parnaso, había entre otras la siguiente inscripción: “gnothi seauton” que significa: “Conócete”.
En tal sentido, la única forma de conocernos bien es por medio de la teoría científica evolutiva darwiniana. En efecto, el gran naturalista inglés Charles Darwin (1809-1882) con su extraordinaria obra: ‘El Origen de las Especies’ (1859) provocó un gran terremoto cuyas repercusiones todavía estamos sintiendo. Ciertamente, esa obra ha sido la más revolucionaria y trascendental en toda la historia de la humanidad….¿Por qué?….Porque esa obra tuvo y sigue teniendo las más tremendas implicaciones de todo tipo para el ser humano. Yo tuve el deleite de ser Profesor Jubilado Activo en el NURR-ULA impartiendo la asignatura ‘Evolución’ desde el año 2002 hasta 2017, y siempre les decía a mis estudiantes que todo ser humano que sea pensante, en algún momento de su vida se pregunta: ¿Por qué estoy viviendo?….¿Por qué tengo esta morfología de esqueleto y esta fisiología?….¿Por qué tengo estas manos y estos pies y un cerebro de gran tamaño?….Son preguntas existenciales básicas y la única respuesta satisfactoria viene dada por dicha teoría. También les decía a mis estudiantes que en el caso del humano, tiene implicaciones respecto al sentido de la vida, el deseo de felicidad, la psicología, la ética, la política, la medicina, la estética, la sexualidad, las políticas de salud pública, y sobre todo, en lo que se refiere al diseño de una sociedad futura acorde con nuestra biología como especie que nos permita alcanzar la mayor felicidad posible.
El notable filósofo norteamericano Daniel C. Dennett (nac. 1942) ha expresado: “Si yo tuviera que dar un premio a la mejor idea que alguien ha tenido alguna vez, se lo daría a Darwin, por delante de Newton y Einstein y cualquier otro” (1). En efecto, muchos autores consideran que el Darwinismo tiene validez en todo el Universo igual que las leyes físicas. Es decir, en cualquier parte del Universo donde haya vida necesariamente se regirá por Selección Natural Darwiniana.
Desde que Darwin publicó su mencionada obra conocemos abrumadoras evidencias científicas a favor de su validez y hoy en día ya está tan comprobada como la teoría heliocéntrica (la tierra gira alrededor del sol) o la teoría atómica (la materia está constituida por átomos). Como muy bien dijo el notable bioquímico francés François Jacob (1920-2013) que ganó el Premio Nobel de Fisiología y Medicina en 1965: “Hoy en día se ha hecho virtualmente imposible dar cuenta de la tremenda cantidad de datos acumulados durante las últimas décadas sin una teoría del tipo del Darwinismo moderno. La posibilidad de que esta teoría sea refutada en su totalidad algún día, actualmente tiene una probabilidad casi de cero” (2). Igualmente, el gran biólogo germano-norteamericano Ernst Mayr (1904-2005) dijo: “La evolución, como tal, ya no es una simple teoría para un autor moderno. Es un hecho al igual que el hecho de que la tierra gira alrededor del sol” (3)…Por otra parte, es muy bien conocido que la mayoría de las características anatómicas, fisiológicas y de comportamiento de un ser vivo han sido el resultado de un proceso evolutivo, y solamente se pueden comprender desde ese punto de vista evolutivo. Por eso el eminente genetista ruso-norteamericano Theodosius Dobzhansky (1900-1975) expresó: “Nada en la biología tiene sentido si no es a la luz de la evolución” (4). De igual manera, el mencionado autor Ernst Mayr dijo: “La teoría de la evolución es muy correctamente llamada la mayor teoría unificadora de la biología” (5).
El mismo Daniel Dennett ha sido muy contundente cuando ha dicho: “Para decirlo de manera directa pero justa, cualquiera hoy en día que dude que la variedad de la vida en este planeta ha sido producida por un proceso de evolución, simplemente es ignorante – Un ignorante sin excusas” (6). No obstante, yo matizaría lo que dice Dennett, porque desgraciadamente muchas personas sí tienen excusas para ignorar la teoría evolutiva darwiniana, ya que nunca han tenido oportunidad de conocerla y deleitarse estudiándola. Por eso no tienen la culpa de ser ‘ignorantes’. Precisamente por eso es tan importante divulgar la teoría evolutiva darwiniana.
Respecto a la posición de las diversas religiones es importante contrastar dos concepciones muy distintas. Una es la de James Ussher (1581-1656), Arzobispo de Armagh (Irlanda), en su obra ‘Annales Veteris et Novi Testamenti’ (1650-1654), es decir, ‘Anales del Antiguo Testamento y del Nuevo Testamento’, que plantea su cálculo según el cual la creación bíblica del mundo tuvo lugar el año 4004 Antes de Jesucristo. Ese cálculo fue refinado unos pocos años después por John Lightfoot (1602-1675), investigador inglés del hebraísmo de la Universidad de Cambridge, que concluyó que la Creación tuvo lugar el 18 de octubre el año 4004 Antes de Jesucristo, y que Adán fue creado el 23 de octubre a las 9,00 am. Según tal cronología actualmente tendríamos aproximadamente algo más de 6.000 años de antigüedad (7). Por supuesto eso es un grandísimo disparate y en contraste, el Papa Juan Pablo II (1920-2005), Papa desde el año 1978 hasta su fallecimiento, tuvo una actitud mucho más sensata, ya que durante su alocución a la ‘Academia Pontificia de Ciencias’ el 22 de octubre de 1996, reconoció que la evolución es más que una hipótesis y que hay claras evidencias a favor de la teoría evolutiva (8).
