Luis Cárdenas.- Hoy lunes 6 de abril se conmemora una fecha más del Día Internacional del Deporte para el Desarrollo y La Paz, como reconocimiento a lo que significan los deportistas como sociedad, como ejemplo y motivo para estar alejados del mal ocio y los vicios. Sin embargo, posiblemente jamás en la historia este festejo llegaría en un momento tan amargo, silencioso y con los protagonistas alejados de las canchas de manera obligatoria, lo que es una rotunda paradoja.
En confinamiento por el Covid-19 que ha azotado al mundo en los últimos dos meses, cobrando miles de vidas, el deporte ha tenido que de momento cerrar las persianas, apagar los motores y poner la marcha en stop, congelándose grandes eventos que en otros tiempos servían de estímulo ante las crisis, de motivación frente a las adversidades o de simple regocijo al ego. Hoy no hay una Champions que con solo escucharse el himno se le eriza a la piel a aquellos que aman el fútbol, o un “defense” a todo pulmón cuando el visitante ataca el aro del local en un partido de baloncesto de la NBA o aquellos gemidos que hacen algunos tenistas al momento de devolver la pelota al otro lado de la malla.
Las canchas completamente vacías, sin el estruendoso ruido de miles de personas en las tribunas clamando a sus “ídolos”, quienes hoy en día dejaron de ser “dioses” y están confirmando que son simples “mortales” con un don predilecto para hacer “magia” con sus cuerpos. Que el deporte es una gran herramienta para la diversión, entretenimiento y como espectáculo, sin embargo no es motivo para dejar la vida, aún cuando los jugadores “se dejen el alma” en noventa minutos o poco + de fútbol, en cuatro o dos tiempos de baloncesto, en nueve innings en béisbol, en una volea de tenis o voleibol, o en un upper de boxeo, aunque en este último, los deportes de combates y extremos el peligro de perder la vida en un segundo esté latente en cada momento.
Lo que si puede ser muy cierto es que hoy es un día para que todos los protagonistas que están involucrados en el deporte lo asuman como de reflexión, en tiempos de la semana mayor, para darle un cambio rotundo a sus rutinas, al compromiso que adquieren como figuras públicas, donde sus actuaciones pueden llevar a ser tomadas como ejemplos en la sociedad por los millones de niños, adolescentes y jóvenes que sueñan un día ser como ese personaje al que admiran.
Recibir un baño de humildad y poner bien puestos los pies sobre la tierra debe ser el punto de inflexión para lo que se viene en un futuro cercano, cuando el Coronavirus ya no esté y el mundo vuelva a la normalidad, que de seguro muchas cosas cambiarán. Porque si bien el fútbol, por poner un ejemplo, se jugará con las mismas reglas -aunque en Argentina estén pensando en modificar algo como los cobros de tiro libres y de esquina en los partidos para evitar el contacto en multitud- los “pensantes” sabrán que si antes eran considerados los más importantes, en un momento crucial de la humanidad pasaron a un segundo plano y que otros individuos que por mucho tiempo estuvieron en el anonimato, fueron los grandes héroes que evitaron que la catástrofe fuera mayor y que muchos convivieron con algunos de ellos, como son los médicos y quizás por el ego grande de figuras no le brindaban ellos mismos el valor que merecían.
No es un descargo contra los deportistas, que seguirán siendo héroes, pero con un grado más de madurez, donde de seguro muchos goles, cestas, game, home run, o carrera anotada servirá para homenajear a muchos que realmente dieron la vida por la humanidad, a tantos que no pudieron superar este cruel virus, o algunos amigos que en los tiempos de gloria los alentaron y hoy no están. Pues el deporte seguirá siendo bandera de los afligidos, pero nada será igual, por naturaleza debe cambiar, para bien o para mejor.