Los tiempos en que la gasolina abundaba se recuerdan con nostalgia, la gasolina que antes había sido abundante y prácticamente regalada, ahora es uno de los bienes más preciados que alguien puede tener en esta cuarentena.
La única estación de servicio que está funcionando en Trujillo capital es la Cuatricentenaria de San Jacinto, una gasolinera que sufre constantemente la congestión de muchas personas que vienen a surtir combustible en el lugar más desastroso en cuanto a organización se refiere.
Cuando se trata de medidas de seguridad ante la Covid-19, como aislamiento y distanciamiento, en este lugar brillan por su ausencia, este sábado se pudo ver otro de los muchos embotellamientos que sufre la estación de servicio de San Jacinto cada vez que llega el camión a surtir.
La gente se desespera, médicos, agricultores, funcionarios, todos en busca del vital líquido para poder trasladarse a sus trabajos; durante las jornadas se pueden ver más de 5 tipos de colas diferentes, como si de un laberinto se tratara, un orden que no tiene ni pies ni cabeza.
La gente decide bajar de sus autos a presionar para que la cola avance y estar pendiente de quien se colea, a veces parece un cabildo de tantas personas que se suman para hacer presión a los guardias.
Aquí el miedo a contagiarse de coronavirus, no importa, a pesar de que todos tienen sus tapabocas, están tan apretados que la separación de dos metros recomendada por la OMS es moco de pavo, porque aquí lo importante es echar gasolina, cueste lo que cueste.
Una de las principales desventajas es su ubicación, la zona no está capacitada para acumular grandes cantidades de carros, pues su espacio es muy pequeño y está rodeada de casas y comercios que necesitan un libre transito.
La gasolina escasea en todo el país
Uno de los principales problemas es que la gasolina escasea casi todos los días de la semana, la gasolina no llega con frecuencia, “el camión llega dos veces a la semana, pero no es seguro que día” afirma David que trabaja como bombero.
Un mal que está sufriendo todo el país, teniendo a Caracas como principal foco mundial puesto que nunca se había visto una crisis de combustible tan aguda y delicada en la capital.
Según datos de El País de España, PDVSA está produciendo 55.000 barriles diarios de gasolina en sus dos refinerías operativas de seis. Venezuela necesita alrededor de 135.000 pero la corrupción, y el mal manejo de la empresa ha hecho que este país sea el único que en medio de la pandemia y con los precios del petróleo por el suelo tenga escasez de combustible.
La GNB manda
Los militares custodian la bomba, son los que mandan, ellos deciden a quien surtirle y cuanto echar, a veces tienen una lista otras veces simplemente deciden suministrar a quien más les convenga.
La presunta corrupción se da al rojo vivo, todo aquel que vaya a surtir sabe lo que le espera, al final los estribos se pierden y muchos claudican y deciden irse, otros aguantan la rabia de ver a los coleados y hacen su mayor esfuerzo.
Pese a que los agricultores tienen más privilegios para poder surtir combustible son los que más sufren, la mayoría tiene miedo de no poder echar y que sus productos se pierdan por el sol y el calor.
“Me ha tocado vender aquí mismo mis cosas, porque si no, voy a perder todo” declara un agricultor que lleva varios días en la cola esperando a que llegue el camión.
La cantidad de combustible también es un problema, a la mayoría de personas les surten 10 litros nada más, las motos pueden recibir 4 litros. Migajas que son bien recibidas puesto que la cola sigue siendo mejor opción que el mercado negro para muchos.
Mercado negro
Los que pueden acuden al mercado negro para abastecerse, evitan las altas colas pero tienen que pagar un alto precio debido a la escasez y la demanda, los precios oscilan entre 1 a 3 dólares el litro.
Moverse en carro particular es un lujo que pocos se están dando en esta cuarentena, la gasolina la rinden al máximo y las salidas son estratégicas para que pueda durar lo más posible.
Surtir combustible en esta gasolinera se ha convertido cada vez más en una tarea titánica.
Hugo Delfín 27.251.790