Diario de Los Andes | ¡Un Cuarentón! siendo más y mejor periódico

 

Elvins Humberto González

La espera fue larga. Los nuevos meses de la gestación fueron de expectativa. De espera angustiosa. Según los datos conseguidos en nuestra investigación, los primeros equipos llegaron en abril de 1978. La rotativa en junio. Luego vino el montaje y las pruebas. El parto fue el 24 de agosto de 1978. Y hubo júbilo, fanfarria y alegría. El Presidente de la República para la época, Carlos Andrés Pérez movió las palancas de la moderna maquinaria y empezaron a deslizarse ejemplares por el tobogán de la impresora con fluidez asombrosa, cien, quinientos, mil, tres mil y así sucesivamente.

En el orden cronológico esa es la génesis de «Diario de Los Andes», este querido medio impreso, inserto ya definitivamente en el corazón colectivo, que está celebrando sus cuarenta primaveras de actividades, proyectadas a la información, orientación y formación colectiva, dentro del esquema de una empresa con todos sus objetivos como tal pero cuya meta principal ha sido el servicio público y contribuir al desarrollo integral de la región.

Pero mucho antes había nacido en la mente de Eladio Muchacho Unda, su Director, un enamorado de la comunicación social que armoniza su condición de economista con estas tareas donde lo humanístico es fundamental. La idea fue acariciada durante mucho tiempo y se hicieron estudios de factibilidad que no llegaron a cuajar. La idea no murió. Siguió latente. Eladio Muchacho creó una empresa denominada «COMUNICA», S.R.L y comenzó su participación directa con ese mundo fascinante de la comunicación social a través de un negocio de arrendamiento de la emisora «Radio Turismo». El «gusanillo» del periódico no lo dejaba. Estaba ahí. Esperando la oportunidad propicia.

 

1976, primer balbuceo

Un hecho ocurrido en septiembre de 1976 puede tomarse como el primer balbuceo de Diario de Los Andes, aunque realmente la relación no fuese de cordón umbilical, pero sí concurrieron muchos factores para relacionarlo con el alumbramiento del 24 de agosto de 1978, dos años después. Fue la concreción de una idea romántica, de un grupo de periodistas de fundar un semanario moderno denominado «La Razón» que se imprimió durante 16 meses en los talleres de «El Informador» de Barquisimeto y que dio la pauta y marcó el camino a las posibilidades de crear otro diario regional con capacidad de estabilizarse y cumplir los objetivos que se trazó y que libró durante 16 meses una gallarda batalla hasta caer abatido en diciembre de 1977.

«La Razón» contó con el apoyo entusiasta de Muchacho Hermanos y Eladio Muchacho apareció encabezando su Junta de Directores Principales.

«La Razón». Un medio de comunicación social de intereses generales, vehículo de cultura y difusor de todo cuanto contribuya a rescatar la región de Los Andes del crónico subdesarrollo en el cual había estado sumida. Con un equipo humano dispuesto a que cobre plena vigencia la identidad del periodista como servidor público. Con directivos de sensibilidad y deseos de ser útiles. Con el objetivo irrenunciable de convertirse más temprano que tarde en el diario que quería y reclamaba la colectividad trujillana.

Fueron sueños que se esfumaron en diciembre de 1977, precisamente cuando caía la última hoja del calendario de ese lapso. Pero la semilla encontró surco generoso. Y todo cuanto soñaron aquellos forjadores, ese grupo de periodistas que encontró apoyo en empresarios como Muchacho Hermanos y Juan Ramón Fernández, lograron con el nacimiento de Diario de Los Andes librar el combate diario en defensa de aquellos anunciados. Así fue la relación de La Razón y Diario de Los Andes.

El arranque

Llegó la hora del arranque. Y lo hicieron. Con todos los hierros. En aquella oportunidad, aunque la figura parezca grotesca, se nos ocurría que fue en ropa interior. Porque lo lograron sin telex, ni teletipo y con un equipo integrado por Aníbal Miranda, en la Dirección; Guillermo Montilla, en la Jefatura de Redacción, Luis González y Francisco Graterol Vargas, experiencia y juventud que se juntaron para cuajar un periodismo de excelencia. Los fotógrafos eran Gilberto Ascanio y Nelson Maya. Los «cartones cortones» de Raúl Díaz Castañeda. Eduardo Peña en arte y publicidad. El señor Carlos Gaviria al frente de los talleres. Después se incorporó Eduardo Viloria a la columna del aeropuerto y la colaboración de amigos, como Nelson Rodríguez, Guillermo Torres, Rodolfo Zambrano, Julio Urdaneta y seguramente algunos nombres que merecen ser citados, pero en todo caso, ese grupo pequeño «soltó el pelero» los primeros seis meses haciendo de todo para mantener la naciente criatura en la etapa crucial de su vida.

 

No todo fue color de rosas

Fue un arranque saturado de carreras y momentos conflictivos, pero también de grandes satisfacciones, que durante los meses de gestión el equipo de trabajo pasó muchas horas examinando publicaciones, escudriñando textos, buscando ideas, ensamblando un proyecto novedoso que revolucionara el periodismo provinciano. En esa tarea trabajó mucho Eduardo Peña, un héroe silencioso y que poco se nombra, pero de gran valía. Y fue así como nació esa primera página que identifica a «Diario de Los Andes», pusieron especial empeño en la presentación del periódico con una diagramación limpia, hecha con gusto, dentro de las limitaciones existentes. Fueron muchas horas consumidas para llevar a la realidad todos esos anhelos retenidos durante años.

Proyecto pensado y analizado

 Hicieron la digresión, porque a pesar que la fecha inaugural los encontró con muchas fallas, el proyecto fue pensado y analizado en detalles. Lo que ocurre es que la creación de un periódico es una empresa titánica. Hay que tener «guáramo» para llevarla adelante.

Por eso en la columna «Tiro al Blanco» escrita por Guillermo Montilla de la primera edición se puede leer un epígrafe de una hermosa frase de ese gigante del pensamiento universal que fue el Dr. Luis Beltrán Prieto Figueroa: «Para vivir las cosas, primero hay que soñarlas». Y todos los que iniciaron la aventura de Diario de Los Andes lo soñaron hasta llevarlo a la realidad.

Diario de Los Andes ha sido fundamentalmente un factor de equilibrio y ponderación. Su presencia en la palestra ha evitado excesos y desbordamientos y ha logrado, sin poses, eso sí, apuntando que la función periodística se cumpla dentro de los elevados parámetros de su importancia, proyección y trascendencia. Esto ha sido un logro del cual toda esta familia y quienes han sido parte de la comunidad DLA, nos sentimos orgullosos.

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