Gabriel Montenegro/DLA.-
Tal como lo expresara el connotado escritor Omar Corza, en su entrega «Crónica de un sepelio», la historia de cada despedida a algún familiar o amigo es de cierta forma diverso, pero en esencia es el mismo. Lo que varía es la persona que se vela y se lleva a su última morada, así como el día, la hora y el lugar.
Este viernes 29 de julio nos tocó dar esa despedida a un hombre bueno y trabajador; a un «jodedor» como todos quiénes integramos este ambiente de periodismo, el mundo de las letras, la crónica, las informaciones y donde se genera la natural polémica y diatriba permanente.
En la sede de la funeraria «Memoriales» en la avenida 3 de Valera se realizó desde tempranas horas el acto de velación, antes de la misa especial y posterior sepelio de este connotado comunicador, donde un grupo de amigos, familia, gente de medios y conocidos llegados de distintos lugares se apersonaron a brindar sus respetos a la memoria del ahora ausente «Coquito».
Observamos además muestras de verdadera solidaridad, de aprecio y respeto colectivo por su estampa humana, su calor de hombre público y figura profesional.
Despedido en su amada cancha de Plata III
Luego de la permanencia en la sede funeraria, el cortejo partió hacia el templo «Espíritu Santo» de Plata III, donde se realizaron las exequias y misa especial de cuerpo presente.
El párroco de la urbanización Libertador, sacerdote Gerardo Moreno, tras la Homilía de la Palabra y los responsos, esbozó en breves resumen ante los presentes, la trayectoria y profesionalismo de Elvins Humberto González, un muchacho que desató su alegría deportiva en los terrenos donde queda hoy en día el complejo «Alexander «pelusa» Antequera» y llevó sus inquietudes con alegría y entrega pasionaria.
Sin dudas que han sido momentos de profunda desolación para sus hermanos, esposa y más allegados, porque como lo expresara el doctor Eladio Muchacho en su nota de dedicatoria a su memoria, realmente «parece mentira» que una persona con la cual sostuvimos alguna conversación e intercambiamos ideas o algún otro tema, en pocas horas después ya no esté con nosotros.
Esto lo decimos, no porque tengamos etiqueta o seguro de «inmortales», porque si algo seguro tenemos desde que vemos por vez primera la luz del sol es el final de nuestra existencia, sino por haber quedado como petrificados por su sorpresivo deceso.
Hoy le tocó a Elvins, no precisamente despedir a nadie, sino ser despedido con honores.
Ojalá y el Altísimo le permita ver la luz de la vida eterna y como dijo el párroco del templo Espíritu Santo de Plata III, Gerardo Moreno : «Tenemos que comprender los procesos naturales y las decisiones de Dios» . Es necesario soportar el dolor por duro que sea y agradecer a Dios, que seguro debemos estar, nos brindará también momentos de alegría, paz, dicha y felicidad».
Hoy Elvins no está físicamente con nosotros, pero va camino a encontrarse con el verdadero Salvador».
Oramos por supuesto para que brille para él la luz perpetua, porque para nosotros Elvins brilló naturalmente, con la flama reluciente de su trabajo productivo y su personalidad jovial.
Hasta siempre y no un adiós definitivo
Solo basta referir, para acompañarlo hasta su encuentro con la madre tierra, que no habrá mejor acto de reconocimiento y conmemoración, que mantener vivo su recuerdo, con el cariño que podamos brindarle dentro de cada corazón, especialmente nuevo quienes le conocimos.
Este 29 de julio, tras los actos religiosos previos, fueron llevados sus restos mortales al campo deportivo donde con el club «Andinos» dio sus primeros pasos como futbolista e insigne hombre del deporte.
Amigos, colegas, su esposa Bettsymar Santos, además de su amado hijo Diego Armando González Santos, acompañaron el ataúd donde su cuerpo inerte recibiría la despedida que ameritaba un ciudadano de su talla y condición humana.
Que el tiempo no borre ese recuerdo y quienes le amaron de verdad, tengan el consuelo verdadero y la fortaleza para poder soportar su ausencia, que aunque definitiva en lo terrenal, será inmarcesible hasta el final de sus propios días, porque el amor verdadero jamás será derrotado ni echado al olvido.
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