Termino… o empiezo citando al presidente Mao. En oportunidades lo he señalado como uno de los seres más complejos y contradictorios de la historia: poeta y criminal, sabio y pervertido, teórico político y politiquero de los peores.
Pudiera seguir citando sus enormes e intensas contradicciones, no me quedaría espacio para lo que voy a escribir.
Lo menciono, por cuanto Adolfo Herrera, (Q.E.P.D.), me enseñó, la profunda sabiduría en sus muchos escritos; aun cuando el propio Mao no los aplicara en la mayoría de las oportunidades. Ninguna novedad. Se puede afirmar aquello de, “casa de herrero, asador de palos”
Titulo esta columna, como uno de sus escritos más densos e importantes: Sobre la Contradicción. Lo del dilema, no fue un tema para el timonel chino, para él solo existía su palabra, absoluta y obligante y basta. Las contradicciones, debo decirlo, no estoy descubriendo nada, son inherentes a los seres humanos. Ignorarlas es una forma de verlo, asumirlas otra.
Los venezolanos estamos llenos de esas contradicciones que nos llevan a los dilemas. Me he dado cuenta, de un aspecto, característica fundamental: hacerse grandes expectativas en el muy corto plazo, para todo, y frente a cualquier persona, sin excepción. Las expectativas ensombrecen nuestra vida. Esto se enseña a los niños, en proceso de crecimiento, pero, ¿cómo enseñar a un país entero? Lo observo a mi avanzada edad, con claridad.
La llegada de la Dra. Michelle Bachelet, me dio la pista. ¡Mi Dios! ¡Qué de exigencias, mandatos, rogatorias y demás peticiones de todo tipo! No hay institucionalidad que valga a la hora de hacer nuestros reclamos. Interesante de acotar, que no necesariamente, el planeta nos comprende, entiende, sufre con nosotros. Así será nuestra desgracia cuando más de 50 países lo reconocen.
Sin embargo, me llama la atención poderosamente: la actitud exhibida frente a poderes democráticos, no es igual ante el autoritarismo dictatorial. ¡Ah del humano y sus dilemas y contradicciones! Se ha vuelto un lugar común, “el tiempo de Dios es perfecto”. Dice la Biblia que hay un tiempo para cada cosa. Aceptar la dirección de Dios en nuestros aprendizajes, comprender nuestros errores y avanzar, sería lo adecuado. Seguramente la vida sería más fácil y serena si no nos comportáramos así, pero menos intensa y apasionante. ¿Alguien lo duda?