Por: Antonio Pérez Esclarín (pesclarin@gmail.com)
Es hora de que todos asumamos nuestras responsabilidades ciudadanas y trabajemos por el bienestar de todos. No podemos seguir por el camino de la rivalidad y el enfrentamiento. Necesitamos acercarnos al sufrimiento de las personas con una actitud de respeto y compromiso por aliviarlo, volver a la Constitución y recuperar la confianza en nosotros y en la política. Cada palabra odiosa que se pronuncia, cada mentira que se dice, cada violencia que se comete, cada actitud que impide o retrasa las soluciones, nos empuja hacia una situación cada vez más inhumana.
Pasan los días y los numerosos problemas, en vez de resolverse, se agravan más. En Venezuela, a las mayorías nos resulta cada día más cuesta arriba sobrevivir, mientras unos pocos exhiben sin vergüenza sus fortunas y viven de espaldas al dolor de la gente. La educación y la salud están por el suelo, los sueldos y bonos no alcanzan para nada, enfermarse supone una tragedia, los apagones, la falta de agua y la escasez de gas y gasolina hacen que resulte muy difícil sobrevivir. Todo está dolarizado menos las pensiones y sueldos de los empleados públicos que resultan una humillación y una vergüenza. Por ello, muchos, perdida la esperanza, hacen planes para marcharse del país.
Por ello, es necesario retomar el camino del diálogo y la negociación. La primera condición para un diálogo verdadero es aceptar la verdad, reconocer al otro, asumir la responsabilidad de la situación que vivimos y mostrar verdadera voluntad de resolverla. No va a ser posible superar los problemas si los negamos, ,si seguimos empeñados en ocultar la verdad, si perseguimos al que piensa diferente, si repetimos que los problemas son producto únicamente de las sanciones económicas o de un complot mediático empeñado en presentar una visión falsa del país, y que los que claman por un cambio son fascistas y lacayos del imperio o personas con una visión ingenua de la realidad o sin corazón, que odian a los pobres y no quieren que progresen o se superen. “Por los frutos, los conoceréis”, nos dice el evangelio, y los frutos de esta revolución, en vez de sacar a las mayorías de la pobreza, nos ha hundido a casi todos en ella. Es evidente que los que se empeñan en mantener el actual rumbo, no sufren la escasez de medicinas, comida, luz, agua o gasolina y disfrutan de dólares baratos con los que pueden permitirse un nivel de vida de espaldas al sufrimiento de las mayorías. .De ahí el desprestigio en que han caído numerosos políticos que niegan con sus vidas sus discursos redentores y su tan proclamado amor al pueblo. Tampoco va a ser posible negociar si uno se considera dueño de la verdad, y pretende aplastar al oponente al que considera su enemigo. Sería conveniente que los que se niegan a negociar, intentaran ponerse en los zapatos y angustias de los millones de pensionados que deben sobrevivir con pensiones de unos tres dólares al mes, después de haber cotizado muchos años y haber contribuido con su trabajo a levantar una Venezuela próspera, hoy destruida. ¿Acaso no les duele la sangría de capital humano, que rompe familias y proyectos al tener que abandonar el país en busca desesperada de una vida digna? ¿Cómo es posible que, sin cataclismos o guerras, hayamos convertido a Venezuela, un país con tantas riquezas y potencialidades, en uno de los más miserables de América? ¿Cómo seguir defendiendo unas políticas que son incapaces de detener la inflación, la corrupción, la inseguridad, privan a las mayorías de servicios esenciales y agigantan las desigualdades? No dudo que las sanciones han agudizado los problemas, pero resulta irresponsable culparlas de la crisis. El declive y la destrucción del país comenzó mucho antes de que se implantaran las sanciones. Además, las sanciones no impiden a una minoría vivir en la opulencia. Y si quieren que les quiten las sanciones, ¿por qué no desisten de las conductas y acciones que las ocasionaron?
Es la hora de demostrar con hechos un amor eficaz a Venezuela y a todos los venezolanos. No son tiempos para revanchismos o venganzas, para perseguir, derrotar y humillar al adversario, pero tampoco para negar o maquillar la terrible enfermedad que estamos padeciendo. La negociación solo tendrá éxito si se enmarca en el cumplimiento de la Constitución.
@pesclarin
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