Caracas, 22 dic (EFE).- La maestra Jessica González agita una enorme bandera de Venezuela en el patio de su casa en Petare, la favela más grande de Venezuela, mientras a cientos de metros de ella, en el techo de otra casa, la banda de ska local Desorden Público clama por la paz, mientras toca «políticos paralíticos», una de sus canciones más populares.
«Yo quisiera / que los políticos / fueran / fueran / paralíticos», dice el pegajoso estribillo de la canción, que los venezolanos escucharon por primera vez en el lejano 1988, cuando la banda lanzó su disco debut.
Junto a González, su hija menor de edad, que viste una falda con los colores del pabellón venezolano, baila y canta el tema, parte del concierto «Desorden en Petare», sin sospechar que alguna vez la pieza fue vetada por las autoridades venezolanas.
«Espero que esto nos traiga unión, necesitamos más unión», dice a Efe González, sin dejar de agitar su enorme bandera.
Al igual que esta maestra y su familia, miles de los residentes de Petare asisten al concierto gratuito de Desorden Público, un grupo que tiene 35 años ininterrumpidos interpretando música contestataria y de fiesta.
Mientras en Petare suenan sus canciones, cientos de locales acallan el vallenato y la champeta -los ritmos favoritos de esta enorme barriada deprimida- de sus bocinas para corear sus letras, polémicas o ciertas como la luz del día, según a quien se pregunte.
Así, piden que los políticos sean «paralíticos», que la tierra «tiemble» ante las desigualdades de la sociedad o que paren las balas en el valle de Caracas, la convulsa capital de Venezuela.
MÚSICA, TALLERES
Horas antes del concierto, los integrantes de Desorden Público dictan talleres en Petare, una favela donde todos los problemas de la nación suramericana encuentran vitrina.
«No esperábamos tanta receptividad», dice a Efe el vocalista de Desorden Público, Horacio Blanco, después de terminar un taller de música con un grupo de niños de la comunidad.
«Fue súper emotivo, yo vengo conmovido», añade durante una pausa de la jornada.
El representante de la fundación sin fines de lucro Zona de Descarga, Jaime Pérez, que trabajó por llevar el concierto a la favela, apunta a Efe que la idea surgió tras una conversación informal con uno de los productores de la banda.
«Es la primera vez en la historia que en Petare se hace un concierto de esta magnitud«, agrega Pérez, que a mediados de año lideró otro proyecto para llevar películas y rezos a la comunidad.
El concierto llama a la paz, pero Efe constata que en Petare, el domingo, la violencia no tiene exponentes.
Los jóvenes pintan murales y estudian la historia del ska, un ritmo que surgió en Jamaica a finales de la década de los 50 y que atraviesa por su tercera ola -de acuerdo con los estudiosos del género-, en la que Desorden Público tiene espacio como uno de los mayores exponentes.
Los mayores observan, en su mayoría, las actividades que los miembros del grupo adelantan con los jóvenes.
Son cientos. Hacen una pausa y miran a los herederos del barrio hacer murales, tocar congas, ilusionarse con la música.
DESIGUALDADES
Pero Pérez asegura que en el enorme barrio «han surgido nuevos conflictos sociales y nuevas desigualdades», dos hechos que, dice, siempre llevan a la violencia.
«Ojalá que podamos dejar un mensaje a todo el mundo, de que un concierto como este, desde la platabanda -techo- marque un precedente histórico en toda Venezuela», apunta.
Con Zona de Descarga, Pérez ha llevado cientos de actividades culturales a Petare.
Los venezolanos suelen decir, casi con orgullo, que la favela es la más grande de toda América Latina, un dato que no se ha comprobado.
Lo que sí se ha comprobado es que allí residen a varios de los criminales más peligrosos del país. Que el enorme barrio se convierte, a veces, en un «Valle de Balas», como reza el coro de otra célebre canción de Desorden Público.
Cuando suena ese tema en Petare, el rapero local «Mutombo» recuerda a Efe que hace semanas lo versionó junto a los artistas urbanos «Keko» y «Francia», aunque en vez de hacer mención a las balas, recuerda la esperanza que brota en las calles de los barrios pobres del país.
«Es una deconstrucción», dice Mutombo, que debe su mote a un legendario jugador de baloncesto de la NBA, sobre la versión que hizo de «Valle de balas».
«Es un sueño hecho realidad», prosigue sobre el concierto de Desorden Público en Petare. «Hay mucha gente que no llega hasta allá, no conoce el profesionalismo de Desorden Público, y este es el momento de enseñarle a la gente quienes son».
«PORQUERÍA»
Durante el concierto, cientos de personas apagan y encienden las luces de sus precarias casas.
«Si la están pasando bien apaguen las luces», dice el vocalista de Desorden Público, provocando un efecto estroboscópico en toda la favela.
Es el momento en que Horacio Blanco aprovecha la oportunidad para apuntar, otra vez, contra la clase política de Venezuela.
«Hemos visto bandera de Venezuela, no hemos visto banderas de ningún partido, ni nada de esa porquería», dice durante el concierto «¿Hasta cuándo, Dios mío? No, hombre, que se vayan a freír monos», dice, sin nombrar a nadie, pero haciendo referencia a los políticos del país sudamericano.
«Nosotros podemos, vamos a echarle pichón (ganas)», dice Blanco. «Vamos a echarle pichón, Venezuela puede si nosotros empezamos, nosotros, a echarle pichón, nadie va a venir a hacer el trabajo por nosotros, eso ya esta demostrado», insiste.
Con el famoso cerro El Ávila de fondo, los integrantes de «Desorden» saltan sobre el techo, mientras miles asisten a un concierto que, la mayoría, no sabía que se produciría.
«Creamos, de creer, en nosotros como comunidad, como país, como nación, más allá de los discursos de mentiras, mentiras que nos han vendido por años», insiste Blanco, al tiempo que miles cantan las canciones de Desorden, una banda que protesta incluso en la favela más gran de Venezuela.
Ron González