“Quous que tantem abutere, Catilina, patientia nostra”. En su época se refería al agotamiento de la paciencia de los romanos con relación a Catilina. Nosotros podemos decir algo semejante. Para el mundo la paciencia de los venezolanos parece infinita. Se admira la capacidad de resistencia, pero impresiona la falta de reacciones definitivas para poner fin a cuanto sucede.
Lo cierto es que el régimen chavomadurista avanza y retrocede, pero no hay forma de que pueda ocultar su responsabilidad exclusiva y excluyente. Hipocresía superlativa, mezcla de arrogancia con cinismo, corrupción y un grado de incompetencia insuperable. En el fondo la mayoría de los venezolanos saben que, además de la libertad está en peligro la existencia misma.
Sabemos que el miedo mediatiza la intensidad de la acción generando comodidad y molicie. Muchos vacilan esperando que otros actúen y resuelvan lo que a cada quién le corresponde. Pero no está de más repetir que si queremos conservar lo mucho o poco que aún tenemos, tenemos que despertar y rebelarnos masivamente. Esto fue parte de los inolvidables mensajes del Papa San Juan Pablo II.
Hay que aprovechar al máximo el momento presente. Sabemos de los problemas existentes en el disperso mundo opositor. Pero también es conocido que en el régimen hay problemas mucho más graves e incertidumbres que, individual y colectivamente, generan angustia existencial sobre el presente de cada uno, de todos los que tienen sentido de responsabilidad histórica.
Ha sido dicho que cuando el destino habla callan todas las demás voces. Empieza a suceder. En estos días se han multiplicado los cierres a medios de comunicación independientes en varios Estados del país y se incrementan las amenazas a los anunciantes que les dan vida por la publicidad. Son señales inequívocas del nerviosismo existente, más allá del ropaje con el que pretenden disfrazarse cada día.
Además de garantizar la seguridad y la vida de la población, creo que el problema mayor hay que ubicarlo en la situación educativa del país en todos sus niveles. Me refiero a mucho más que al deterioro increíble de la planta física de escuelas, liceos y universidades durante estos veintitrés años de socialismo del siglo XXI. Más importante que eso, de por sí muy grave, hablo de la enorme deserción de docentes, maestros y profesores que han obligado a quienes tienen la responsabilidad de dirigirlos a improvisar en medio de la pandemia que el país ha sufrido. Esto es un tema de lo más importante que debe abordarse de inmediato, sin descartar, por supuesto todos los demás.
Llegó la hora de que este pueblo, pacífico y cívico, ejerza su derecho a la defensa. Tanto los que están dentro como los más de siete millones de compatriotas en el exterior.
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