… ¡Es con usted, señora cultura!
…
La estamos llamando. Ha pasado mucho tiempo adormilada. Ya sabemos. Está cansada de que la anden jalando de acá para allá. Pero es hora de despertar,
activarse nuevamnete, recuperar espacios
y tiempo desperdiciados….
¡Despierta cultura, despierta!… ¡No bostece, carajo!
No es que Valera haya tenido o no tenga manifestaciones culturales, sino que sus hacedores se encuentran dispersos, como en islas. Sin embargo, la cultura parece estar dormida. Uno sale a la calle y siente un gran silencio, un gran vacío que urge llenar
En un Estado como el nuestro, pródigo en manifestaciones culturales que germinan espontáneamente en sus diferentes comunidades, el poder contar con instituciones y espacios para su difusión, divulgación y realización es una acción benéfica, es una necesidad perentoria, reconocida por quienes integran las infraestructuras ubicadas en cada municipio, y en el caso de Valera mucho más ya que históricamente ha contado con un movimiento cultural y por cuanto se aspira que aquello vuelva a florecer, a que esos esfuerzos creativos reciban de nuevo apoyo y respaldo del Estado, un apoyo que les permita desarrollar las tareas del espíritu, a través de una política cónsona con las necesidades del alma popular.
Pero, en los últimos años, las posibilidades de respaldo a estos quehaceres en sus diversas manifestaciones, han estado excluidas en el contexto. Y esto choca con el auge de las exigencias culturales, que se desarrollaron en un pasado reciente al mismo ritmo del crecimiento demográfico y del ascenso que nutridos grupos humanos adquirieran en el campo de la instrucción, circunstancia que los hace poseedores de una fértil sensibilidad capaz de infundirles un lógico deseo de superación en el mundo por la falta de apoyo al desenvolvimiento de la cultura.
Aunar esfuerzos
No es que Valera haya tenido o no tenga manifestaciones culturales, sino que sus hacedores se encuentran dispersos, como en islas.
Sin embargo, la cultura parece estar dormida. Uno sale a la calle y siente un gran silencio, un gran vacío que urge llenar.
En ese sentido, se requiere nuevamente que salga a relucir el papel de trabajo, donde se enumeren una serie de metas a corto y mediano plazo: elaborar una reorganización total a todo nivel, que conlleve a volver a una contar con una programación (continua y constante) para cada área cultural, llevar la acción cultural hacia las comunidades mediante un programa descentralizado, mantener actividades en la sede central tales como talleres, conferencias, exposiciones y conciertos; además de establecer relaciones interinstitucionales. Pero antes de todo hay que rescatar los espacios tanto cerrados como abiertos que por ley le corresponden a la cultura y al arte, los cuales les fueron despojados.
Las limitaciones de unos y las carencias totales de otros, detuvieron el auge en las labores que en sus momentos lograron los ateneos, las federaciones, casas de cultura, centros populares, agrupaciones musicales, escuelas de arte y demás establecimientos de acción cultural existentes en la región. Todo eso derivó en un declive que envió a la cultura a un fango en el cual se ha mantenido sumergida y sin doliente en procura de su rescate.
En la obligación de rescatarla
Hoy día, hay que volver a estimular un renacer del trabajo creador, indicador inequívoco de que no se puede esperar más tiempo para el despertar cultural de los valeranos y por ende de todo el estado Trujillo. Esperar más tiempo significaría terminar de enterrar una labor cultural que por décadas le dio glorias y vivas a la entidad.
Sería una amenaza a ese renacer cultural del cual aún se sueña. Por lo tanto, consideramos inminente crear mecanismos de rescate, desarrollo, apoyo y revalorización del trabajo cultural, por cuanto al Estado le corresponde participar en la conservación y difusión de los valores del arte, aprovechando las infraestructuras ya existentes en sus municipios, reactivando los centros y demás grupos culturales, apoyando toda iniciativa que florezca en las comunidades y evitando en todo momento el convertirse en hacedor de cultura, ya que ella debe surgir del sentir popular y no ser impuesta por ningún organismo gubernamental, salvo en aquellas comunidades en donde no haya florecido estas iniciativas, motivándolas en todo caso a realizar el quehacer cultural necesario para su elevación espiritual.
No está muerta
La cultura en Valera no está muerta. En los encuentros nacionales de los trabajadores de la cultura, Trujillo ha sido una referencia importante. Y no hemos sido referencia por llevar papeles, sino por la muestra de lo que históricamente han conseguido los grupos cuya base fue un trabajo de hormiga de muchos años, de mucha dedicación y esfuerzo.
Cuando se analiza la situación y se atribuye las causas de lo que hemos llamado «silencio cultural» a la dispersión, observamos que aquí hubo quienes quisieron jalar por su lado buscando méritos individuales, con actitudes mezquinas, arrogantes, sin conocimientos y bases estructurales ni de planificación y organización, que lo único que trajo fue que se derrumbara un trabajo de más de 50 años, que se levantó con mucho esmero y sacrificio en pro de la actividad cultural tan importante para la educación, crecimiento y fortalecimiento de los pueblos y su gente. Pero creemos que ha llegado la hora de la integración, la hora de despertar de ese letargo.
Acciones concretas
Esto será posible a través de acciones concretas que apunten hacia el futuro, dirigidas con objetivos, perspectivas firmes y concretas, porque la cultura no se enseña, se hace, se expresa, se da como testimonio del quehacer de la población, de la ciudadanía.
El trabajo cultural asegura una población que ame y disfrute de sus propias creaciones. Necesariamente requieren una gran atención y una gran dedicación a su creatividad innata, lo que hará posible conformar a un hombre que, dentro de su condición humana, se proyecte en la mejor forma dentro de un campo histórico social.
Porque si algo es importante es el incentivar a la población valerana para que valorice las expresiones artísticas en sus diferentes manifestaciones. Ese es el reto.
Acabar con tanto silencio
La cultura es todo, es la vida misma y lo que a ella se le relacione.
Como el espectáculo, este también forma parte del trabajo cultural. La idea no es desecharlo, porque nos permite atraer a la gente, sino complementarlo con actividades formativas, como talleres, cursos, etc, que aporten a la gente, que dejen algo.
La cultura parece dormir un gratísimo e imperturbable sueño desde hace mucho rato, y largo rato. Uno sale a la calle y siente un gran silencio. Un vacío que urge llenar.
¿Serán posibles las voces, los gestos, las ganas? ¡Ya es hora de acabar con tanto silencio!