Dialogar y negociar para salir del túnel | Por. Antonio Pérez Esclarín

 

  Por. Antonio Pérez Esclarín  

 

Es hora de que  los que creemos en  Venezuela y estamos comprometidos en lograr  el bienestar de todos, asumamos nuestras responsabilidades ciudadanas. No podemos seguir por el camino de la rivalidad y el enfrentamiento. Necesitamos acercarnos al sufrimiento de las personas con una actitud de respeto y compromiso y  recuperar la  confianza en nosotros y en la política.  Cada palabra odiosa que se pronuncia, cada mentira que se dice, cada violencia que se comete, cada actitud que impide o retrasa las soluciones,  nos  empuja  hacia una situación cada vez más  inhumana.

Pasan los días y los numerosos problemas,  en vez de resolverse, se agravan más.  En Venezuela,  a las mayorías les resulta cada día  más cuesta arriba sobrevivir, mientras unos pocos exhiben sin vergüenza sus nuevas fortunas y viven de espaldas al dolor de la gente. Ningún servicio público funciona, los sueldos y bonos  no alcanzan para nada, enfermarse supone una tragedia, los apagones, la falta  de agua y la escasez de gasolina hacen que resulte muy difícil sobrevivir. Todo está dolarizado menos las pensiones  y sueldos de los empleados públicos que resultan una humillación y una vergüenza.

Es  la hora del diálogo y la negociación para salir del túnel. De pocas palabras se ha abusado tanto como   de la palabra diálogo. Su uso interesado ha vaciado a la palabra de significado y la ha convertido en un término ambiguo y problemático.  Por ello,  los llamados al diálogo resultan sospechosos y no logran credibilidad. Sin embargo, no  nos queda otro camino, pues todos los demás están condenados al fracaso.

La primera condición para un diálogo sincero es aceptar los gravísimos problemas que vivimos  y mostrar verdadera disposición a resolverlos. No entiendo cómo los que nos  gobiernan se siguen aferrando al poder  sin admitir su fracaso y sin que pareciera importarles el sufrimiento de las mayorías ¿Cómo pueden justificar la destrucción de Venezuela que pasó en unos pocos años de ser el país más próspero de América Latina al más miserable? ¿Acaso no les duele el éxodo forzado e indetenible de millones de conciudadanos y hermanos que buscan desesperadamente una  vida mejor por caminos inciertos   llenos de amenazas y peligros?

Negarse al diálogo o aceptarlo sin  verdadera disposición a cambiar, sin  partir de  la realidad  y sin   asumir las propias responsabilidades, pensando que es el otro el único culpable que debe ceder y no yo, demuestra soberbia e insensibilidad. Cerrarse a un verdadero diálogo, adoptar posturas intransigentes o sectarias que impiden avanzar en la construcción de una solución democrática y electoral,  constituye un  delito.  No se trata, de señalar culpables y eludir  responsabilidades. Ni de creer que mi propuesta es la única válida. Se trata de hacer nuestro el dolor de las mayorías y  abocarse a remediarlo, lo que va a exigir abandonar prejuicios y propuestas  que  han resultado ineficaces. No son tiempos  para revanchas,  intolerancias,   venganzas o personalismos. Tampoco lo son para reforzar las sanciones que lo único que están logrando es aumentar el sufrimiento de las mayorías. Todos sabemos,  incluido el Gobierno, que la situación es insostenible y que la solución  debe ser construida entre todos. La salida debe ser democrática y electoral  que respete la voluntad de  las mayorías. Inhabilitar a la candidata seleccionada por el pueblo es inhabilitar a la mayoría de los ciudadanos y negar que el poder reside en el pueblo.

 

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