Veamos muy brevemente la revolución teórica que hizo Darwin.
Los seres vivos poseen estructuras que cumplen un propósito y les permiten adaptarse a su modo de vida, y ‘parecen diseñadas’. No obstante, la revolución de Darwin estriba en que propuso el mecanismo de la Selección Natural para explicar el origen del aparente diseño en los seres vivos sin necesidad de recurrir a un diseñador o artífice. Inclusive el origen de un diseñador como el Homo sapiens se puede explicar por medio de la Selección Natural.
El teólogo inglés William Paley (1743-1805), en su obra: ‘Teología Natural’ (1802) dice: “Supongamos que al cruzar un terreno baldío yo tropiezo mi pie con una piedra y me preguntaran cómo llegó la piedra a estar ahí. Posiblemente yo podría responder que siempre ha estado ahí, en vista de que no conozco motivos para pensar lo contrario. (…) Pero supongamos que yo encuentro un reloj en el terreno y se me preguntara cómo llegó ese reloj a ese lugar. Yo difícilmente podría pensar en la respuesta que había dado, es decir, que por lo que conozco ese reloj siempre ha estado ahí. No obstante ¿Por qué esa respuesta no serviría para el reloj igual que para la piedra? ¿Por qué no es admisible en el segundo caso igual que en el primero?. Por esta razón y no por otra. Que cuando inspeccionamos el reloj percibimos – lo cual no podríamos descubrir en una piedra – que sus diversas partes están dispuestas y ajustadas para un propósito, e.g. que esas partes están formadas de tal manera y ajustadas de tal manera que pueden producir movimiento, y que ese movimiento está regulado de tal manera que señala la hora del día; que si las diferentes partes hubieran sido moldeadas de manera distinta o colocadas de otra manera o en otro orden al que han sido colocadas, o bien no habría movimiento en la máquina, o bien no se llevaría a cabo el movimiento correspondiente al uso para el cual sirve (…) Una vez que se ha observado el mecanismo (…) pensamos que es inevitable inferir que el reloj debe haber tenido un fabricante – Que debe haber existido, en algún momento y en uno u otro lugar, un artífice o artífices que lo formaron para el propósito que ahora vemos que cumple, que concibieron su construcción y diseñaron su uso” (Cap. 1).
Los organismos vivientes manifiestan adaptaciones impresionantes y el argumento de Paley de un ‘Artífice Diseñador’ parecería válido. Pero Darwin al concebir su teoría de la Selección Natural se percató de que el aparente diseño de los organismos vivientes se puede explicar sin necesidad de recurrir a un Artífice. En efecto, Darwin conocía muy bien las experiencias de criadores de animales y cultivadores de plantas, que por medio de Selección Artificial habían logrado crear nuevas variedades de perros, palomas, aves de corral, ganado vacuno, hortalizas, etc. Eso lo habían logrado seleccionando de manera acumulativa pequeñas modificaciones convenientes escogidas en cada generación. Entonces Darwin pensó que en la naturaleza puede haber una selección de características de manera acumulativa y absolutamente natural. En su obra ‘El Origen de las Especies’ (1859) dice: “Debido a esta lucha por la vida, cualquier variación, por pequeña que sea (…) si es beneficiosa en algún grado para un individuo de cualquier especie, en sus relaciones infinitamente complejas con otros seres orgánicos y con la naturaleza externa, tenderá a la preservación de ese individuo, y por lo general será heredada por su progenie. La progenie, también tendrá una mayor posibilidad de sobrevivir, porque de los muchos individuos de cualquier especie que nacen periódicamente, solamente unos pocos pueden sobrevivir. Yo he llamado a este principio, por el cual cada variación pequeña si es útil, es preservada, con el término Selección Natural, para remarcar su relación con el poder de selección del hombre” (Capítulo III)….¡La teoría evolutiva darwiniana debe ser divulgada al máximo en el mundo actual para beneficio de todos!!!…NOTAS: (1) Pag. 21 en Daniel C. Dennet (1995) ‘Darwin´s Dangerous Idea. Evolution and the Meanings of Life’. Penguin Books. (2) Pag. 15 en François Jacob (1982) ‘The Possible and the Actual’. Pantheon Books. (3) Ernst Mayr (December 1999-January 2000). Impact Press. Pag. 33 in David Mills: ‘Atheist Universe’ (2006). (4) Dobzhansky, Th. (1973) ‘Nothing in Biology makes sense except in the light of Evolution’. American Biology Teacher 35. Pp. 125-129 (5) Pag. 1 en Ernst Mayr (1963) ‘Animal Species and Evolution’. Harvard Univ. Press. (6) Pag. 46 en Daniel Dennett, Op. Cit. (7) Pag. 10 en Robert T. Pennock (1999) ‘Tower of Babel. The Evidence against the New Creationism’. The MIT Press. (8) Pope John Paul II (1996) ‘Message to the Pontifical Academy of Sciences’. Pp. 527-528 en Philip Appleman (Ed.) (Third edition: 2001). ‘Darwin’. W.W. Norton & Co.,
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