La celebración del día de la Madre, me brinda una excelente oportunidad para plantear algunas reflexiones sobre la madre y la familia, en los tiempos tan difíciles e inciertos que vivimos. El pueblo venezolano es un pueblo profundamente apegado a la madre que, en muchos casos, debe ser padre y madre a la vez e incluso, como dice la canción, lo es todo: hospital, iglesia, escuela. De ahí que sea un pueblo eminentemente mariano y siempre ha sentido a María, la Virgen, un apoyo en las tribulaciones y problemas, y un atajo y un medio para acercarse a Papá Dios. Por ello, en los momentos de crisis, pandemia, penuria y sufrimiento que estamos viviendo, debemos volver los ojos a María que, estrella de la mañana, ilumina nuestro caminar en medio de la oscuridad, el dolor y la incertidumbre.
De los muchos rasgos de María, quiero elegir uno que es raíz de todos los demás y tiene para nosotros una enorme importancia. Ella fue mujer de fe y de esperanza. Por ello, estuvo siempre atenta a la voz de Dios, reflexionando los acontecimientos en su corazón para actuar en ellos como Dios quería. Y como el plan de Dios es construir una sociedad fraternal, opuesta a la injusticia, la violencia y el odio, la fe esperanzada hizo a María solidaria y servicial. Esa fe esperanzada la llenó también de fortaleza para soportar su propio calvario y permanecer firme, al pie de la cruz donde su hijo era asesinado.
Apoyados en María, que nos acompaña en nuestros dolores y penurias, la celebración del Día de la Madre debe ayudarnos, en estos días tan difíciles a fortalecer la familia como lugar de convivencia, respeto, honestidad y solidaridad. Para enfrentar la incertidumbre y el sufrimiento, y sobrevivir con dignidad, necesitamos hoy familias muy unidas, donde cada uno pueda apoyarse en el otro y encontrar ánimo, fuerza y esperanza. La familia es el lugar privilegiado para enfrentar las dificultades y para aprender la solidaridad y el compromiso.
Si queremos familias sólidas, debemos fortalecer la pareja. El matrimonio exige mucho cuidado, abnegación y disciplina. La rutina lo gasta y la violencia lo destruye. Para mantener vivo el amor y superar los problemas y dificultades tan frecuentes en estos tiempos, es muy importante cuidar los detalles; mantener el buen humor; ser muy comprensivos con los cansancios, miedos, y preocupaciones; colaborar en las tareas del hogar, escuchar con atención y comunicarse siempre; evitar la rutina, y el derrotismo; y mostrar siempre, sobre todo ante los hijos, una actitud positiva, esperanzada, que demuestre un gran amor por Venezuela y decisión firme de trabajar para sacarla del abismo en que se encuentra.
El mejor regalo que podemos darle a la madre en su día es esforzarnos por robustecer los lazos familiares. Ellas se sienten felices cuando ven que nos apoyamos, que nos tratamos con cariño, que nos esforzamos por ayudarnos a enfrentar los problemas. La celebración de este día debería ayudarnos a asumir más responsablemente el papel que nos corresponde a cada uno en nuestra familia, es decir, con las personas que vivimos: madre-esposa, padre-esposo, hijos-hermanos, abuelos, tíos… No olvidemos que la familia es el lugar privilegiado para aprender la solidaridad, el respeto, la colaboración, el amor. Sin amor, la libertad se convierte en soledad
¡Felicidades a todas las madres sobre todo a las que sufren la ausencia de los hijos y luchan por una Venezuela próspera y justa para todos!
Antonio Pérez Esclarín
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